Nov 10, 2012

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EVIDENCIAS CIENTÍFICAS DE LA INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA, Por Bert Thompson, Ph. D.

Después de prácticamente toda una vida de estudio, Herbert Spencer (1820-1903), el famoso filósofo británico, declaró que hay básicamente cinco fundamentos de la ciencia: tiempo, fuerza, acción, espacio y materia. ¡Poco comprendía Spencer que lo que estaba haciendo era nada más que repetir con aprobación lo que había sido dicho por un hombre que vivió 3.000 años antes que él! Ese hombre era Moisés, su libro era el Génesis, y esta es su declaración: “En el principio (tiempo) creó (acción) Dios (fuerza) los cielos (espacio) y la tierra (materia)” [Génesis 1:1).

De esta manera, con el primer versículo de la Biblia, se vuelve claro que hay algo único dentro de sus páginas. Ciertamente, una examinación más de cerca del Libro revela verdades científicas que causan sobresalto, colocadas allí hace siglos, milenios, antes que fueran conocidas por la mente científica moderna. Estas verdades científicas asombrosamente exactas – sepultadas dentro del texto de la Biblia como perlas de gran precio- hablan de una historia no en concordancia con lo que muchos están enseñando hoy día. En cada giro, los enemigos de la Biblia declaran que es anticuada, pasada de moda, un libro errado que no merece la consideración por parte de los hombres modernos en su estado “iluminado”. Por ejemplo, el famoso libre-pensador (en el sentido de descreído, infiel) de hace una generación, Robert Ingersol, declaró una vez: “La inspiración de la Biblia depende de la ignorancia del que la lee”.

Claro está, no puede haber duda que los escritores de la Biblia afirmaron la inspiración de su obra. Pasajes tales como 2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:20-21, y 1 Corintios 2:12-13 documentan adecuadamente tal afirmación. La pregunta que queda para ser contestada viene entonces: ¿Es esta afirmación verdadera o falsa? Si la afirmación es verdadera, entonces la Biblia es inspirada por Dios. Si la afirmación es falsa, dos opciones se presentan a sí mismas para consideración. Primero, podría ser el caso de que los 40 autores que escribieron la Biblia durante un período de algunos 1600 años (aproximadamente desde el 1500 A.C. hasta el 100 D.C.) en tres idiomas (Hebreo, Arameo y Griego) estaban engañados. Eso es decir, ellos realmente pensaron que lo que estaban escribiendo vino directamente de Dios, pero no era así. Eran sinceros, pero sinceramente equivocados. O, segundo, podría ser el caso que los autores eran mentirosos. En otras palabras, sabían que las palabras que escribieron no eran inspiradas por Dios. Mintieron, y escribieron intencionalmente con el propósito de perpetrar el más grande engaño que jamás ha sido impuesto en las mentes de los hombres.

¿Cuál de estas tres opciones es la correcta? La única forma de determinar la respuesta a esa pregunta, y aclarar el asunto de si la Biblia es inspirada o no, es examinar la evidencia que pruebe o desapruebe la afirmación. En todas las áreas de la conducta humana (por ej., filosofía, ciencia, etc.), hay reglas, principios, o leyes básicas que gobiernan el proceso del pensamiento. Por ejemplo, la ley filosófica de la racionalidad declara que una persona debería sacar solamente aquellas conclusiones garantizadas por la evidencia adecuada. En la examinación de la evidencia que apoya, o desacredita, las afirmaciones bíblicas de su inspiración, hay numerosas avenidas que pueden ser exploradas. Por ejemplo, sería un estudio interesante y provechoso examinar tales áreas como la singularidad de la Biblia, su fenomenología interna y externa, sus profecías cumplidas, o su exactitud histórica. Pero en esta discusión, quisiéramos dirigir nuestra atención a la exactitud científica de la Biblia, ver si hay presciencia [conocimiento de las cosas venideras] científica dentro de sus páginas que no pudo haber llegado en otra forma que no fuera la revelación de ella por parte de Dios a los autores. Si tal presciencia está presente – cientos o miles de años antes de que fuera conocida por la mente moderna – es apenas lógico suponer que hombres engañados o mentirosos pudieran ser los responsables de tal información. En lugar de eso, la ley de la racionalidad demanda que sigamos la evidencia hasta su obvia conclusión: Dios, a través de la inspiración, proveyó a los autores con tal material.
Hay numerosas áreas de la ciencia en las cuales la Biblia contiene presciencia asombrosa. Considere, por ejemplo, el siguiente breve muestreo.
DEL CAMPO DE LA ASTRONOMIA
Al hablar de Dios, el profeta Isaías declaró: “El está sentado sobre el círculo de la tierra” (Isaías 40:22). El término hebreo que usó Isaías para “círculo” es la palabra khug, que indica una esfera que es redonda – como opuesto a algo plano, cuadrado o rectangular. [“El es el que está sentado sobre la redondes de la tierra” (Isaías 40:22 – Biblia de las Américas)]. Por supuesto, las personas de los días de Isaías (y por muchas generaciones después de eso) enseñaban que la Tierra era plana. No obstante, ¿la Biblia contenía presciencia científica que estuvo siglos antes de su tiempo? ¿Cómo supo Isaías que la Tierra era redonda y no plana como lo sugería la opinión popular? ¿Fue su exacto avalúo simplemente buena suerte?

