May 1, 2013

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Los Tiempos del Fin Según Daniel … 1ª Parte, Capítulos 2 & 7

Estudios-Biblicos

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

Desde aproximadamente el año 1000 hasta el año 900 a.C., Israel fue la nación más temida y admirada de la Tierra. Pero después de la muerte de Salomón y la guerra civil que le sucedió, la nación cayó de su posición exaltada a un reino dividido debido a la idolatría. Los enemigos de Israel vieron su oportunidad y le tomaron ventaja. Primero fue el Reino del Norte el cual fue conquistado en el año 701 a.C. por los asirios y después el reino del Sur que fue llevado cautivo en esclavitud, cerca de cien años después, por manos del rey de Babilonia.

Así comenzaron los tiempos de los gentiles, también conocidos como el Dominio Gentil, el cual abarcaría un lapso de más de 2.600 años, desde el cautiverio en Babilonia hasta el Reino Milenial, cuando un imperio gentil después de otro, ha tenido su turno gobernando el mundo, generalmente subyugando a Jerusalén en el proceso. Jesús dijo, “Y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lucas 20:24); y así ha sido. La recaptura de toda la ciudad de Jerusalén por Israel en Junio de 1967 y los eventos de nuestros tiempos, son claras señales de que se avecina el fin del Dominio de los Gentiles.

Daniel 2 y Daniel 7 nos dan dos puntos de vista diferentes sobre los gobiernos mundiales durante este período, el punto de vista del hombre y el de Dios. Como ustedes podrán imaginarse, estos puntos de vista son substancialmente diferentes. Primero veremos las cosas desde la perspectiva del hombre.

Nuestro estudio comienza en el capítulo 2 cuando Daniel, habiendo sido llevado cautivo a Babilonia siendo un adolescente y educado para convertirse en un consejero del rey, se encuentra luchando por su vida. Si él no puede interpretar el conflictivo sueño del rey, él y sus amigos serían brutalmente ejecutados. Solamente hay una trampa. El rey no les dirá el sueño.

Afortunadamente sí hay Alguien que puede decir el sueño. Veamos.

Daniel 2:26-49

“Respondió el rey y dijo a Daniel, al cual llamaban Beltsasar: ¿Podrás tú hacerme conocer el sueño que vi, y su interpretación? Daniel respondió delante del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama” (Daniel 2:26-28).

Daniel había orado a Dios para que le revelara el sueño y su interpretación. Razonando que Dios no lo habría puesto en una posición de influencia en la corte del conquistador de Israel solamente para ser ejecutado, Daniel se comprometió a hacerle frente al reto imposible del rey y le pidió ayuda a Dios. Y ahora es el momento del espectáculo.

“Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser. Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que en todos los vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación, y para que entiendas los pensamientos de tu corazón” (Daniel 2:29-30).

Los motivos del rey quedan expuestos. Él se ha rehusado a revelar el contenido del sueño porque no les tiene confianza a sus consejeros. Entonces, si hay alguien que le pueda decir tanto el sueño como su interpretación, demostrará ser tanto sabio como confiable.

“Tú, oh rey, veías, y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Más la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra” (Daniel 2:31-35).

Puedo imaginarme al rey al borde de su asiento, mirando fijamente a los ojos de Daniel cuando se dio cuenta de que Daniel le estaba describiendo su sueño hasta el último detalle. Podría apostar que Daniel había captado toda la atención de la corte, porque con solo mirar el rostro del rey les decía a los de la corte que Daniel estaba salvando su vida y la de ellos también. Y ahora la interpretación.

“Este es el sueño; también la interpretación de él diremos en presencia del rey. Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro” (Daniel 2:36-38).

