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El famoso sermón de Jonathan Edwards predicado el 8 de julio de 1741
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El famoso sermón de Jonathan Edwards predicado el 8 de julio de 1741 en Enfield, Connecticut.
Basado en el pasaje de Deuteronomio 32:35: ” Mía es la venganza y la retribución; A su tiempo su pie resbalará, Porque el día de su aflicción está cercano,Y lo que les está preparado se apresura.”
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Jonathan Edwards
“A su tiempo su pie resbalará” (Deuteronomio 32:35).
En este versículo la venganza de Dios amenazaba sobre los israelitas impíos e incrédulos, que eran el pueblo visible de Dios, y quienes vivieron bajo los medios de la gracia; pero quienes no obstante todas los obras maravillosas de Dios para con ellos, permanecieron (como dice el v.28) desprovistos de consejos, no teniendo entendimiento en ellos. De todos los cultivos del cielo, sacaron a luz frutos amargos y venenosos; como en los dos versículos que preceden al texto. -La expresión que he escogido para mi texto, A su tiempo su pie resbalará, parece indicar las siguientes cosas con respecto al castigo y destrucción a que están expuestos estos impios israelitas.
1. Estuvieron siempre expuestos a destrucción; como uno que permanece o camina en lugares resbaladizos está siempre expuesto a la caída. Esto está implicado en la manera de su destrucción cuando viene hacia ellos, estando representada por sus pies resbalando. Lo mismo es expresado en el Salmo 73:18.”Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer.”
2. Implica que estuvieron siempre expuestos a una rápida destrucción repentina. Como el que camina en lugares resbaladizos está expuesto en cada momento a caer, no puede predecir si al siguiente momento permanecerá de pie o caerá; y cuando cae, cae de un sopetón sin advertencia, lo cual está también expresado en el Sal.73:18-19. “Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente!”
3. Otra cosa implicada es, que están expuestos a caer por ellos mismos, sin ser arrojados a tierra por la mano de otro; como aquel que permanece de pie o camina en suelo resbaladizo no necesita otra cosa que su propio peso para caer al suelo.
4. La razón por la que no han caído todavía, ni caen ahora, es solamente porque el tiempo señalado por Dios no ha llegado. Porque se dice que cuando ese esperado tiempo, o momento señalado Ilegue, sus pies resbalarán. Luego se dejarán caer, de la manera en que están inclinados a ello por su propio peso. Dios no lossostendrá ya más en estos lugares resbaladizos, sino que los dejará ir; y luego, en ese mismo instante caerán en destrucción; como aquel que se encuentra en suelos inclinados y resbalosos, o en el filo de un abismo, que no puede mantenerse firme por sí solo; cuando se deja sin apoyo, inmediatamente cae y se pierde.
La observación de estas palabras en las que voy a insistir ahora es ésta: “No hay otra cosa que mantenga a los hombres impíos fuera del infierno en todo momento que el mero placer de Dios.” Por el mero placer de Dios quiero significar su placer soberano, su voluntad arbitraria, no restringida por ninguna obligación, ni impedida por ninguna dificultad, ni ninguna otra cosa; como si la pura voluntad de Dios no tuviera ni un momento,en el menor grado, o en ningún otro aspecto, ningún lugar en la preservación de los impíos. La verdad de esta observación aparece al considerar lo siguiente:
1. Dios no desea en ningún instante hacer muestra de su poder arrojando a los impíos en el infierno. Los manos de los hombres no pueden ser fuertes cuando Dios se levanta; el más fuerte no tiene poder para resistirle, ni puede librarse de sus manos. El no sólo es capaz de arrojar a los impíos en el infierno, sino que puede hacerlo fácilmente. Algunas veces un príncipe terrenal se encuentra con la dificultad de sujetar a un rebelde que ha encontrado medios para fortificarse a sí mismo, y se ha hecho fuerto por el número de sus seguidores. Pero no es así con Dios. No hay Fortaleza que sea defensa contra el poder de Dios.
Aunque mano se una con mano, y una vasta multitud de los enemigos de Dios se combinen y asocien, son fácilmente quebrados en pedazos. Son como grandes montones de paja ligera ante el torbellion; o grandes cantidades de rastrojo seco ante llamas devoradoras. Encontramos fácil pisotear y aplastar un gusano que vemos arrastrarse en la tierra; también es fácil para nosotros cortar o chamuscar un hilo delgado que agarre cualquier cosa; y así es fácil para Dios, cuando le place, arrojar a sus enemigos al infierno. ¿Qué somos nosotros para que permanezcamos de pie frente a El, ante cuya reprensión la tierra tiembla, y las rocas son arrojadas?
2. Ellos merecen ser echados en el infierno; de manera que si la justicia divina se encuentra en el camino, no hay objeción eficaz contra el uso del poder de Dios para destruirlos. Antes, por el contrario, la justicia clama fuertemente por un castigo infinito de sus pecados. La justicia divina dice del árbol que da a luz las uvas de Sodoma, “córtalo, ¿para qué inutiliza también la tierra?” (Luc. 13:7). La espada de la justicia divina está en cada momento blandeada sobre sus cabezas, y no es otra cosa que la misericordia arbitraria y la pura voluntad de Dios que la detiene.
3. Ellos ya están bajo una sentencia de condenación al infierno. No sólo merecen justamente ser arrojados alli, sino que la sentencia de la ley de Dios, esa regla eterna e immutable de justicia que Dios ha fijado entre El y la humanidad, ha ido en su contra, y permanece en su contra; de manera que ya están dispuestos para el infierno. “El que no cree, ya ha sido condenado” (Juan 3:18). De modo que cada inconverso pertenece propiamente al infierno; ese es su lugar; de alli es él. “Vosotros sois de abajo” (Juan 8:23), y allí estáis atados; es el lugar que la justicia, la palabra de Dios, y la sentencia de su ley immutable les han asignado.
4. Ellos ahora son los objetos de ese mismo enojo e ira de Dios que es expresado en los tormentos del infierno. Y la razón por la que no bajan al infierno en cualquier momento, no es porque Dios, en cuyo poder están, no está entonces muy enojado con ellos, como lo está con muchas criaturas miserables que ahora están siendo atormentadas en el infierno, y allí sienten y experimentan el furor de su ira. Si, Dios está más eno-jado con otros tantos que ahora están en la tierra; sí, sin duda lo está con muchos que están ahora en estacongregación, con quienes está airado con más facilidad que con muchos de los que se encuentran ahora en las llamas del infierno. Pero no es porque Dios se haya olvidado de su impiedad ni se resienta por ello la razón por la que no desata su mano y los corta. Dios no es enconjunto como uno de ellos, para ellos su condenación no se duerme; el abismo está preparado, el fuego ya está listo, el horno esta caliente, listo para recibirlos; las llamas se inflaman y arden. La espada resplandeciente está afilada y se sostiene sobre ellos, y el abismo ha abiertosu boca bajo ellos.
5. El diablo esta listo para caer sobre ellos y asirlos para sí; momento que Dios permitirá. Ellos le pertenecen; él tiene sus almas en su posesión y bajo su dominio. La Escritura los representa como sus buenas dadivas (Luc.11:13). Los demonios los vigilan; siempre están a su diestra por ellos; permanecen esperando por ellos como leones hambrientos y codiciosos que ven su presa y esperan tenerla, pero por el momento se retienen. Si Dios retirara su mano, por la cual ellos son restringidos, volarían sobre sus pobres almas. La serpiente antigua los mira con asombro; el infierno abre su amplia boca para recibirlos; y si Dios lo permitiera serían apresuradamente tragados y se perderían.