Con respecto a la luz y las tinieblas, el Señor preguntó a Job: “¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, y dónde está el lugar de las tinieblas?” (Job 38:19). De la luz es dicho que viaja por un “camino” (Hebreo, derek), que es literalmente una senda o vía (cfr. Génesis 16:7). Por otro lado, de las tinieblas es dicho que está en un “lugar” (Hebreo, maqom), que indica un paraje o sitio (cfr. Génesis 1:9; 28:11). Hasta el siglo diecisiete, era creído que la luz se trasmitía instantáneamente. Entonces, Sir Isaac Newton sugirió que la luz estaba compuesta de pequeñas partículas que viajan en una línea recta, Christian Huygens propuso la teoría de la onda de la luz, y Olaus Romer midió la velocidad de la luz como es evidenciado por su demora a medida que viaja a través del espacio. Los científicos saben ahora que la luz es una forma de energía llamada energía radiante, y que viaja en ondas electromagnéticas en una línea recta a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo (1.062 millones de kilómetros por hora). ¿Cómo pudo el autor de Job haber hablado de la luz viajando en una senda o camino, cuando esa información no sería descubierta hasta varios milenios después?

Salmos 19:5-6 también contiene una verdad científica interesante. Al hablar del Sol, el salmista anotó que “… De un extremo de los cielos es su salida, y su curso hasta el término de ellos; y nada hay que se esconda de su calor”. Por muchos años los científicos enseñaron la idea de la geocentricidad (eso es, la idea de que el Sol gira alrededor de la Tierra). Luego fue descubierto que el Sol no es estacionario (eso es, no está fijo), como una vez se pensó, sino que realmente se está moviendo a través del espacio. En efecto, es estimado que está viajando aproximadamente a 965.580 kilómetros por hora, en una órbita que tan grande que le tomaría 200+ millones de años para completar una sola órbita. ¿Cómo pudo el salmista haber sabido que el Sol tiene un “circuito” (órbita)? Hay también otra joya empacada en estos versículos. El salmista insinuó el hecho de que el Sol es la fuente de energía para la Tierra cuando escribió que “y nada hay que se esconda de su calor”. Esta es una declaración sorprendente, considerando cuándo fue escrita, y por quién.

