Dec 28, 2011

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“La fe debe ser firme”, Capítulo 8 libro: Cuando lo que Dios hace no tiene sentido, del Dr. James Dobson.

Por hermano Ilzar:

La fe debe ser firme

 

Concluimos el capítulo anterior hablando de la necesidad que tenemos los cristianos de estar en una condición adecuada “para la contienda”. Esta analogía no es exagerada. Es interesante que el apóstol Pablo uso terminología militar para describir el servicio al que los cristianos hemos sido llamados. El dijo en 2 Timoteo 2:3-4: “Sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús. Ningún soldado en servicio activo se enreda en los negocios de la vida diaria, a fin de poder agradar al que lo reclutó como soldado” (LBLA).

 

Esto nos mueve a preguntamos: ¿qué es lo que verdaderamente significan estos versículos? ¿Qué tiene que ver el entrenamiento de un soldado con la vida del creyente? ¿Y qué es lo que quieren decir las palabras “sufre penalidades … como buen soldado de Cristo”? Todos hemos visto películas de John Wayne en las que las escenas de soldados combatiendo parecieran una aventura romántica en un parque. Hombres que han combatido en alguna guerra cuentan una historia muy diferente. La descripción más vívida de una batalla, que he leído en mi vida, fue hecha por Bruce Catton en sus excelentes libros sobre la Guerra Civil Norteamericana.

 

Después de leer varios de esos libros, escribí la siguiente descripción de la vida militar en el siglo diecinueve,  y lo que los soldados tuvieron que sufrir durante la guerra entre los Estados de la Unión Norteamericana.

 

Mientras la lee, medite en la analogía, hecha por el apóstol Pablo, entre los buenos cristianos y los soldados acostumbrados a la guerra:

 

Los ejércitos del Potomac y otros libros por Catton me ayudaron a obtener un conocimiento impresionante de la tenacidad de tanto los soldados yanquis como de los rebeldes. Sus vidas estuvieron llenas de privaciones y peligros, que son difíciles de imaginar hoy en día. No era raro que las tropas hicieran una marcha forzada de dos semanas, durante las cuales los comandantes amenazaban a los rezagados a punta de espada. A menudo los hacían pelear en una batalla terrible, solamente minutos después de haber llegado al frente. Trababan combates agotadores por días, mezclados con noches sin dormir a la intemperie, a veces en la lluvia o la nieve con temperaturas bajo cero. Durante la batalla, comían un tipo de bizcocho duro, y casi nada más.

 

En ocasiones en las que tenían menos combates, podían agregar a su dieta carne de cerdo salada y café. ¡Eso era todo! Como era de esperar, tenían el intestino desbaratado por causa de la diarrea, la disentería y otras enfermedades relacionadas con éstas, que arrasaban sus filas. El ejército de la Unión informó bajas de hasta doscientos mil soldados debido a las enfermedades, que a menudo inutilizaban hasta cincuenta por ciento de ellos. Los soldados rebeldes sufrieron de igual manera.

 

En esos días, la experiencia de combate era increíblemente violenta. Miles de hombres peleaban cuerpo a cuerpo, y se mataban unos a otros como si fueran moscas. Después de una sangrienta batalla en particular, en 1862, cinco mil hombres quedaron muertos en una área de dos kilómetros, y veinte mil más fueron heridos. Un testigo dijo que se podía caminar sobre los cuerpos de los muertos por una distancia de más de noventa metros, sin poner los pies en la tierra ni siquiera una vez. Muchos de los heridos permanecieron donde habían caído, entre hombres y caballos muertos, durante doce o catorce horas, mientras sus gemidos y sus sollozos resonaban por todo el campo.

 

Hace poco, alguien me envió un proyectil de mosquete, que había sido encontrado en un campo de batalla histórico. Me quedé sorprendido al ver cuán grande y pesado era aquel pedazo de plomo. No es de extrañarse que la mayoría de las veces tenían que amputarles miembros a los soldados que habían sido alcanzados por alguno de esos proyectiles. Desgarraban la carne y penetraban profundamente, despedazando los huesos de tal manera que era imposible repararlos. Por lo general, la cirugía era realizada sin usar anestesia, mientras cortaban a través de la carne y de los huesos con sierras y cuchillos que no estaban esterilizados. Después de cada batalla grande, era muy común el ver delante de la tienda de campaña del cirujano un montón enorme de piernas y brazos amputados. Se veía a los hombres regresando del campo de batalla en carretones, agarrándose los muñones sangrientos y sosteniéndolos hacia arriba para aliviar el dolor. Entonces no existían los antibióticos, y frecuentemente la gangrena ponía fin al trabajo que había comenzado una bala.

