2 de diciembre de 2011

Preparación ante el riesgo sísmico

La inusualmente alta incidencia sísmica registrada en la Isla a
comienzos de esta semana no tiene por qué ser motivo de alarma, pero
sí debe dar pie a la preparación y la actualización de los planes de
contingencia, tanto de las familias como de las agencias encargadas
del manejo de emergencias en la Isla.
Parte esencial de esa preparación tiene que ser dotar de los recursos
necesarios y de un marco de seguridad y estabilidad a la Red Sísmica
de Puerto Rico, que opera en una estructura vieja e inadecuada en
Mayagüez, que no recibe fondos recurrentes federales ni estatales, y
los que le llegan son vía acuerdos especiales de OGP, la Agencia
Estatal para el Manejo de Emergencias.

De igual forma, el grueso del personal científico de la Red trabaja
por contratos trimestrales y sufre escasez de sismómetros y de
estaciones sísmicas, entre otros recursos clave.

Aunque a lo largo del año se han producido varios de los llamados
enjambres sísmicos en distintas regiones del País y con eventos de
diversa intensidad, los científicos han sido enfáticos al aclarar que
esto no es señal inminente de que vaya a producirse un terremoto
fuerte. No se sabe nunca cuándo ocurrirá.

Sin embargo, la Isla está ubicada en las márgenes de placas tectónicas
que tarde o temprano provocarán movimientos importantes, como ha
ocurrido en el pasado. Prepararse para eso es parte de las
obligaciones del Estado y, en la misma medida, de los ciudadanos en
sus propios hogares.

Los distintos escenarios que surgirían a consecuencia de un terremoto
capaz de afectar grandes áreas urbanas son todos preocupantes. Para
empezar, hay demasiados edificios, incluyendo escuelas, que no cumplen
con los requisitos de resistencia a la remezón de un terremoto,
especialmente los construidos antes de 1987, lo cual pone en peligro
la vida de muchos niños. Por lo tanto debe revaluarse, con rigor
científico, la situación de todas las escuelas del País.

De igual forma, hay que resguardar los hospitales, las instalaciones
de bomberos y otros servicios de emergencia que componen la primera
línea de respuesta rápida a una catástrofe.

Al hablar de hospitales es inevitable advertir que la mayoría de las
heridas que resultan de un fenómeno que conlleva derrumbes, precisan
de ortopedas para cirugías y otros cuidados de emergencia. ¿Con
cuántos de estos especialistas cuenta el País para responder ante una
situación como ésa? Y, sobre todo, ¿con cuánta rapidez pueden ser
movilizados hasta los centros hospitalarios?

La amenaza de un tsunami es parte de una realidad que no podemos
seguir ignorando. La política de otorgar permisos en áreas de alto
riesgo, con las costas ya sobrepobladas, es temeraria, nos hace más
vulnerables y va en la dirección opuesta a cualquier plan responsable
de mitigación de daños.

Sin embargo, al final del túnel se ve una luz a raíz de la decisión
tomada por la región este de la Agencia Estatal para el Manejo de
Emergencias, de comisionar el diseño de un plan contra terremotos
catastróficos. Este plan incluye medidas concretas de mitigación,
preparación, respuesta y recuperación y se espera que otras zonas del
País, que están igualmente en riesgo, sigan su ejemplo.

Esta medida traza la dirección correcta de un plan que debe
proyectarse a todas las regiones y en la que, como parte de una
campaña, tiene que ser involucrada toda la población.

A la vez, los gobiernos municipales deben responder a este reto, igual
que las organizaciones comunitarias. No es una pérdida de tiempo ni
una exageración, sino la actitud madura que eventualmente puede ayudar
a salvar miles de vidas.

Fuente:

 http://www.elnuevodia.com/editorial-preparacionanteelriesgosismico-1134047.html

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