Los hombres siempre han estado ocupados a sí mismos en los intentos por calcular el número de las estrellas en el Universo visible. Aproximadamente en el año 150 A.C., un astrónomo con el nombre de Hiparco declaró que había contado las estrellas y que halló que el número era de 1.026. Aproximadamente en el año 150 D.C., el astrónomo Tolomeo contó las estrellas y documentó el calculo en 1.056. El astrónomo danés, Tycho Brahe sugirió el calculo en mas de 777. En el año 1600 D.C., el astrónomo alemán que sugirió las leyes del movimiento planetario, Johannes Kepler, publicó el número de las estrellas como siendo de 1.005. Hoy día, por supuesto, sabemos que el calculo es mucho mayor. Por ejemplo, el renombrado astrónomo de Cornel University, Carl Sagan, [ya fallecido], sugirió que por encima de 25 sextillones de estrellas han sido documentadas (eso es, un 25 con 21 ceros detrás de este), sin embargo, en ninguna parte escuchamos que se terminó de contar las estrellas en el Universo. No obstante Génesis 15:5 y Jeremías 33:22 señalan que las estrellas de los cielos simplemente son demasiadas para ser contadas. ¿Cómo supieron Moisés y Jeremías – mucho antes de que fueran inventados el telescopio y el satélite – lo que sabemos hoy día para ser tan exactos? Las estrellas de los cielos son literalmente innumerables. ¿Fue esto simplemente un golpe de suerte de parte de estos dos autores?
DEL CAMPO DE LA OCEANOGRAFIA
Hace mucho el rey Salomón escribió: “Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo” (Eclesiastés 1:7). Esta declaración, a primera vista, puede no parece profunda. Pero cuando es considerada con evidencia adicional, y otros pasajes bíblicos, se convierte en todo lo más interesante. Por ejemplo, el río Mississipi, cuando se mueve a una velocidad normal, vierte aproximadamente 6.052.500 galones de agua por segundo en el Golfo de México. Y eso es meramente un sólo río. ¿A dónde va toda esa agua? La respuesta, por supuesto, reposa en el ciclo hidrológico que está tan bien ilustrado en la Biblia. Eclesiastés 11:3a declara que “si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán”. Amós 9:6b anota, al hablar de Dios, que “… él llama las aguas del mar, y sobre la faz de la tierra las derrama; Jehová es su nombre”. La idea de un ciclo de agua completo no fue entendido o aceptado completamente hasta los siglos dieciséis y diecisiete. La primera evidencia substancial vino de los experimentos de Pierre Perrault y Edme Mariotte. El astrónomo Edmund Halley también contribuyó información valiosa al concepto de un ciclo completo de agua. No obstante, más de 2.000 años antes de sus obras, las Escrituras indicaban claramente un ciclo del agua. ¿Fue esto meramente una suposición accidental de parte de los escritores?

A Job le fue preguntado por Dios (38:16) – “¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar, y has andado escudriñando el abismo?” [“… o andando en las profundidades del abismo” – Biblia de las Américas]. ¿Qué son “las profundidades del abismo”? (La palabra hebrea para abismo es la palabra para mares u océanos). El hombre, en los siglos anteriores, consideraba la orilla del mar como nada sino poco profundo, con la extensión arenosa moviéndose suavemente de un continente a otro. Luego, en 1873 un equipo de científicos trabajando en el Océano Pacífico en la nave británica Challenger descubrió una “profundidad” de 8 kilómetros de honda. Casi cien años después, en 1960, los científicos localizaron un profundo surco de 10.924 metros (mas de 9.5 kilómetros) dentro del Océano Pacífico. ¿Cómo pudo el escritor del libro de Job haber sabido que estas “profundidades del abismo” existían cuando nosotros no los descubrimos hasta siglos después? ¿Simplemente otro golpe de suerte?
DEL CAMPO DE LA FISICA
En Génesis 2:1 Moisés declaró, “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos”. Esta es una declaración intrigante, porque Moisés escogió el tiempo hebreo pasado definido para el verbo “acabado”, indicando una acción completada en el pasado, sin efectos continuos en el futuro. Moisés declaró que la creación fue “acabada” [terminada] – de una vez por todas. Esa es exactamente la implicación de la Primera Ley de la Termodinámica (a menudo referida como la Ley de la Conservación de la Energía/Materia), la cual declara que en la naturaleza, ni la energía ni la materia puede ser creada o destruida. Fue a causa de esta Ley que la “Teoría del Universo Estacionario” de Sir Fred Hoyle (también conocida como “Creación Continua” fue descartada. Hoyle declaró que en los puntos del Universo llamados “irtrones”, la materia estaba siendo creada sobre una base continua. Pero tal idea contradice la Primera Ley de la Termodinámica. Ciertamente, no hay “creación” ocurriendo hoy día. Fue acabada, exactamente como lo declaró Moisés. Pero ¿cómo pudo saber él esta clase de información científica avanzada?