6. En las almas de los impíos reinan principios infernales que estuvieran actualmente encendidos y llameando en el infierno de fuego si no fuera por las restricciones de Dios. En la naturaleza de cada hombre carnal está colocado un fundamento para los tormentos del infierno. Hay esos principios corrompidos reinando y en plena posesión de ellos, que son la semilla del infierno de fuego. Estos principios son activos y poderosos, excesivos y violentos en su naturaleza, y si no fuera por la mano restringente de Dios pronto estallarían y se inflamarían de la misma manera que loharían las corrupciones y enemistad en los corazones de las almas condenadas, y engendrarían los mismos tormentos que crean en ellos. Las almas de los impíos son comparadas en la Escritura al mar en tempestad (Is.57:20). Por el presente, Dios restringe su impiedad por medio de su gran poder, de la misma manera en que hace con las coléricas ondas del mar turbulento, diciendo, “hasta aquí llegarás y no pasarás;” pero si Dios retirara ese poder restringente, rápidamente se llevaría todo por delante. El pecado es la ruina y la miseria del alma; es destructiva en su naturaleza; y si Dios lo dejara sin restricción no faltaría nada para hacer al alma algo perfectamente miserable. La corrupción del corazón del hombre es inmoderada e ilimitada en su furia; y mientras el impío vive aquí es como un fuego contenido por las restricciones de Dios, que si fuera dejado en libertad atacaría con fuego el curso de la naturaleza; y ya que el corazón es ahora un montón de pecado, de no ser restringido, inmediatamente convertiría el alma en un horno ardiente, o en un horno de fuego y azufre.
7. No es seguridad para los impíos el que en ningún momento haya medios visibles de la muerte a la mano. No es seguridad para un hombre natural el que está ahora en salud ni el que no vea ninguna manera en la que pueda ahora partir inmediatamente de este mundo por algún accidente, ni el que no haya ningú peligro visible en ningún aspecto en sus circunstancias. La experiencia múitiple y continua del mundo en todas lasedades muestra que no hay evidencia de que un hombre no está en el borde de la eternidad, y de que el próximo paso no sea en otro mundo. Lo invisible, el olvido de modos y medios por los que las personas salen súbita- mente del mundo son innumerables e inconcebibles. Los hombres inconversos caminan sobre el abismo del infierno en una cubierta podrida, y hay innumerables lugares tan débiles en esta cubierta que no pueden soportar su peso; lugares que además no se ven a simple vista. Las flechas de la muerte vuelan a mediodía sin ser vistas; la vista más aguda no las puede discerner. Dios tiene tantas maneras diferentes e inescrutables de tomar al impío fuera del mundo y enviarlos al infierno, que no hay nada que haga parecer que Dios tuviera necesidad de estar a expensas de un milagro, o salirse fuera del curso de su providencia, para destruir al impío en cualquier instante. Todos los medios por los que los impíos parten del mundo están de tal manera en las manos de Dios, y tan universal y absolutamente sujetos a su poder y determinación, que no depende sino de la pura voluntad de Dios el que los pecadores vayan en cualquier momento al infierno, el que los medios nunca sean usados o estén involucrados en el caso.
8. La prudencia y el cuidado de los hombres natu- rales para preserver sus propias vidas, o el cuidado de otros para preservarlos a ellos, no les brinda seguridad en ningú momento. De esto dan testimonio la providencia divina y la experiencia universal. Hay la clara evi- dencia de que la propia sabiduría de los hombres no es seguridad para ellos cuando están frente a la muerte; si fuera de otra manera veríamos alguna diferencia entre los hombres sabios y politicos y los demás con respecto a su propensión a una muerte temprana e inesperada; pero ¿cómo es esto en los hechos? “También morirá el sabio como el necio” (Ecl.2:16).
9. Todas las luchas y maquinaciones que los hom- bres impíos usan para escapar del infierno, mientras continúan rechazando a Cristo, permaneciendo así como impíos, no les libra del infierno en ningún momento. Casi todo hombre natural que oye del infierno se adula a sí mismo de que escapará; depende de sí mismo para su seguridad; se lisonjea a si mismo en lo que ha hecho, en lo que está haciendo, o en lo que intenta hacer. Cada quien dispone cosas en su mente sobre cómo evitará la condenación, y se engaña a si mismo planeando su propio bien, y pensando que sus esquemas no fallarán. Ellos oyen sin embargo que son pocos los que se salvan, y que la mayor parte de los hombres que han muerto hasta ahora han ido al infierno; pero cada quien se imagina que planea mejores cosas para su escape que lo que otros han hecho. El no pretende ir a ese lugar de tormento; dice dentro de si que intenta tomar cuidado eficaz, y ordenar las cosas de tal manera que no falle.
Pero los hijos insensatos de los hombres se engañan miserablemente a Si mismos en sus propios esquemas, y en confianza de su propia fuerza y sabiduria; no confían en más que una mera sombra. La mayoria de esos que hasta ahora han vivido bajo los mismos medios de gracia y han muerto, han ido indudablemente al infierno; la razón no es que ellos no eran tan sabios como los que ahora estan vivos; no fue porque no planearon cosas que les aseguraran su escape. Si pudiéramos hablar con ellos, y preguntaries, uno por uno, si ellos esperaban cuando vivos y cuando oian hablar acerca del infierno que serian objetos de esa miseria, indudablemente escucharíamos uno por uno contestar: “No, yo nunca pretendí venir aquí; había dispuesto las cosas de otra manera en mi mente; pensé haber planeado el bien para mi; ideé un buen patrón. Intenté tomar un cuidado eficaz; pero vino sobre mí inesperadamente. No lo esperaba en ese momento y de esa manera; vino como un ladrón. La muerte me burló. La ira de Dios fue demasiado rápida para mi. 0h mi maldita insensatez! Me estaba engañando y agradando con sueños vanos acerca de lo que yo haría en el más allá; y cuando me encontraba diciendo, ‘paz y seguridad,’vino sobre mi destrucción repentina.”
10. Dios en ningún momento se ha puesto bajo ninguna obligación por alguna promesa que haya dado, de mantener al hombre natural fuera del infierno. Ciertamente Dios no ha dado promesas acerca de la vida eterna o de alguna liberación o preservación de la muerte eterna, sino aquellas que están contenidas en el pacto de gracia, las promesas son sí y amén. Pero segu- ramente aquellos que no son hijos del pacto, que no creen en ninguna de las promesas, no tienen interés en las promesas del pacto de gracia, y no tienen interés en el Mediador del pacto. De manera que, aunque alguno haya tenido imagi- naciones y pretensiones acerca de promesas hechas a hombres naturales que buscan con sinceridad, es claro y manifiesto que no importa los dolores que un hombre natural sufra en la religión, ni las oraciones que haga, asta que no crea en Cristo, Dios no está de ninguna anera bajo la obligación de librarlo en ningún momento de la destrucción eterna. De manera que así es que los hombres naturales son tornados en la mano de Dios sobre el abismo del infierno; se han merecido el fiero abismo, y ya están sentenciados a él; Dios ha sido terriblemente provocado, su ira es tan grande hacia ellos como la de esos que están actualmente sufriendo las ejecuciones de la furia de su ira en el infierno, y no han hecho nada en lo más mínimo para apaciguar o disminuir ese enojo, ni está Dios atado en lo más minimo a ninguna promesa de levantarlos en ningún momento.
