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Pregunta: “¿Es Jesús el Mesías?”:Aporte hermano Jorge
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Respuesta: Jesús es llamado el Mesías en Mateo 1:16. De hecho, cada vez que alguien dice, “Jesucristo,” se está refiriendo a Jesús como el Mesías, porque Cristo significa “Mesías” o “Ungido.”
También en Mateo 16: 15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
El Antiguo Testamento predice el Mesías y el Nuevo Testamento revela al Mesías a ser Jesús de Nazaret.
Hay varias cosas que el pueblo judío, que había anticipado el Mesías esperaba de Él, basado en las profecías del Antiguo Testamento. El Mesías sería un hombre hebreo (Isaías 9:6) nacido en Belén (Miqueas 5:2) de una virgen (Isaías 7:14), un profeta como Moisés (Deuteronomio 18:18), un sacerdote de la orden de Melquisedec (Salmo 110:4), un rey (Isaías 11:1–4), el Hijo de David (Mateo 22:42) que sufrió antes de entrar a Su gloria (Isaías 53). Jesús cumplió cada uno de estos requisitos mesiánicos.
Jesús cumplió los requisitos del Mesías en que Él era un hebreo de la tribu de Judá (Lucas 3:30), y nació en Belén (Lucas 2:4 – 7) de una virgen (Lucas 1:26 – 27).
Otra prueba de que Jesús era el Mesías es el hecho de que Él era un profeta como Moisés. Moisés y Jesús eran profetas “a quien haya conocido Jehová cara a cara” como leemos en Deuteronomio 34:10. (Juan 8:38). Pero Jesús es un profeta aun mayor que Moisés, en que mientras Moisés libró a Israel de la esclavitud, Jesús nos libera de la esclavitud del pecado y la muerte. A diferencia de Moisés, Jesús no sólo representa a Dios — Él es Dios (Juan 10:30). Jesús no sólo nos lleva a la Tierra Prometida; nos lleva al cielo por la eternidad (Juan 14:1–3). Por estas y muchas razones más, Jesús es un profeta superior a Moisés.
El Mesías iba a tener deberes sacerdotales; Jesús no era un levita, y sólo los levitas podían ser sacerdotes. Entonces, ¿cómo podría calificar Jesús? Jesús es un sacerdote en la orden de Melquisedec (Génesis 14; Salmo 110:4; Hebreos 6:20). Melquisedec estuvo ministrando antes del templo judío y su nombre significa «Rey de Justicia». Melquisedec fue llamado también el “Rey de Salem,” que significa “Rey de Paz” (Hebreos 7:2). Melquisedec bendijo a Abraham (el mayor bendice al menor, Hebreos 7:7), y Abraham dio a Melquisedec un diezmo. Por lo tanto, como un sacerdote en la orden de Melquisedec, Jesús es mayor que Abraham (ver Juan 8:58) y el sacerdocio levítico. Él es un sacerdote celestial que ofreció un sacrificio que quita el pecado permanentemente, no sólo cubriéndolo temporalmente.
Jesús también debe ser un rey para ser el Mesías. Jesús era de Judá, la tribu real. Cuando Jesús nació, los magos del Oriente llegaron buscando al Rey de los judíos (Mateo 2:1–2). Jesús enseñó que un día Él se sentaría en un trono glorioso (Mateo 19:28; 25:31). Mucha gente de Israel reconoció a Jesús como su Rey anticipado y esperó que Él estableciera Su reino inmediatamente (Lucas 19:11), aunque el Reino de Jesús en la actualidad no es de este mundo (Juan 18:36). Al final de la vida de Jesús, durante Su juicio ante Pilato, Jesús no se defendió excepto para responder afirmativamente cuando Pilato preguntó si Él era el Rey de los Judíos (Marcos 15:2).