Babilonia era el país que hoy día conocemos como Irak. Jeremías, un profeta contemporáneo a Daniel, quien escribió desde Jerusalén, les había dicho a los enviados de las naciones vecinas de Israel que Dios les estaba dando dos alternativas para escoger, rendirse al rey de Babilonia y vivir, o pelear y morir. Dios había escogido al rey Nabucodonosor para castigar a los enemigos de Israel por sus traiciones pasadas al mismo tiempo que Dios traía el juicio decretado sobre Israel por su idolatría (Jeremías 27:1-11). Como resultado de eso, Babilonia terminó gobernando todo el Medio Oriente incluyendo partes de Egipto. Pero Daniel acababa de informarle al rey que cualquier lugar de la tierra que él quisiera lo recibiría en sus manos. Aun los animales le habían quedado sujetos. Nabucodonosor, representando a Babilonia, era la cabeza de oro de la estatua.

“Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra. Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo. Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro” (Daniel 2:39-43).

El conocimiento de nuestra historia permite que este pasaje sea interpretado con exactitud. Babilonia fue conquistada por la coalición de los medos (hoy día los curdos) y los persas (Irán), al final del período de setenta años decretado para la cautividad de Israel. Ellos forman el pecho y los brazos de plata. Los ejércitos griegos bajo el mando de Alejandro, conquistaron a Persia y están representados por el vientre y los muslos de bronce. Las piernas de hierro son las divisiones del imperio romano del Este y el Oeste, el cual desplazó a los griegos, y desde este punto en adelante pasamos de la historia a la profecía. El imperio romano en realidad nunca fue conquistado, sino que colapsó por el peso de su propia decadencia, transformándose, en el proceso, de una entidad política a una religiosa. El Sacro Imperio Romano tuvo control sobre el mundo conocido hasta la Edad Media. Después, varios de sus componentes han visto su turno bajo el sol. España, Inglaterra, y ahora la colonia de Inglaterra, los EE.UU.

Eso deja por fuera los diez dedos de los pies, un imperio que aún no ha llegado al poder, y cuya llegada a la escena mundial estará caracterizada por la unión y la separación de sus componentes, que estarán incómodos los unos con los otros. Esto describe a la Unión Europea, una confederación de 22 naciones al momento, con solamente diez socios con plenos derechos, y doce miembros asociados en distintos niveles de aceptación. Mientras que aparentan estar unificados, casi han llegado al punto de quebrar esa unión, como lo fue la crisis pasada sobre la moneda única y la reciente derrota de su constitución única.

Pero no olviden que en el sueño de Nabucodonosor, la estatua tenía dos piernas, señalando los dos componentes del imperio romano. El componente del este está formado hoy día por una gran parte del mundo islámico, mientras que el componente del oeste es lo que ahora se llama la Unión Europea. En algún momento, pronto, veremos algún tipo de acomodo que hará que esas dos piernas se unan de manera efectiva, aunque imperfecta. Quizás la galopante “islamización” de Europa es una primera señal de eso.

En la Versión Reina Valera de 1602, Daniel 2:43 dice, “Cuanto a aquello que viste, el hierro mezclado con barro cocido, se mezclarán con simiente humana, más no se pegarán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro”. El barro cocido aparentemente se refiere a los vasos de alfarero hechos con fragmentos reciclados de cerámica o pedazos rotos de distintas clases de barro, los cuales se muelen hasta hacerlos polvo y se mezclan con agua para formar una sustancia como el barro. Cuando se seca, este material resultante es muy quebradizo y se rompe fácilmente. En el sueño de Nabucodonosor la intención del barro es simbolizar la dificultad que los imperios del fin de los tiempos tendrán para mantenerse unidos, y que están representados por los diez dedos de los pies.

Pero entonces, el versículo 43 dice, “se mezclarán con simiente humana. ¿Quiénes son los que se mezclarán? ¿Nos está diciendo Daniel que algunos seres no humanos intentarán unirse con los seres humanos, o aun mezclarse con ellos para formar parte de la genética humana? ¿Y si eso es así, que les costará mucho mantenerse unidos? No podemos decirlo, pero algunos eruditos dicen que no debemos sorprendernos que el retorno de los nefilines esté profetizado en este versículo.