El diablo está esperando por ellos, el infierno está abierto de par en par para ellos, las llamas se reúnen y centellean a su alrededor, los atraparán y tragarán; el fuego contenido en sus corazones está luchando para estallar; y ellos no tienen ningún interés en ningún mediador; no hay medios al alcance que les puedan servir de seguridad. En resumen, no tienen refugio, nada de que aferrarse; todo lo que los preserva en todo instante es la pura voluntad y la paciencia no pactual ni obligada de un Dios encolerizado.
APLICACION
Este terrible tema puede ser útil para hacer despertar algunas personas inconversas en esta congregación. Esto que has oído es el caso de cada uno de ustedes que se encuentra fuera de Cristo. Ese mundo de miseria, ese lago de azufre ardiente se extiende debajo de ti. Allí está el espantoso abismo de las llamas ardientes de la ira de Dios; alli está la ancha boca del infierno abierta de par en par; y no tienes nada sobre que permanecer en pie, ni nada de donde agarrarte; no hay nada entre ti y el infierno sino sólo el aire; es tan sólo el poder y el puro placer de Dios el que te soporta.
Posiblemente no eres sensible a esto; te ves fuera del infierno, pero no ves la mano de Dios en ello; pero contempla otras cosas, como el buen estado de tu con- stitución corporal, el cuidado de tu propia vida, y los medios que usas para tu preservación. Pero verdaderamente estas cosas son nada; si Dios retirara su mano, ellas no te beneficiarían más en cuanto a evitar tu caída, que lo que hace el delgado aire al sujetar una persona que se suspende en él.
Tu impiedad te hace como si fueras tan pesado como el plomo, y te dirigirá hacia abajo con gran peso y presión directo al infierno; y si Dios te dejara caer, inmediatamente te sumergerías y rápidamente descenderías dentro del golfo sin fondo; y tu constitución saludable, y tu propio cuidado y prudencia, y tu mejor plan, y toda tu justicia, no tendrían más influencia para sujetarte y librarte del infierno, que lo que una tela de araña puede hacer para frenar una roca al caer.
De no ser por el soberano placer de Dios, la tierra no te sostendría un instante porque eres una carga para ella. La creación gime contigo; la criatura está hecha sujeta a la esclavitud de tu corrupción, no para ayudarte voluntariamente a servir al pecado y a Satanás; la tierra no produce su incremento voluntariamente para satisfacer tus pasiones; ni es voluntariamente un escenario sobre el que tus impiedades actúen; el aire no te sirve voluntariamente para mantener la llama de vida de tus órganos vitales, mientras pasas tu vida al servicio de los enemigos de Dios. Las criaturas de Dios son buenas, y fueron hechas para que el hombre sirviera a Dios con ellas, y para que no sirvieran voluntariamente a ningún otro propósito, y para que gimieran cuando eran usadas para propósitos tan directamente contrarios a su naturaleza y fin. El mundo te vomitaría de no ser por la mano soberana de Aquel que lo tiene sujetado en esperanza. Las negras nubes de la ira de Dios están ahora flotando directamente sobre sus cabezas, llenas de terribles tormentas y truenos; y de no ser por la mano restringente de Dios hubieran reventado inmediatamente sobre ti. El placer soberano de Dios, por el presente, detiene su viento agitado; de otro modo vendria con furia, y tu destrucción llegaría como torbellino. Serias como la paja menuda del suelo de trillo del verano.
La ira de Dios es como grandes aguas que están destinadas para el presente; aumentan más y más, y crecen más y más, hasta que la salida sea dada. Y mientras se detenga la corriente, más rápido y poderoso será su curso cuando sean desatadas. Es verdad que el juicio contra tus obras perversas no ha sido ejecutado todavia; los diluvios de la venganza de Dios han sido retenidos; pero tu culpa entretanto está constantemente aumentando, y está cada día atesorando más ira; las aguas están aumentando constantemente, y creciendo más y más poderosas; y no hay nada fuera del puro placer de Dios que refrene las aguas, las cuales no quieren ser detenidas, y presionan duramente para ir hacia adelante. Si Dios tan sólo retirara su mano de la compuerta, se abriría inmediatamente, y los fieros diluvios del furor e ira de Dios empujarian con furia inconcebible, y vendría sobre ti con poder omnipotente; y si tu fuera fuera diez mil veces mayor que lo que es, sí, diez mil veces mayor que la fuerza del más corpulento y robusto diablo en el infierno, no sería nada para resistirla o soportarla.
El arco de la ira de Dios está encorvado, la flecha lista en la cuerda, y la justicia dirige la flecha a tu corazón, y estira el arco, y no es otra cosa que el mero placer de Dios, y el que un Dios airado que sin ninguna promesa y obligación del todo, retiene la flecha de embriagarse con tu sangre. Asi todos los que de ustedes nunca han pasado por un gran cambio de corazón, por el gran poder del Espiritu de Dios sobre sus almas; todos los que de ustedes nunca han nacido de nuevo, ni han sido hechos nuevas criaturas, ni han sido levantados de la muerte en el pecado a un nuevo estado, ni han experimentado la luz y la vida, están en las manos de un Dios airado. Aunque hayan reformado sus vidas en muchas cosas, y hayan tenido afecciones religiosas, y hayan podido mantener cierta forma de religión con sus familiares y cercanos, y aún en la casa de Dios, no es otra cosa que Su mero placer que los preserva de ser consumidos en la destrucción eterna. No importa cuán poco convencidos estén ahora de la verdad que oyen, a su tiempo estarán plenemente convencidos de ella. Aquellos que han partido estando en las mismas circunstancias en que están ustedes, ven que asi fue con ellos; porque la destrucción vino bruscamente sobre la mayoría de ellos; cuando no la esperaban, y mientras esta- ban diciendo, ‘paz y seguridad.’Ahora ven, que esas cosas en las que dependían para la paz y la seguridad, no eran más que un aire delgado y una sombra vacia. El Dios que te sostiene sobre el abismo del infierno, mas que uno que sostenga una araña, o cualquier insecto asqueroso sobre el fuego, te aborrece, y ha sido terriblemente provocado. Su ira hacia ti se enciende como fuego; te ve como digno, pero no para otra cosa que para ser echado en el fuego; es tan puro de ojos que no puede mantenerte a su vista; eres diez mil veces más abominable a sus ojos que lo que la serpiente venenosa más odiada es a los nuestros. Le has ofendido infinitamente más que lo que un rebelde obstinado ofende a su principe; y sin embargo, no es otra cosa que su mano la que te sostiene de caer en el fuego en cualquier momento. No debe ser atribuido a nadie más el que no hayas ido al infierno la última noche; el que hayas sufrido otra vez el despertar en este mundo, después de haber cerrado los ojos para dormir. Y no hay otra razón que dar de por qué no has caído en el infierno desde que te levantaste en la mañana, que el hecho de que la mano de Dios te ha sostenido. No hay otra razón que dar de porq ué no has ido al infierno, desde que te sentaste aqui en la casa de Dios, provocando sus ojos puros por tu modo pecaminoso e impío de atender a su solemne adoración. Si, no hay otra cosa que dar como razón de por qué no caes en el infierno en este preciso momento. Oh, pecador, considera el terrible peligro en que estás. Es sobre un horno de ira, un abismo amplio y sin fondo, lleno del fuego de la ira, en el que estás soportado por la mano de Dios, cuya ira ha sido provocada e inflamada tanto contra ti, como contra muchos de los ya condenados en el infierno. Cuelgas de un hilo delgado, con las llamas de la ira divina destelleando alrededor, y listas en todo momento para chamuscarlo y quemarlo en dos; y no tienes interés ni por un instante en ningún Mediador, ni en nada en qué aferrarte para salvarte a ti mismo, ni para librarte de las llamas de la ira. Ni siquiera hay algo en ti, nada de lo que hayas hecho ni puedas hacer, para inducir a Dios a per- donarte. Por eso te pido que consideres los siguientes puntos de modo más particular:
