Hermanos queridos de Elregresa.net. Me llamo David Abner. Hace tiempo les mande una visión que tuve hace tiempo titulado: Yo vi la nube de gloria. Quería darles las gracias por publicar la visión pero sucede que he tenido varias. Esta es una de las que más considero que más han marcado mi vida cristiana y de igual considero importante que la publiquen en su página. Sé que hay un mensaje en esta visión que debe ser trasmitida a la Iglesia y por eso tuve la urgencia de compartirlo. Así que aquí esta espero que pueda llegar a conocerse el mensaje contenido en ella. 

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Visión de los Días del Fin, el anticristo y la abominación desoladora

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Veía en la visión hasta donde puedo recordar, que en lo primero que puse mi atención fue en el cielo. Estaba muy oscuro y a la vez muy extraño, como si hubiera sido afectado por una catástrofe cósmica (créanme, es a lo mejor en lo que puedo comparar lo que vi) pues las tinieblas cubrían la tierra pero aun así se podían ver estrellas cayendo y destellos extraños en el cielo.

Luego de esto, me vi en el templo de Israel, y quiero explicar algo aquí. Supe que lo era porque vi todo el espacio donde estaba y supe de inmediato que era el templo de Jerusalén. Lo supe cuando analicé todo, cada rincón del lugar,  porque ¿Qué cristiano no sabe cómo será el templo? La maqueta oficial del diseño de éste ya ha sido dada a conocer. Pero lo misterioso es que no vi ninguna gloria allí. El Ambiente era tenso y lo sentía, la gloria de Jehová no estaba. Algo había cambiado. Algo no estaba bien. Pero mi sorpresa fue cuando noté que estaba encadenado, ¡y personas que conozco también!

El Lugar estaba lleno de guardias armados y estábamos a merced y monitoreo de unos tres o cuatro. Además como dije era claro el sitio donde me encontraba y en el mismo templo, en la cima, más bien antes de la entrada al atrio interior, a las afueras, veía una estatua de aspecto metálico; No recuerdo bien su aspecto pero creo que era la de un hombre. Luego de esto, me vi en los aires por encima del templo y vi toda la ciudad de Jerusalén. Oh Dios! Qué Horror! como destruida, en ruinas, alboroto e incendios por doquier y GRANDE oscuridad. Y veía a los guardias como perseguían a los judíos estos intentaban escapar, pero los capturaban y los traían en fila hacia adentro del templo.  

Volví a verme en el templo encadenado y para no menos que sorpresa salió ese hombre imponente. Con un traje gris caminando detrás de mí y colocándose enfrente de todos los que estábamos en cadenas. Tenía barba y aparentaba ser un hombre de 40-60 años. En su rostro de dibujaba una expresión malvada, sonriente y altiva. El era imponente y al parecer era el hombre que controlaba las cosas en ese momento. Parecía que era un hombre de gran estima en los presentes y con gran poder. Lo siguiente es lo que más considero resonante de esta visión.  Recuerdo que discutíamos. Su voz era burlona y discutía con él acerca de los hechos de Dios y de lo que ocurría. Sin embargo, a este personaje ninguna palabra le hacía efecto; Conocía en gran manera la palabra de Dios. Cuando yo citaba un texto para defenderme él lo contrarrestaba de una forma grotesca y burlona con otro a manera retorcida o simplemente se burlaba diabólicamente. Cuando hablaba me interrumpía, me alzaba la voz, y incitaba a su gente a burlarse de mí. Debo decir que NUNCA en mi vida me he sentido tan indefenso e impotente ante un ser humano como éste. Se lo que les digo hermanos, no puedes hacer nada enfrente de ese hombre. El no era un ‘’simple humano’’ era algo más. Sentía que esa persona era satanás mismo encarnado. Un ser tan repulsivo y detestable que solo venía a mi mente la persona del maligno. Pero lo que siguió a continuación fue lo más detestable. El levantó sus brazos a cada lado, y, de una forma burlona, y satánica, maldecía y blasfemaba de Dios. No recuerdo las palabras que decía, pero sí sé que él hablaba de sí mismo. El se creía Dios.El era como el dios de los hombres en ese entonces, pues por sus hechos, su manera de actuar, su manera de expresarse, su manera de imponerse a los demás, su manera de ingeniarse las cosas lo demostraba.

Luego vi algo vil, atroz y horripilante. Vi los judíos en los altares de sacrificios siendo sacrificados. La sangre de ellos se deslizaba por debajo de los altares y vi que estos eran quemados. El olor, que hedor tan putrefacto emana de sus cuerpos! En ese momento algo vino a mi mente. Todo concordaba. La estatua, Israel, el templo, la persecución de los israelitas, la matanza de ellos. Todo apuntaba a que estaba viviendo los últimos 3 años y medio de la Gran Tribulación (¡la peor parte de ese período!). Comprendí en ese instante lo que pasaba y era que todos esos judíos eran sacrificados para aquel hombre y su imagen, su estatua. Cada vez que un judío era quemado en un altar el levantaba sus brazos a los costados y aspiraba el hedor putrefacto de ellos, con una cara de satisfacción, malvada y victoriosa. Como Juan, quedé asombrado con gran asombro y entendía esa abominación, la abominación desoladora. Convertir el templo en un lugar de adoración a aquel hombre y un matadero a todos los que se le opusieran.  El templo había sido convertido en una cárcel.

Luego mientras el hombre seguía hablando de forma retorcida y burlona (cosa que me hizo recordar a Daniel: ‘’Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno’’) vi a mis conocidos siendo colocados en guillotinas. Las guillotinas eran de color negro y tenían hojas muy delgadas y afiladas.  Y vi que en última instancia estos voltearon hacía mí y me miraban con un rostro de pena, como diciéndome: David, hasta aquí llegamos. Yo los conozco desde hace tiempo y ellos eran hombres de la calle, delincuentes. Supe en verdad lo que pasaba y que era que ellos habían estado sufriendo los estragos del tiempo de la tribulación; habían aceptado al Señor Jesucristo, pero muy tarde.  Me quedé unos instantes haciendo contacto visual con ellos hasta que descendieron las cuchillas y todos fueron muertos. No se podía más que llorar. La expresión de sus rostros es algo que todavía no me puedo borrar de la mente. 

Lo último que logré ver fue el cielo gris y una figura muy extraña vestida de negro y con un gran bastón en la mano izquierda parado en el tejado del templo mirando todo lo que pasaba. Sé que ese era el falso profeta de apocalipsis 13 y no vacile en averiguarlo pues ese ser lo manifestaba. Sentía la misma entidad maligna que el hombre imponente. No pude ver su rostro pero su aspecto era muy sombrío. Lo último que recuerdo fue la imagen de ese hombre con una expresión malvada y victoriosa, con su pose altiva parado enfrente de su imagen y al falso profeta detrás de él donde lo había visto anteriormente. El cielo como lo describí y el templo convertido en un lugar atroz.

Hasta aquí la visión. 

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