“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro.

El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación” (Daniel 2:44-45).

Pero cuando todo parece que los diez dedos de los pies finalmente se están uniendo y su poder se está consolidando, el Señor derramará el juicio más grande y final sobre la tierra. Cualquier último vestigio de los reinos gentiles, será destruido, y el mismo Señor establecerá un reino que nunca será destruido ni tampoco será entregado en manos de otros.

“Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro y se humilló ante Daniel, y mandó que le ofreciesen presentes e incienso. El rey habló a Daniel, y dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio.

Entonces el rey engrandeció a Daniel, y le dio muchos honores y grandes dones, y le hizo gobernador de toda la provincia de Babilonia, y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. Y Daniel solicitó del rey, y obtuvo que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abed-nego; y Daniel estaba en la corte del rey” (Daniel 2:46-49).

Y de esta manera empieza la asombrosa carrera de Daniel como el consejero jefe del rey de Babilonia, y después del rey de Persia.

Al principio dije que esta visión representa el punto de vista humano del Dominio Gentil, el cual está representado por metales brillantes y preciosos. Mientras que cada metal es menos valioso que el anterior, lo que representa un decaimiento en la calidad de cada gobierno, cada metal es también menos maleable, más duro y por lo tanto más fuerte, con lo cual se representa un crecimiento en el poder.

Seguidamente vamos a ver estos mismos cuatro imperios pero desde la perspectiva de Dios, y como les dije, eso será muy distinto.

Daniel 7:1-14

El Sueño de Daniel de las Cuatro Bestias

“En el primer año de Belsasar rey de Babilonia tuvo Daniel un sueño, y visiones de su cabeza mientras estaba en su lecho; luego escribió el sueño, y relató lo principal del asunto.

Daniel dijo: Miraba yo en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos del cielo combatían en el gran mar. Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían del mar” (Daniel 7:1-3).

La visión del capítulo 7 tuvo lugar 50 años después de Daniel 2. Belsasar era el nieto de Nabucodonosor, y Daniel ya para entonces, era un hombre bastante mayor. Los cuatro vientos del cielo simbolizan un acto soberano de Dios, y el hecho de que estas bestias salen del mar nos dan una pista de que representan la maldad del Dominio Gentil (Isaías 57:20-21).

“La primera era como león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando hasta que sus alas fueron arrancadas, y fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies a manera de hombre, y le fue dado corazón de hombre” (Daniel 7:4).

El símbolo de Babilonia era un león alado. Al convertirlo en un hombre se vuelve una representación de Nabucodonosor.

“Y he aquí otra segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro, y tenía en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue dicho así: Levántate, devora mucha carne” (Daniel 7:5).

El oso simboliza a la coalición Medo-Persa. A pesar de que Media era el socio mayor, Persia se convirtió en el más fuerte, lo cual se muestra por un costado más alto que el otro. Las tres costillas son las tres conquistas principales de Persia, Lidia en el año 546 a.C., Babilonia en el 539, y Egipto en el 525.

“Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas; tenía también esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio” (Daniel 7:6).

El leopardo es Grecia. Las cuatro alas representan la velocidad con la que Alejandro conquistó el mundo conocido. Solamente le tomó diez años lograrlo. Las cuatro cabezas son sus cuatro generales que tomaron el reino después de la muerte de Alejandro y lo dividieron entre ellos.

“Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos” (Daniel 7:7).

Esta bestia es tan espantosa y terrible que no se parecía en nada a algo que Daniel hubiera visto antes. Sus dientes de hierro recuerdan las piernas de hierro de Daniel 2:40. Roma era un poderoso imperio que no toleraba ninguna resistencia en su contra. Con la referencia a los diez cuernos de nuevo saltamos de la historia a la profecía, del antiguo imperio romano a su renacimiento en nuestros días.

“Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas” (Daniel 7:8).