1. Mira de quien es la ira. Es la ira de un Dios infinito. Si fuera solamente la ira de un hombre, aunque fuera la del príncipe más poderoso, sería comparativamente pequeña para ser considerada. La ira de reyes es mucho más terrible, especialmente la de monarcas absolutos, que tienen las posesiones y las vidas de sus súbditos enteramente en su poder para disponer de ellas a su mera voluntad. “Como rugido de cachorro de león es el terror del rey; el que to enfurece peca contra sí mismo” (Prov.20:2). El súbdito que se encoleriza mucho contra un príncipe arbitrario, está expuesto a sufrir los tormentos más extremos que el arte humano puede inventar o que el poder humano puede infligir. Pero las más grandes potestades terre- nales, en su mayor majestad y fuerza, cuando están vestidos de sus más grandes terrores, no son mas que gusanos débiles y despreciables de la tierra en comparación al Gran y Todopoderoso Creador y Rey del cielo y a tierra. Es en realidad poco lo que ellos pueden hacer n el momento en que ellos están más encolerizados, y cuando han ejercido el extremo de su furia. Todos los reyes de la tierra son como langostas ante Dios; son nada y menos que nada; tanto su amor como su odio son tornados en poco. La ira del gran Rey de reyes es tanto más terrible que la de ellos, como lo es su majestad. “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y duspués nada máss pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed” (Luc. 12:4,5).
2. Es a la furia de su ira a la que estás expuesto. A menudo leemos de la furia de Dios; como en Is.59:18. “Como para retribuir con ira a sus enemigos, y dar el pago a sus adversarios.” Así también Is.66:15. “Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su represión con llama de fuego.” Y en muchos otros lugares. También Ap.19:15; allí leemos de “el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.” Las palabras son en extremo terribles. Si solamente se hubiera dicho, “la ira de Dios,” los términos implicarían algo infinitamente terrible; pero es “el furor y la ira de Dios.” iLa furia de Dios! ¡el furor de Jehová! ¡Oh, cuán terrible debe ser eso! ¿Quién puede pronunciar o concebir lo que estas expresiones implican en sí mismas? Pero además, “el furor y la ira del Dios Todopoderoso.” Como si hubiera una gran manifestación de su poder omnipo- tente en lo que el furor de su ira realiza; como si la omnipotencia estuviera encolerizada y ejercida de tal manera que los hombres no pueden ejercer su fuerza en contra del furor de su ira. Oh! entonces, ¡cuál será la consecuencia! ¡Qué será de aquellos pobres qusanos que la sufrirán! ¿Quién tendrá manos fuertes para esto? ¿Qué corazón la podrá resistir? ¡A qué terrible, indecible, inconcebible profundidad de miseria está sumergida la pobre criatura que esté sujeta a esto! Considera esto, tú que estás aqui presente, y aún permaneces en un estado no regenerado. Que Dios eje- cutará el furor de su enojo, implica, que El infligirá su ira sin piedad. Cuando Dios observe la extremidad inefable de tu caso, y vea tu tormento estar tan vastamente desproporcionado a tu fuerza, y vea cómo tu pobre alma es molida, y se hunde como si estuviera en tinieblas infinitas; no tendrá compasión de ti, no contenderá las ejecuciones de su ira, y ni siquiera aligerará su mano no habrá moderación ni misericordia, no apaciguará su viento agitado; no tendrá cuidado de tu bienestar, ni será en ningún sentido cuidadoso, a menos que sufras mucho más en cualquier otra manera, que lo que sufrirías con lo que la justicia estricta requiere. Nada será retenido por el hecho de que sea demasiado fuerte de sobrellevar. “Pues también yo procederé con furor; no perdonará mi ojo, ni tendré misericordia; y gritarán a mis oídos con gran voz, y no los oiré (Ez.8:18). Ahora Dios está presto a tener piedad de ti; este es un día de misericordia; puedes gritar ahora con el aliento de obtener misericordia. Pero cuando el día de misericordia pase, tus gritos y chillidos de lamento y dolor serán en vano; estarás enteramente perdido y alejado de Dios, como para que nadie se interese en tu bienestar. Dios no tendrá otra cosa que hacer contigo que ponerte a sufrir miseria; no continuarás en existencia para otro fin que no sea ese; porque serás un vaso de ira preparado para destrucción; y no habrá otro uso para este vaso, que ser llenado a plenitud de ira. Dios estará tan lejos de tener piedad de ti cuando grites, que se dice que solamente “reirá y se burlará” (Prov.1:25,26ss).
Cuán terribles son esas palabras, las cuales proceden del gran Dios, “los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas” (Is.63:3). Es quizás imposible concebir otras palabras que expresen con más claridad la idea de despre- cio, odio, y furia de indignación. Si clamas a Dios para que tenga piedad de ti, El estará tan lejos de hacer tal cosa en tu doloroso caso, o de mostrarte ningún cuidado o favor, que, en lugar de ello, te hollará bajo sus pies. Y aunque sabrá que no podrás sobrellevar el peso de la omnipotencia sobre ti, no tendrá consideración, sino que te aplastará bajo sus pies sin misericordia; hará volar tu sangre al molerte, y salpicará sobre sus vestidos, de tal manera que manchará todas sus ropas. No sólo te odiará, sino que te tendrá bajo el desprecio más extremo; no habrá otro lugar más adecuado para ti que el estar bajo sus pies, ser pisoteado como el fango de las calles.
3. La miseria a la que estás expuesto es aquella que Dios infligrá con el fin de mostrarte lo que la ira de Jehová es. Dios ha tenido en su corazón el mostrar a los ángeles y a los hombres cuán excelente es su amor, y también cuan terrible es su ira. Algunas veces los reyes terrenales tienen en mente mostrar cuán terrible es su ira, por los castigos extremos que ejecutan en contra de aquellos que le provocan. Nabucodonosor, ese monarca poderoso y orgulloso del imperio caldeo, estuvo presto a mostrar su ira cuando se encolerizó contra Sadrac, Mesac y Abednego; y de esa manera dió orden de que el fiero horno ardiente fuera calentado siete veces más de como estaba. Sin duda, fue levantado al grado más extremo de furor que el arte humano podia levantar.