Otra forma que Jesús cumple con la descripción del Mesías del Antiguo Testamento es que Él era el Siervo Sufrido de Isaías 53. En la Cruz Jesús fue “despreciado” y “desechado entre los hombres” (Isaías 53:3). Fue “traspasado” (versículo 5) y “angustiado… y afligido” (versículo 7). Él murió con los ladrones y fue enterrado en la tumba de un hombre rico (versículo 9; Marcos 15:27; Mateo 27:57–60). Después de Su sufrimiento y muerte, Jesús el Mesías fue resucitado (Isaías 53:11; 1 Corintios 15:4) y glorificado (Isaías 53:12). Isaías 53 es una de las profecías más claras identificando a Jesús como el Mesías; es el mismo texto que el eunuco etíope leyó cuando Felipe lo conoció y le explicó acerca de Jesús (Hechos 8:26–35).
Hay otras formas en que Jesús demostró ser el Mesías. Todas las fiestas del Señor en el Antiguo Testamento se relacionan a y son cumplidas por Jesús. Cuando Jesús vino la primera vez, Él fue nuestro Cordero de Pascua (Juan 1:29), nuestro Pan Sin Levadura (Juan 6:35) y nuestras Primicias (1 Corintios 15:20). El derramamiento del Espíritu de Cristo ocurrió en el Día de Pentecostés (Hechos 2:1 – 4). Cuando regrese Jesús el Mesías, escucharemos la voz del Arcángel y la trompeta de Dios. No es casualidad que el primer día del festival de otoño es Yom Teruah, la Fiesta de Trompetas. Después de que regrese Jesús, Él juzgará la tierra. Se trata del cumplimiento del próximo festival de otoño, Yom Kipur, el Día de Expiación. Luego Jesús establecerá su Reino Milenial y reinará desde el trono de David durante 1.000 años; esto completará la última fiesta del otoño, Sukot o la Fiesta de Tabernáculos, cuando Dios morará con nosotros.
Para aquellos de nosotros que creen en Jesús como Señor y Salvador, la evidencia que Él es el Mesías judío es más que convincente. ¿Cómo es que, en general, los judíos no aceptan a Jesús como su Mesías? Tanto Isaías y Jesús profetizaron una ceguera espiritual a Israel como un juicio por su falta de fe (Isaías 6:9-10; Mateo 13:13–15). Además, la mayor parte de los judíos del tiempo de Jesús buscó un Salvador político y cultural, no un Salvador del pecado. Quería que Jesús quitara el yugo de Roma y estableciera a Sion como la capital del mundo (Hechos 1:6). No pudo ver cómo el manso y humilde Jesús podría posiblemente hacer eso.
La historia de José ofrece un interesante paralelo a los judíos que no reconocieron a su Mesías. José fue vendido como esclavo por sus hermanos, y después de muchos altibajos fue nombrado primer ministro de todo Egipto. Cuando una hambruna golpeó a Egipto e Israel, los hermanos de José viajaron a Egipto para conseguir comida, y se reunieron con José, pero no lo reconocieron. Su propio hermano, de pie justo en frente de ellos, pero no lo reconocieron por una razón muy sencilla: él no pareció como ellos lo esperaban parecer. José estuvo vestido como un egipcio; habló como un egipcio; vivió como un egipcio. El pensamiento de que él podría ser su hermano perdido nunca cruzó su mente. José era un pastor hebreo, después de todo, y no de la realeza egipcia. De manera similar, la mayoría de los judíos no reconoció a Jesús como su Mesías. Ellos buscaron un rey terrenal, no el gobernante de un reino espiritual. (Muchos rabinos interpretan el Siervo Sufrido de Isaías 53 como el pueblo judío que ha sufrido a manos del mundo). Su ceguera era tan grande que ninguna cantidad de milagros podía hacer la diferencia (Mateo 11:20).
No obstante, hubo muchos en los días de Jesús que reconocieron la verdad acerca de Jesús. Los pastores de Belén entendieron (Lucas 2:16–17). Simeón en el templo entendió (versículo 34). Ana entendió y “hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén” (versículo 38). Pedro y los otros discípulos entendieron (Mateo 16:16). Muchos más siguen entendiendo que Jesús es el Mesías, El es Aquel que cumple la ley y los profetas (Mateo 5:17).