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Las experiencias dolorosas son parte del plan de DIOS.
Yo pienso que la mayor debilidad que un hombre de Dios puede tener es no conocer esa debilidad. Déjeme que le pregunte: «¿Cuál fue el más costoso error que haya cometido en su vida?»
No me refiero a perder un negocio, comprar un automóvil y darse cuenta de que lo estafaron, o comprar una casa que por alguna razón comienza a desvalorizarse el día después de haberla comprado. Estoy hablando de esos errores que tienen en un costo en sus relaciones, influyen negativamente en su vida física o espiritual, o haberse excedido en su libertinaje de modo que años después sigue pagando el costo de ello. ¿Algo viene a su mente?
La siguiente pregunta es: «¿Qué papel jugaron las consecuencias de ese error en su vida espiritual y en el servicio al Señor?»
Cada martes a la mañana, mi hermano Chris desarrolla un estudio bíblico para hombres que fueron enviados allí, judicialmente, en un proceso de rehabilitación. Los otros días lo llamé para ver cómo le estaba yendo y me contó de un adicto que estaba a punto de ser liberado y que le mencionó (en otras palabras) qué podía hacer con su mensaje acerca de Dios. «Grave error», pensé, y no solo porque mi hermano es grande como un roble y puede levantar enormes pesos.
Mi hermano hizo una pequeña pausa y sus lágrimas, mezcladas con amor e ira santa, comenzaron a correr por su mejilla hasta su boca, al tiempo que respondía al que le había dicho aquello, delante de todos en la clase.
«¿Tú piensas que soy un tipo santo que está aquí para decirte cómo debes vivir?» Dime algo, ¿de qué manera tu estilo de vida te ha ayudado hasta ahora? ¿Dónde has estado? ¿Cómo ha sido tu vida? Veinte años atrás yo era como tú, sentado en esa misma silla, pensando y diciendo exactamente lo mismo. He visto esa película y el final no es tan bueno como piensas. Si no necesitaras estar aquí, no hubieras estado aquí. Por lo tanto, siéntate, cierra tu boca, y presta atención, o serás echado de este programa tan rápido que ni siquiera sabrás qué ha pasado. No me digas que no te conozco. “¡Yo soy tú!”»
Cuando me lo contó, sonreí, recordando cuando hice la llamada telefónica para hacer que Chris entrara a ese mismo programa veinte años atrás. Hoy Chris es socio de una compañía de servicios financieros, que usó algunas de las grandes habilidades que Dios le dio para aprender desde cero negocios y finanzas y ayudar a un sinfín de personas a invertir sabiamente sus activos.
Chris ha avanzado mucho desde que estuvo sentado en aquella silla a la que un juez lo había enviado para evita la cárcel, a causa de sus adicciones. Pero Jesús los necesitaba justo en aquella silla para que algún día pudiera tener una colorida conversación con un nuevo miembro del programa.
Usted no verá a Chris en la TV. No es una celebridad. Pero en un héroe. Mi clase de héroe. Él comparte su testimonio con aquellos hombres tan libremente como comparte la Biblia y una taza de café con alguien que se sienta como Chris alguna vez se sintió: «Sin esperanza y avergonzado al ver en lo que se había convertido».
Él sería el primero en admitir que no es un pulido predicador, pero yo nunca he visto a nadie tan efectivo con esos hombres como mi hermano. Se necesita a un hombre especial con una historia especial para quebrar la armadura de esos corazones endurecidos.
La mayoría de ellos escuchan atentamente cada una de sus palabras. ¿Por qué? Porque él ha estado allí. Chris toma un riesgo al permitir que Dios use sus dolores, errores, fracasos y pérdidas de su pasado para servir a otras personas. A decir verdad, cuando uno lo ve a él en acción no puede evitar pensar en cómo esas dolorosas experiencias que tuvo en el pasado fueron siempre parte del plan de Dios para su vida.
Temas espinosos
Dios tiene muchos planes para nuestros errores y debilidades. Para la mayoría es extraño pensar de esa manera pues nuestra tendencia es ocultarlos. Es un gran paso de fe considerar nuestros fracasos, pérdidas y batallas como parte de lo que somos y exponerlos en lugar de ocultarlos. Es aún más riesgoso permitir que Dios los use para servir a otros. Eso es exactamente lo que hizo mi hermano.
El plan de Dios es utilizar las mismas cosas que nosotros queremos ocultar. Una de las grandes cosas que él quiere hacer es exponernos a la luz de la realidad para que podamos ayudar y consolar a otros que están pasando por situaciones similares. «Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros.» (2 Corintios 1:4).
Quizás estés minimizando o tratando de olvidar tus luchas, fracasos, pérdidas, tentaciones u errores; no lo hagas. ¡Permite que Dios las use! En lugar de orar y pedir a Dios que te libre de esos problemas, pídele que haga algo con ellos.
Tu dolor tiene un propósito: Ayudar a otro que esté pasando por una situación similar. «No desaproveches tus dolores».
Fuente: La biblia web