Pero el gran Dios está también presto a mostrar su ira, y magnificar su terrible majestad y omnipotencia, en los sufrimientos extremos de sus enemigos. “¿Y qué, si Dios, querien domostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción?” (Rom.9:22). Y viendo que ésta es su diseño, aquello que El ha determinado, mostrar cuán terrible es la ira, la furia y el furor de Jehová cuando no es refrenada, El lo llevará a cabo. Sucederá ante un tes- tigo algo que será espantoso. Cuando el gran Dios airado se haya levantedo y ejecutado su terrible venganza sobre el pobre pecador, y cuando el miserable esté sufriendo el peso y el poder infinito de su indignación, entonces Dios llamará al universo completo para que contemple esa terrible majestad y omnipotencia que será vista en elia. “Y los pueblos serán como cal quemada; como espinos cortados serán quemados con fuego. Oíd, los que estáis lejos, lo que he hecho; y vosotros los que estáis cerca, conoced mi poder. Los pecadores se asombraron en Sión, espanto sobrecogió a los hipóritas” (Is.33:12-14). Asi sera con aquellos de ustedes que están en un estado de no conversion, si continuán en él. El poder infinito, la majestad y lo terrible del Dios omnipotente será magnificado sobre ti, en la inefable fuerza de tus tormentos. Serás atormentado en la presencia de los san- tos ángeles, y en la del Cordero; y cuando te encuentres en ese estado de sufrimiento, los habitantes gloriosos del cielo irán y verán el terrible espectáculo, para que puedan ver lo que es la ira y el furor del Todopoderoso; y cuando lo hayan visto, caerán y adorarán es gran poder y majestad. “Y de mes en mes, y de día de reposo, en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mi, dijo Jehová. Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre” (Is.66:23-24).
4. Es una ira eterna. Sería terrible sufrir este furor y esta ira del Dios Todopoderoso por un momento; pero debes sufrirla por toda la eternidad. No habrá fin para esta aguda y horrible miseria. Cuando mires hacia delante, verás un largo para siempre, una duración infinita ante ti, la cual tragará tus pensamientos, y sor- prenderá tu alma; y estarás absolutamente desesperado de no tener liberación, de no tener fin, de no mitigar, de no tener reposo del todo. Conocerás ciertamente que deberás consumirte luchando contra esta venganza todopoderosa y ausente de misericordia durante largas edades, millones de millones de edades. Y cuando así lo hayas hecho, cuando esas tantas edades hayan pasado sobre ti de esa manera, conocerás que eso es sólo un punto de lo que queda. De manera que tu castigo será verdaderamente infinito. ¡0h, quién puede expresar cuál es el estado del alma en tales circunstancias! Todo lo que podamos decir acerca de ello solamente da una rep- resentación muy débil; es inexpresable e inconcebible, porque “¿quién conoce el poder de la ira de Dios?”
¡Cuán terrible es el estado de esos que diariamente y a cada hora están en peligro de esta gran ira y miseria infinita! Pero ese es el lúgubre caso de cada alma en esta congregación que todavia no ha nacido de nuevo, no importa cuán moralistas, estrictos, sobrios y religiosos puedan ser. ¡Oh, si tan sólo consideraras esto, ya seas joven o viejo! Hay razón para pensar, que hay muchos ahora en esta congregación oyendo este discurso, que eventualmente serán sujetos de esta miseria por toda la eternidad. No sabemos quiénes son, ni en qué asientos están, ni qué pensamientos tienen ahora. Puede que ahora están cómodos, y oigan todas estas cosas sin mucha turbación, y están ahora engafidndose a sí mis- mos de que ellos no son esas personas, prometiéndose también que escaparán. Si conociéramos de una per sona, sólo de una en esta congregación, que fuera sujeto de esta miseria, ¡qué terrible sería pensar en ello! Si supiéramos quíen es, ¡qué vista más terrible fuera el mirar a tal persona! ¡Cómo surgiría un grito de lamento amargo por él de parte del resto de la congregación! Pero ¡ay! en lugar de uno, ¡cuántos de ustedes recor- darán este discurso en el infierno! Sería un milagro si algunos de los que están ahora presentes no se encontraran en el infierno dentro de poco tiempo, o antes de que este año termine. Y no seria un milagro si algunas personas, de las que ahora están aquí sentadas en algunos asientos de esta casa de reunión, en salud, qui- etos y seguros, se encuentren allí antes de mañana en la mañana. Aquellos de ustedes que continúen en un estado natural, que piensen que serán librados del infierno más tiempo, ¡estarán allí en poco tiempo! su condenación no se tarda; vendrá velozmente, y, con toda probabilidad, muy prontamente, sobre muchaos de ust- edes. Ustedes tienen razón al admirarse de que no están ya en el infierno. Es dudoso el caso de algunos que ust- edes han visto y conocido, que nunca merecieron el infierno más que ustedes, y que una vez parecieron igualmente estar vivos como ustedes.
Su caso ha per- dido toda esperanza; ahora están gritando en extrema miseria y perfecta desesperación; pero ustedes están aquí en la tierra de los vivientes, en la casa de Dios, y tienen una oportunidad de obtener salvación. ¡Qué no darían esas pobres, condenadas y desesperanzadas almas por un día de oportunidad como el que ahora disfrutas! Y ahora tienes una oportunidad extraordinaria, un día en el que Cristo tiene ampliamente abierta la puerta de la misericordia, permanece allí llamando, y gritando con alta voz a los pobres pecadores; un día en el que muchos están uniéndose a El, y apresurándose a entrar en el reino de Dios. Muchos vienen diariamente del este, oeste, norte y sur; muchos que estuvieron últimamente en la misma condición miserable en que están ustedes, y que ahora están en un estado de alegría, con sus cora- zones llenos de amor por aquel que los amó y los lavó de sus pecados con su propia sangre, y se gozan en la esperanza de la gloria de Dios.¡Cuán terrible será ser echado a un lado en aquel día! ¡Ver a tantos festejando, mientras te estás consumiendo y pereciendo! !Ver a tantos regocijándose y cantando con gozo del corazón, mientras tienes motivo para lamentarte con pena inte- rior, y clamar a gritos con vejación del espíritu! ¿Cómo pueden descansar aun un momento en tal condición? ¿No son sus almas tan preciosas como las almas de la gente de Suffield (un pueblo de las inmediaciones) que están yendo a Cristo día tras día? No hay muchos de ustedes aqui que han vivido un largo tiempo en el mundo, y hasta este día no han nacido de nuevo? y son así extranjeros de la nación de Israel, y no han hecho otra cosa desde su existencia que atesorar ira en contra del día de la ira?