En tres lugares en la Biblia (Hebreos 1:11; Isaías 51:6; Salmos 102:26) es dada la indicación de que la Tierra, como una vestidura, se “envejecerá”. Acorde la Segunda Ley de la Termodinámica, la energía se está volviendo menos y menos disponible para su uso. Declarado de manera sencilla, esto quiere decir que todo se está envejeciendo, y que teóricamente el Universo eventualmente experimentará un evento en alguna parte en el futuro designado como su “muerte calurosa” -eso es, el punto en el tiempo cuando no habrá más energía disponible. Los escritores de la Biblia sabían que la tierra se estaba “envejeciendo”. No obstante, no descubrimos esta verdad hasta relativamente hace poco. ¿Cómo pudieron los escritores de la Biblia haber sabido eso?
DEL CAMPO DE LA MEDICINA
Moisés dijo a los israelitas en Levítico 17:11-14 que “… la vida de la carne en la sangre está …” Ciertamente, Moisés estaba en lo correcto. En los humanos (y en muchos animales), por ejemplo, la vida es hecha posible debido al hecho que los glóbulos rojos de la sangre pueden transportar oxígeno (gracias a la hemoglobina encontrada en aquellos glóbulos). En realidad, en los glóbulos rojos de la sangre hay aproximadamente 270.000.000 de moléculas de hemoglobina por glóbulo. Si hubieran menos, no habría suficiente oxígeno restante para sustentar la vida, por decir, un fuerte estornudo, o un accidente que haga salir el aliento de una persona. Hoy día sabemos que literalmente la “vida de la carne” está en la sangre, no se sabía eso en los días de George Washington. El padre de los USA murió como resultado de un tratamiento médico de sangría en uso en ese tiempo. Moisés sabía que la vida de carne estaba en la sangre, pero los doctores de George Washington no. ¿Cómo pudo Moisés haber sabido tal cosa?

Dios dijo a Abraham en Génesis 17:12 que al octavo día el recién nacido de los varones Hebreos debía ser circuncidado. ¿Por qué al octavo día? En 1935 el profesor Henrik Dam propuso la “Vitamina K” para el factor en alimentos que ayudaban a prevenir las hemorragias en los niños. Sabemos ahora que la Vitamina K es responsable de la producción de protrombina para el hígado. Si la protrombina no está a niveles adecuados, habrá deficiencia de protrombina y puede ocurrir hemorragias. Sin embargo, es solamente del quinto al séptimo día de vida del varón recién nacido que la Vitamina K empieza ser producida (por bacterias en el sistema intestinal). Y, es solamente al octavo día que el porcentaje de protrombina realmente se trepa por encima del 100% de lo normal. El único día en toda la vida de los varones que el elemento coagulante de la protrombina está por encima del 100% es al octavo día. Por tanto, el mejor día para la circuncisión, es al octavo día. Pero ¿cómo supieron Moisés y Abraham eso en sus limitados días de conocimiento científico?

Génesis 3:15 enseña claramente que el varón y la mujer poseen la “simiente de la vida”. Sin embargo, esta no fue la posición comúnmente sostenida en los días de Moisés. Ni fue la posición comúnmente sostenida sólo hasta hace unos pocos siglos. Varios escritores de esos días pasaron por alto, incluyendo algunos de los días de Moisés, sentían que solamente los varones poseían la semilla de la vida, y que la mujer era poco mas que una incubadora glorificada. Un escritor griego, Demócrito, aún fue tan lejos como para sugerir que la simiente del varón podía ser depositada en el barro tibio y el resultado sería el mismo. Pero Moisés supo siempre que el varón y la hembra poseen la cimiente de la vida.
¿Cómo lo supo?

Cuando Moisés enseñó en Levítico 17:15 que un animal que ha muerto naturalmente no debe ser comido, proveyó a los israelitas con lo que conocemos hoy como las regulaciones más avanzadas de higiene y salud pública. En este día y época, por ejemplo, es contra la ley llevar un animal que ha muerto naturalmente a un matadero para ser preparado para el consumo humano. Si el animal murió de rabia, ántrax, o cualquiera de las numerosas enfermedades zoonosistas, ciertamente no sería aconsejable para los humanos consumir la resultante carne descompuesta. Pero ¿cómo pudo Moisés haber sabido acerca de tales cosas en su día, mucho antes de la llegada de los métodos usados para reconocer y diagnosticar las enfermedades transmitibles?