 

Aunque es impresionante su disposición a soportar esas privaciones físicas, uno tiene que admirar también la firmeza emocional de esos soldados. Creían en la nobleza de la causa por la cual estaban peleando, tanto los de la Unión como los de la Confederación, y estaban dispuestos a dar sus vidas por ella. La mayoría de ellos creían que morirían en la guerra, pero eso nos les importaba mucho. Por favor, comprenda que yo no veo una virtud absoluta en los hechos heroicos realizados en ese tiempo. En realidad, los hombres estaban demasiado dispuestos a arriesgar sus vidas por una guerra que comprendían muy poco. Pero hoy en día su dedicación y su sacrificio continúan siendo monumentos conmemorativos a todos los que lucharon en ella.

 

Tal vez, no existe un ejemplo mejor de esta dedicación a un principio noble y al honor, que el que vemos en una carta escrita por el comandante Sullivan Ballou del ejército de la Unión. El escribió esa carta a su esposa Sarah, una semana antes de la batalla de Bull Run, que ocurrió el14 de julio de 1861. Ellos habían estado casados por solamente seis años. Estas emocionantes palabras aún me llegan hasta lo más profundo de mi alma.

La carta dice así:

 

Querida Sarah:

Todo parece indicar que vamos a ponemos en marcha dentro de unos pocos días, tal vez mañana, por miedo de no poder volver a escribirte, me siento obligado a escribirte unas líneas que puedas tener delante de tus ojos cuando yo ya no esté aquí.

 

No tengo ninguna duda, ni falta de confianza, en cuanto a la causa a favor de la cual estoy combatiendo, y mi valor no ha disminuido ni me ha fallado. Sé cómo la civilización norteamericana se inclina ahora hacia el triunfo del gobierno, y cuán grande es la deuda que tenemos con los que partieron antes que nosotros por medio del derramamiento de su sangre y el sufrimiento de la revolución. Y yo estoy dispuesto, totalmente dispuesto, a renunciar a todos los gozos de esta vida, con el fin de mantener este gobierno y pagar esa deuda.

 

Sarah, mi amor por ti es imperecedero. Parece atarme con poderosos lazos que solamente el Omnipotente puede romper, y sin embargo, mi amor por nuestra patria viene sobre mí como un fuerte viento que me lleva irresistiblemente encadenado al campo de batalla. Los recuerdos de todos los momentos felices que pasamos juntos inundan mi mente y mi corazón; y me siento profundamente agradecido a Dios, y a ti, por haberlos disfrutado por tanto tiempo, y qué difícil es para mí el renunciar a volver a tener momentos como ésos, y reducir a cenizas la esperanza de años futuros cuando, de haberlo querido  Dios, habríamos podido vivir juntos, amándonos y viendo a nuestros hijos crecer hasta llegar a ser hombres de bien. Si no regresara con vida, mi querida Sarah, jamás olvides cuánto te quise, ni que al exhalar mi último suspiro en el campo de batalla, lo hice susurrando tu nombre. Perdóname mis muchas faltas y el dolor que te causé en muchas ocasiones. ¡Cuán desconsiderado, cuán tonto he sido algunas veces! Pero, oh, Sarah, si los muertos pueden regresar a esta tierra y estar cerca de sus seres queridos sin ser vistos, siempre estaré contigo en el día más claro y en la noche más oscura, siempre, siempre. Y si una suave brisa acariciara tu mejilla, será mi aliento. O si el aire fresco refrescara tu palpitante sien, será mi espíritu pasando por tu lado.

 

Sarah, no llores como si estuviera muerto. Piensa que me he ido, y espérame, porque volveremos a encontrarnos.

Sullivan

 

El comandante Ballou murió una semana después en la primera batalla de Bull Run. ¿No se pregunta usted, como me pregunto yo, si realmente él pronunció el nombre de Sarah mientras se encontraba agonizando en el campo de batalla? Sin duda alguna, ella sufrió el más profundo de los dolores como consecuencia de esa terrible guerra.