Oh, señores, su caso, en una manera especial, es peligroso en extremo. Su culpa y dureza de corazón es extremadamente grande. No ven ustedes cómo generalmente las per- sonas de su edad son pasados por alto y dejados en el notable presente y maravillosa dispensación de la mis- ericordia de Dios? Tienen necesidad de considerarse a ustedes mismos, y despertar por completo del sueño. No pueden Ilevar la carga del furor y la ira del Dios infinito. Y ustedes, hombres y mujeres jóvenes, negarán esta preciosa época que ahora disfrutan, cuando tantos otros de su edad están renunciando a todas las vanidades juveniles, y yendo a Christo? Tienen ahora una oportunidad extraordinaria; pero si la rechazan, les pasará como a esas personas que gastaron todos los días preciosos de su juventud en el pecado, y ahora han pasado a un estado de ceguera y endurecimiento. Y ustedes, hijos, que están sin convertir, no saben que van al infierno, a sobrellevar la terrible ira de ese Dios, que ahora está enojado contigo cada día y noche? Estarán ustedes con- tentos de ser hijos del diablo, cuando tantos otros niños en la tierra están convertidos, y han venido a ser los hijos santos y alegres del Rey de reyes? Que cada uno que esté sin Cristo, y colgando sobre el abismo del infierno, ya sea anciano o anciana, de mediana edad, joven o niños, oigan ahora los fuertes llamados de la palabra y la providencia de Dios. Este año aceptable del Señor, un día de tanto favor para algunos, será sin lugar a dudas un dia de notable venganza para otros. Los corazones de los hombres se endurecerían, y su culpa se incrementaría aprisa en un día como éste, si niegan salud a sus almas. Nunca hubo tanto peligro para estas personas de ser entragadas a la dureza de corazón y ceguera de mente. Dios ahora parece estar reuniendo apresuradamente a sus escogidos de todas partes de la tierra; y probablemente la mayor parte de los adultos que se salvarán, serán traídos dentro de poco tiempo, y será como el gran repartimiento del Espíritu sobre los judios en los días de los apóstoles. Los elegidos obtendrán la salvación, y el resto será cegado. Si éste fuera tu caso, maidecirás este día eternamente, y maldecirás el dia en que naciste al ver el tiempo de repartimiento del Espíritu, y desearás haber muerto e ido al infierno antes de haberlo contemplado. Ahora, indudablemente, como lo fue en los dias de Juan el Bautista, el hacha está colocada de una manera extraordinaria a la raíz de los árboles, para que todo árbol que no dé buen fruto, sea cortado, y arrojado al fuego. Por tanto, que todo aquel que esté sin Cristo, despierte ahora y huya de la ira por venir. La ira del Dios Todopoderoso se cierne ahora sobre una gran parte de esta congregación. Que cada uno huya de Sodoma: “Dense prisa y escapen por sus vidas; no miren tras sí, escapen al monte, no sea que perezcan.”
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Jonathan Edwards como pastor, Parte 1
¿Quién era Jonathan Edwards?
Era un hijo de Adán por naturaleza.; bisnieto de un hombre inglés (William Edwards) y llevado a los Estados Unidos por su madre y su padrastro británico que, junto con otros santos, buscaban poder adorar a Dios conforme a Su Palabra. Estas personas vivieron en Hartford, Connecticut. Su pastor era Thomas Hooker, un conocido puritano de Nueva Inglaterra. El abuelo de Jonathan (Richard Edwards) nació en Hartford y llegó a ser un próspero hombre de negocios; y, lo que es más, era temeroso de Dios, a pesar de (o, quizás debido a) tener una esposa que sufría de una enfermedad mental. El padre de Jonathan, Timothy Edwards, tenía a su padre en alta estima, pero llegó un momento en que tuvo que testificar contra la infidelidad de su propia madre. Su padre estudió en Harvard, se graduó con buenas notas y, posteriormente, se instaló en el pueblo de East Windsor, Connecticut, donde fue pastor. Timothy se casó con Esther Stoddard, hija de Solomon Stoddard, pastor de Northhampton, Massachusetts, muy conocido en aquel tiempo. Los Stoddard eran de clase social alta, pero sobre todo eran personas que seguían al Señor conforme a la luz que tenían, confiando solo en Él para su justificación y su esperanza de vida eterna.
Jonathan nació el 5 de octubre de 1703 en East Windsor. Tenía cuatro hermanas mayores que él y seis menores. Era el único hijo varón de la familia. Debió haber recibido bastante atención, pero hay razones para creer que sus padres no querían que fuese un hombre consentido y malcriado. Recibió una buena educación.
En cuanto a su crianza, Timothy Edwards (padre de Jonathan) servía como pastor y además era tutor. Tenía fama como tal, porque sus estudiantes siempre estuvieron bien preparados para entrar en la universidad. Enseñó a su propio hijo que era un niño precoz. Cuando Jonathan comenzó sus estudios, lo que llamaríamos estudios universitarios, ya sabía mucho de latín, griego y hebreo. Todavía no había cumplido los trece años, cuando comenzó dichos estudios en septiembre de 1716.
Además de la disciplina de los estudios formales, Jonathan habría observado atentamente todo lo que su padre tenía que hacer y sufrir, enfrentar y llevar, en su oficio de pastor. Asimismo, es probable que tuviera contacto con muchas de las visitas que pasaron por aquel pueblo. Seguramente vería los gozos del ministerio y, a la vez, quizás también algunas de las dificultades. Al parecer, su padre enseñaba como tutor, porque su sueldo no era suficiente para suplir todas las necesidades de su familia. Con todo, es evidente que Edwards no vio nada que le empujara a huir del ministerio. A la larga, y siendo aún joven, anhelaba pregonar la grandeza de Dios y aceptó la responsabilidad de pastor.
Estudió en un colegio/universidad que, con posterioridad, se llamó Yale. Terminó su bachillerato en mayo de 1720 (tenía 16 años) y fue el estudiante con mejores notas. Como era la costumbre, le tocó dar un discurso en una reunión de reconocimiento de los graduados, en septiembre del mismo año.
A continuación hizo su “maestría”, terminando sus estudios en mayo de 1722 y presentó el equivalente de lo que denominamos “tesis” que fue aprobada poco antes de que cumpliera los veinte años.
Durante el tiempo en que cursó sus estudios graduados tuvo una experiencia de conversión, una transformación en su manera de pensar y sentir, una nueva vida y un nuevo rumbo. Volveremos a ese asunto más adelante.
Desde el 10 de agosto de 1722 hasta abril de 1723, vivía y predicaba en una iglesia presbiteriana de habla inglesa, en la ciudad de Nueva York.
Sirvió como pastor en Bolton, Connecticut, desde el 11 de noviembre de 1723 hasta mayo de 1724 (solo tenía veinte años). En mayo de 1724, fue elegido tutor en Yale y dejó su posición como pastor en Bolton, para desempeñar dicho puesto.
En agosto de 1726, la Iglesia de Northampton, Massachusetts, que su abuelo materno, Solomon Stoddard, había pastoreado durante cincuenta años, le pidió que viniera para ayudar al pastor Stoddard. Edwards renunció a su posición como tutor y, en octubre de 1726, comenzó un tiempo de prueba para que la congregación pudiera conocerle como persona y como predicador.
En 1727, el día 15 de febrero, Jonathan fue ordenado pastor asistente en la Iglesia Congregacionalista de Northampton, Massachusetts. Tenía veintitrés años. En julio de ese mismo año se casó con una joven de diecisiete, Sarah Pierrepont, piadosa y de buen nombre, hija de pastor. Hay libros escritos sobre la esposa de Edwards, y creo que todo el mundo está de acuerdo en que él pudo servir como lo hizo por la gracia de Dios, y porque Él le dio una mujer extraordinaria1.