Aquí se encuentra el origen de uno de los títulos del anticristo, el cuerno pequeño. Observen que él no es uno de los diez cuernos originales, sino que sale de entre estos. Un cuerno indica autoridad, cuando se usa simbólicamente. Para mí esto quiere decir que el anticristo no comienza siendo parte del liderazgo oficial, sino que sale de un miembro insignificante de fuera del centro de poder, para deponer a tres de los líderes existentes y asumir la autoridad de estos. Si estoy en lo cierto, busque al anticristo que surge a escena sorpresivamente de un segmento previamente sin importancia del imperio, en vez de entre los líderes actuales. (Como un simple ejemplo hipotético, mire cuán rápido el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad ha surgido de su antigua y desconocida posición de alcalde de Teherán a una posición de prominencia mundial.)

Daniel vio a un ángel en su visión que también estaba observando las cosas. Cuando le preguntó sobre la cuarta bestia y el cuerno pequeño, recibió esta explicación: “La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará. Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo” (Daniel 7:23-25).

Esta es obviamente una referencia a los tiempos del fin e incluye la duración de la gran tribulación de tres años y medio, durante la cual, el cuerno pequeño se adueñará del control de todo el mundo, quitándoselo a los diez reyes. Como Pablo lo confirmó después, él se exaltará a sí mismo sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto (2 Tesalonicenses 2:4). Y como nos lo dice Apocalipsis 13:7, hará guerra en contra de los creyentes de la tribulación y los vencerá.

“Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos” (Daniel 7:9-10).

Pero mientras que el anticristo consolida su poder en la tierra, un Gran Poder está poniendo en movimiento Su plan en el cielo. Se están trazando los lineamientos para la batalla culminante del Planeta Tierra. Los “millones de millones” que le asistían, pueden representar a los ejércitos angelicales. De esta manera Daniel describe una multitud que nadie podía contar, quizás sea una referencia a la iglesia que ha sido raptada. Juan tomó prestada esta ilustración para describir la escena ante el trono en Apocalipsis 5:11.

Observen los tronos en plural. Daniel estaba teniendo un vistazo del fin de los tiempos y mira una insinuación de los tronos de los 24 ancianos. Ninguna de las otras visiones en el Antiguo Testamento del trono de Dios, menciona estos tronos porque todo sucede en un tiempo real. Este pequeño vistazo es un argumento en contra de lo que algunos teólogos sostienen que los 24 tronos están ocupados por un orden no identificado de ángeles que son los que asisten a Dios en el gobierno del Universo. El hecho de que no aparecen en el Antiguo Testamento, pero sí lo hacen cuando el contexto es el fin de la era, implica que otro nivel de gobierno ha sido agregado desde la cruz. Y eso solamente puede ser la Iglesia.

“Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en el fuego. Habían también quitado a las otras bestias su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo” (Daniel 7:11-12)

De vuelta en la tierra, la gran tribulación se resume en dos versículos.

“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”(Daniel 7:13-14).

Y, finalmente, la culminación de la historia humana. El dominio sobre el Planeta Tierra el cual Adán perdió por habérselo entregado a Satanás, ha sido recobrado por el Hijo de Dios, para nunca más perderlo. Él regirá y reinará con Su Iglesia para siempre.

Un período de la historia visto desde la perspectiva humana, como una bella estatua hecha de metales brillantes y preciosos, es descrita por Dios como en realidad lo es, una serie de bestias voraces que oprimen y devoran a la humanidad y se oponen a todo esfuerzo que Dios hace para liberarnos.

Ustedes y yo hemos llegado al final de todo esto. Nosotros no estuvimos presentes para ver su inicio como lo estuvo Daniel, pero de acuerdo a la descripción que nos dejó, estamos en mejor posición de poder reconocer nuestro mundo por lo que es, e identificar correctamente las señales que nos dicen que el fin está cerca. La próxima vez, si Dios quiere, veremos el capítulo 8 y otro modelo del anticristo.

Fuente

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