En Levítico 11 Moisés dio a los israelitas estrictas leyes sanitarias, incluyendo las instrucciones de no comer puerco (entre otras cosas). ¿Por qué daría Moisés tal prohibición? Hoy día podemos al menos teorizar en cuanto a su razonamiento. Los cerdos, siendo animales que se alimentan de carroña, comerán casi cualquier cosa. Consecuentemente, son los mas propensos a infecciones bacteriales y de parásitos que muchos otros animales. Uno de los parásitos que los cerdos algunas veces adquieren como resultado de sus hábitos alimenticios es el organismo Trichinella spiralis – la causa de la enfermedad conocida como triquinosis. Es una enfermedad dolorosa, a veces fatal, causada por comer cerdo medio cocinado o crudo que esté infectado con el parásito vivo. Reconocemos que la prohibición puesta en el lugar por Moisés era científicamente correcta. Pero, ¿cómo pudo Moisés haber sabido tal información por sí mismo? ¿Simplemente otro golpe de buena suerte?
DEL CAMPO DE LA BIOLOGIA
Moisés declaró mas de una vez en Génesis (1:11-12,21,24) que las cosas se reproducen “según su género”. Esto, por supuesto, no nos sorprende hoy día, porque entendemos la genética y las leyes hereditarias, que aseguran que las cosas se reproduzcan según su género. Un búfalo no da a luz un caballo; un banano no da a luz un tomate; un perro no da a luz un gato. Las cosas siempre se reproducen según su género, y aún hoy día estas cosas son ciertas en la naturaleza. Pero, ¿cómo supo Moisés estas verdades – muchos años antes de la ciencia de la genética (que empezó en serio en 1900)?
En Hechos 17:25, Pablo declaró que es Dios Quien da a todos vida. Por siglos los hombres han tratado de crear vida a través del proceso de la generación espontánea. Aún después que científicos como Spallanzani, Redi, Pasteur, y otros documentaron que la generación espontánea es imposible, los evolucionistas aún continúan tratando, para que su teoría pueda ser defendida como cierta. Sin embargo, hasta la fecha, nadie jamás ha “creado vida”. Pablo supo hace mucho que era Dios Quien da vida. ¿Fue eso simplemente buena suerte de parte del apóstol?
Pablo también declaró en 1 Corintios 15:39 que hay cuatro clases (o géneros) de carne – la de los hombres, la de las bestias, la de los peces, y la de las aves. Aún hoy día los evolucionistas aceptan esto como un hecho reconocido de la ciencia. Estos cuatro géneros de carne ciertamente son diferentes en su composición bioquímica. Pablo, un predicador itinerario, ¿cómo supo de esto?
CONCLUSION
Los detalles mencionados aquí son simplemente un escaso ejemplo de los muchos detalles que podrían haber sido discutidos. Ni aún nos hemos dirigido a los varios campos de la arqueología, la biofísica, la biología molécular, la geografía, etc. Pero el punto aún está bien hecho. Hay presciencia científica en la Biblia que estuvo años adelante de su tiempo. ¿Cómo pudieron los escritores de la Biblia haber tenido acceso a tal información – a no ser que Dios, Quien creó el Universo y todo lo que en él hay, se los dijera? Es irracional e ilógico sugerir que tal presciencia pudiera haber llegado a través de simples hombres, y especialmente hombres que o eran mentirosos o fueron engañados. Tal posición es indefendible, y no puede ser sustentada a la luz de las verdades y hechos a la mano.
La Biblia es lo que afirma ser – la Palabra Inspirad de Dios. Es terminante, y ha sido dada al hombre para una vida abundante aquí (Juan 10:10b) como también una vida eterna en lo porvenir (Juan 3:16). Las evidencias que sustentan sus afirmaciones son innumerables e irrefutables.

Versión al Español por:
Jaime Restrepo M.
Agosto, 1999

  1. maria elena says:

    Muy interesante

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