Experiencia de conversión
Hasta ahora hemos considerado unos hechos relativos a aspectos más superficiales de la vida de Edwards, con el fin de obtener un contexto histórico de este hombre de Dios. Pero, se supone que debo hablar de él como pastor.
Lo más importante en un pastor es que sea verdaderamente un hombre de Dios, un hombre piadoso. Es cierto que, en la historia de la iglesia, también ha habido Judas, y que Él puede usar incluso a una burra para expresar su palabra. Sin embargo, por lo general, son hombres llenos del Espíritu de Cristo cuya influencia entre el pueblo del Señor es duradera; como aquellos hombres que vivieron y murieron en la fe dada una vez y para siempre a los santos. Dios manda a los pastores que le amen a Él (como vemos en las palabras de Jesús a Pedro en Juan 21); que cuiden de sí mismos y que sigan la fe, el amor y la santidad. Edwards es un ejemplo de este tipo de pastor.
Aunque no se convirtió hasta el verano de 1721, a la edad de diecisiete años, nunca vivió una vida escandalosa. Tenía una conciencia sensible. A los ocho años y medio, hizo una choza en un pantano donde pudiera ir a orar. A pesar de ello, como testificaría más tarde, no tenía paz con Dios. De hecho, le molestó pensar en su soberanía por encima de todas las cosas y que la salvación dependiera solamente de Él. Pero, en la gracia de Dios, el Espíritu le abrió los ojos mediante la lectura y la meditación de 1 Timoteo 1:17, y su vida cambió para siempre.
En la biografía de Edwards (p. 35) obra de Iain Murray, se afirma que la declaración más importante que escribió sobre sí mismo es la que vemos en su Personal Narrative (que se halla en la vida de Jonathan Edwards preparada por su bisnieto Sereno Dwight). En ella, Edwards escribe:
«El primer ejemplo que recuerdo de esa clase de deleite interno y dulce en Dios, y en las cosas divinas en las cuales he vivido mucho después, fue cuando leí esas palabras (1 Timoteo 1:17): “Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Mientras leía, las palabras entraron en mi alma y en ella se difundió un sentido de la gloria del Ser Divino; un nuevo sentido, muy diferente a cualquier otra cosa que hubiera experimentado antes. Jamás había visto unas palabras de las Escrituras como aquellas. Pensé:
“¡Cuán excelente Ser es Él y cuán feliz sería yo si pudiera disfrutar de Dios, y ser arrebatado a Él en el cielo, quedar para siempre como absorto en Él!”. Me repetía a mí mismo una y otra vez aquellas palabras, y era como si las cantara. Entonces empecé a orar a Dios pidiéndole que pudiera disfrutar de Él. Fue una oración muy distinta a las que solía hacer, con un nuevo tipo de afecto. Pero mi mente no captó que hubiera algo espiritual en aquella experiencia o algo relativo a una naturaleza salvadora.
“Desde ese tiempo en adelante, comencé a tener una nueva clase de entendimiento e ideas sobre Cristo y la obra de redención, así como de la manera gloriosa de la salvación efectuada por Él. A veces, un sentido interior y dulce de estas cosas entraba en mi corazón, y mi alma era dirigida hacia agradables percepciones y contemplaciones de ellas. Mi mente solo pensaba en pasar mi tiempo en la lectura y la meditación de Cristo, en la hermosura y excelencia de Su persona y en el camino precioso de la salvación, por gracia y libre en Él. Los mejores libros eran aquellos que trataban de estos asuntos. Las palabras de Cantares 2:1no se apartaban de mí: “Yo soy la rosa de Sarón, y el lirio de los valles”. Me parecían una dulce representación de la hermosura y la belleza de Jesucristo. Todo el libro de Cantares me resultaba agradable y pasé mucho tiempo leyéndolo […]. El sentido que tenía de las cosas divinas me provocaba, con frecuencia, un ardor en el corazón que no sé como expresar2».
Asimismo, testificó:
«Caminé solo en los pastos de mi padre, por un lugar solitario, para tener un tiempo de contemplación. Y al ir caminando por allí y mirando hacia el cielo y las nubes, me vino a la mente una dulce sensación de la gloriosa majestad y la gracia de Dios que no sabría explicar. Me pareció verlas en dulce unión: majestad y mansedumbre unidas. Fue dulce, apacible, y santo; una inmensa dulzura, una elevada nobleza, grande y santa.
“El aspecto de todo quedó alterado: parecía existir una calma, una dulce mirada o una apariencia de la gloria divina, sobre casi todas las cosas. La excelencia de Dios, Su sabiduría, Su pureza y Su amor, parecían estar en todo: en el sol, la luna y las estrellas; en las nubes y en el cielo azul; en la hierba, las flores y los árboles; en el agua y en toda la naturaleza […] que se me quedó grabada por largo tiempo en la mente. Solía sentarme, a menudo, a contemplar la luna durante largo rato, y dedicaba gran parte del día observando las nubes y el cielo, para poder contemplar la dulce gloria de Dios en ellos. Mientras tanto, iba cantando en voz baja mis meditaciones sobre el Creador y Redentor3″.
Hermanos, si una persona profesa ser cristiana, pero no tiene tiempo o no se toma el tiempo de contemplar la creación con admiración, existe un serio problema. Los pastores hemos de ser ejemplos en este asunto. Al parecer, Edwards nunca perdió su deseo de salir fuera y contemplar las obras de Dios en la creación. A la vez que reconocemos las ventajas de los aparatos celulares y del Internet, tenemos que lamentar que, en la mayoría de los casos, esos aparatos de la tecnología moderna tienen a la gente fascinada, estupefacta, encantada, embelesada, embobada, etc., con cosas que carecen de valor espiritual y eterno. No consideran los cielos como el salmista ni consideran los lirios y las aves como nuestro Señor.
El Señor, sus palabras y sus obras deben fascinarnos.
Pero, como conclusión de esta primera observación, diremos que Jonathan Edwards fue un pastor fiel por la gracia de Dios que lo llamó. En él podemos ver los rasgos de un hombre que ama a Dios.
La bendición de una esposa piadosa
Además de pensar en su experiencia de conversión, podemos considerar otras muchas cosas en relación con él como pastor.
En otro estudio analizaremos algo de su vida de contemplación, de estudio, de reflexión y de vivir en la presencia de Dios. Tenía su tiempo de oración en privado, y el que compartía con la familia. No escribió ninguna de sus oraciones; ni las privadas ni las familiares, y esto es algo que entendemos. Sin embargo, tampoco escribía las que hacía en la adoración, aunque muchos pastores sí tenían costumbre de hacerlo. Sus oraciones públicas salían de su corazón y en una forma que, muchas veces, dejaron una profunda impresión en aquellos que lo oyeron.
En conexión con lo anteriormente mencionado, pienso en su disciplina, en su propia vida y en su familia. En cuanto al hogar, Jonathan Edwards pudo contar con una mujer que cooperaba por completo. No cabe duda del amor que existía entre ellos. A veces salían por las tardes, a caballo, para conversar y compartir.
Edwards se había fijado en ella cuando solo contaba con trece años y escribió sobre su reputación:
«Dicen que hay una joven en New Haven, amada por ese Ser Todopoderoso que creó y gobierna el mundo y que, en momentos concretos, de alguna manera invisible u otra, viene a ella y le llena la mente con gran placer, de tal manera que apenas se preocupa de nada que no sea meditar en él. Ella espera, después de un tiempo, ser recibida arriba donde Él está; ser levantada del mundo y llevada al cielo, con la completa seguridad de que Él la ama demasiado para quedarse por siempre a una distancia de Él. Allí vivirá con Él, encantada con Su amor y deleite para siempre. Por tanto, si se le presenta el mundo con el más rico de sus tesoros, no lo tiene en cuenta ni se preocupa de esas cosas, ni se conmueve por cualquier dolor o aflicción. Posee una extraña dulzura en su mente, y una pureza singular en sus afectos. Es sumamente justa y concienzuda en todos sus actos y no se la puede persuadir para que haga algo malo o pecaminoso ni siquiera a cambio de todo lo que uno pudiera darle, ya que no quiere ofender a ese gran Ser. Su dulzura es maravillosa, su calma y su benevolencia universales, especialmente después de esas temporadas en las que este gran Dios se ha manifestado a su mente. A veces va de un lugar a otro, cantando dulcemente, y parece estar siempre llena de alegría y placer, sin que nadie sepa por qué. Le encanta estar sola y caminar por los campos, en las montañas, y parece que alguien invisible está siempre conversando con ella4».
Su diligencia en cuidar de su casa y su piedad delante de Dios han sido objetos de testimonio de muchos, tanto de visitas como de personas que vivían con ellos.
Poco antes de morir, estando él en New Jersey y ella todavía en Massachusetts, Edwards dijo a una de las hijas que estaba con él: “…parece ser la voluntad de Dios que pronto tenga que dejarles; por tanto, transmite mi amor más cariñoso a mi amada esposa, y dile que confíe en que la unión inusual (poco común, en inglés ‘uncommon’) que hemos tenido durante tanto tiempo, ha sido de tal naturaleza que ha de ser espiritual y, por tanto, continuará para siempre. Espero que se sienta sostenida en esta prueba tan grande y que se someta gozosamente a la voluntad de Dios5”.
El Señor bendijo su unión matrimonial con once hijos (ocho hijas y tres varones). Todos nacieron bien y no perdieron ningún bebé por aborto espontáneo ni en el momento de su nacimiento.
Con una familia tan grande, su esposa necesitaba ayuda y, conforme a la costumbre de ese tiempo, Edwards tenía siervos (esclavos) para que asistieran a su esposa en la casa y trabajaran en los terrenos que la iglesia había provisto. Los criados adoraban con la familia, tanto en la casa como en la iglesia.
Fue una gran bendición del Señor el proporcionarle una esposa tan extraordinaria. Como opinó un biógrafo serio —y probablemente muchos han creído lo mismo—, es muy posible y aún probable que, sin ella, yo no estaría escribiendo sobre él ahora. Hay unos cuantos hombres que podrían servir mucho mejor en el reino del Señor si tuvieran una mujer parecida a la de Edwards. Algunas mujeres, por su carácter defectuoso en unas áreas, su lengua suelta y/o por su manera descuidada (o atrevida) de vestir y de comportarse, estorban grandemente cualquier influencia santa que sus esposos pudieran tener como líderes. Todo esto nos hace entender cuán importante es que un hombre de Dios ponga sumo cuidado a la hora de escoger a una esposa, y la relevancia de que esta sea una ayuda idónea para él. Estas son cosas por las que hay que orar.
Por supuesto, cada creyente, sea hombre o mujer, debe vivir una vida piadosa, dedicada a Dios, tener cuidado en la selección de su cónyuge y cumplir debidamente con sus deberes.
La piedad de Jonathan y Sarah Edwards es digna de imitar.
Notas
1. Existe un interesante libro sobre ella: Marriage to a difficult man, por Elizabeth Dodds.
2. Citada en Iain Murray, véase la bibliografía, páginas 35, 36; traducción de NDV
3. De Personal Narrative, aunque no sé quién hizo la traducción; la encontré en http://mestizaenamor.blogspot.com/2010/05/narracion-personal-de-jonathan-edwards.html
4. Citada en Iain Murray, véase la bibliografía, página 92; traducción: Google y NDV
5. Citada en varios libros; traducción NDV
Bibliografía selecta.
Existen unas cuantas biografías de Edwards, algunas escritas por creyentes que amaban o aman su fe, y otras por personas que, como humanistas, tratan de explicar su fe y su vida desde su propio punto de vista, aun no estando de acuerdo con la fe bíblica (evangélica y calvinista) de Edwards.
Las obras más provechosas que recomiendo son:
Murray, Iain H., Jonathan Edwards – A New Biography (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1987). Esta es la obra que más estimo junto con la biografía de Sereno Dwight, bisnieto de Edwards.
Dwight, Sereno, Life of President Edwards. La biografía que he leído se encuentra en el tomo I de esta próxima obra. Incluye la narración personal de Edwards.
The Works of Jonathan Edwards, en dos tomos, revisado y corregido por Edward Hickman (1834); (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1974; reprinted 1976). Estos dos tomos contienen los sermones y los escritos más conocidos. Son de mucho provecho.
La Universidad de Yale mantiene una página web con muchos recursos: http://edwards.yale.edu/
Dios les bendiga Este mensaje es un regalo muy apreciado
por los que son de Dios. Amen. Dios les bendiga. Waleska
ME AGRADARÍA CONOCER SI UDS. DISPONEN DE LA VENTA DE LOS DOS TOMOS DE LA BIBLIOGRAFÍA DE JONATHAEDWARDS EN ESPAÑOL PORQUE SON MUCHOS LOS CRISTIANOS LATINOS QUE DESEAMOS TENER EN NUESTRA BIBLIOTECA PARTICULAR ESTOS TOMOS CONCERNIENTES A LA VIDA EDWARDS JONATHAN.
https://www.google.com/url?q=http://www.iglesiareformada.com/las_obras_jonathan_edwards_1.pdf&sa=U&ei=IQZ1U_i7EumysASEyoCgAQ&ved=0CCAQFjAA&usg=AFQjCNEFsrH55R4EYKCfYF1CnSZQCWdtNg
TOMO 1
https://www.google.com/url?q=http://hopefaithprayer.com/books/The_Works_of_Jonathan_Edwards_Volume_Two.pdf&sa=U&ei=zAZ1U8HgCIqksQSp4oDYAw&ved=0CEQQFjAGOAo&usg=AFQjCNHXjLaeaW1XPdPpld6syAePmZGpYg
TOMO 2
CREO QUE ESTOS LINK PUEDEN SER MUY UTILES.
AQUI ESTAN LOS DOS TOMOS.
https://www.google.com/url?q=http://www.iglesiareformada.com/las_obras_jonathan_edwards_1.pdf&sa=U&ei=qgZ1U4XqOKzLsATprYL4Dw&ved=0CCAQFjAA&usg=AFQjCNGEdd71gfjHoF3-NoESUaUQcLCRsw
AQUI ESTA EL VOLUMEN 1 EL 2 LO UBICA EN EL LINK POSTERIOR.
ESCRIBA” JHONATAN EDWARD PDF”.AQUI ENCONTRARA LOS 2 TOMOS GRATUITOS PARA IMPRIMIR.
CRISTO VIENE.