 

¿Nos estará llamando el apóstol Pablo, en el capítulo 2 de su segunda carta a Timoteo, a llevar esta clase de vida de dedicación y sacrificio? Creo que así es. Sin embargo, este concepto casi parece irrazonable en estos tiempos de derechos individuales y de realización de nuestros más íntimos deseos. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que pensamos en nosotros mismos como soldados del ejército del Señor, altamente disciplinados? Hace años, ése era un tema muy conocido. “Firmes y adelante”, era uno de los himnos favoritos de la iglesia.

 

En él se proclamaba que los cristianos éramos “huestes de la fe” y que estábamos yendo “firmes y adelante sin temor alguno”. También cantábamos: “[Estad por Cristo firmes, soldados de la cruz! Alzad hoy la bandera, en nombre de Jesús”. Asimismo decíamos: “Atrévete a como Daniel ser, atrévete a tú solo combatir. Atrévete a un propósito firme tener, atrévete a los demás decir”. Esa era la manera en que los cristianos veíamos nuestra responsabilidad en esos días. Bueno, hemos llegado lejos. Ahora ponemos nuestro énfasis en apropiarnos del poder de Dios para lograr una vida más exitosa y próspera. ¡Parece que hemos perdido algo en el camino!

 

Uno de los cantos populares de hoy en día, presenta la siguiente idea feliz: “Algo bueno hoy sucederá, hoy sucederá, hoy sucederá. Algo bueno hoy sucederá, Jesús de Nazaret por aquí pasará”. No me agradan en absoluto las palabras de ese can tito bien intencionado, porque están basadas en una teología equivocada. Comprendo cómo se deben interpretar esas palabras, pero las mismas dan a entender que el cristianismo le garantiza a la persona solo “cosas buenas”, y eso no es cierto. Seamos sinceros. Según la interpretación del mundo, algo terrible podría ocurrirle a usted hoy. Los cristianos se enferman y mueren, como le sucede a todo el mundo.

 

Pierden sus empleos, como las demás personas. Y también tienen problemas dentales, sus hijos se enferman, y sufren accidentes automovilísticos. ¡Creer  lo contrario es una trampa de la cual muchos nuevos creyentes, y algunos ya viejos, jamás escapan!

 

Existe una razón por la que los grandes himnos de la iglesia han perdurado, en algunos casos por cientos de años. No están basados en palabras que nos hacen sentir bien, sino en firmes verdades teológicas. Uno de mis favoritos, relacionado con el tema que estamos considerando, tiene como título:

 

“Jesús, he tomado mi cruz”, Las palabras fueron escritas por Henry F. Lyte, en

1824, y la música fue arreglada de una composición de Mozart. Asimile profundamente, si quiere, la verdad contenida en estas increíbles palabras:

 

Jesús, he tomado mi cruz,

Todo lo he dejado por seguirte a ti;

Desnudo, pobre, despreciado, abandonado,

De ahora en adelante tú serás todo para mí:

Perecerá toda ambición egoísta,

Todo lo que he buscado, y esperado, y conocido.

Sin embargo, cuán próspera es mi condición:

¡Dios y el cielo aún son míos!

¡Váyanse la fama y las riquezas terrenales!

¡Vengan el desastre, el desprecio y el dolor!

En tu servicio, el dolor es placer;

La pérdida es ganancia, con tu favor.

Te he llamado: “Abba, Padre”,

Mi corazón está firme en ti.

Las tempestades podrán rugir, y los cielos nublarse,

Pero todo cooperará para mi bien.

 

Este mensaje es un poco diferente del que nos dice:

 

“Algo bueeeeeno hoy sucederá”, y tal vez sea desagradable para un mundo moderno. Pero está totalmente de acuerdo con la Biblia, y usted puede poner los cimientos de una fe firme como una roca con él. Con este mensaje usted puede hacerle frente a cualquier experiencia que tenga en esta vida, aunque lo que Dios haga no tenga ningún sentido. Le sostendrá aunque usted ande en valle de sombra de muerte, porque usted no necesitará temer mal alguno. La vida no podrá volver a sorprenderle, jamás. Usted le ha entregado todo al Señor, sin importar si comprende las circunstancias o no.

 

El se convierte en el que lo posee todo, incluyéndole a usted, y en el que pude quitarle todo a usted. Con este concepto bíblico y con una fe firme, bien fortificada, el temible “¿por qué?” pierde su significado alarmante. “¿Qué importancia tiene?”, se convierte en una pregunta mejor. Usted no tiene la responsabilidad de explicar lo que Dios está haciendo en su vida. El no ha provisto suficiente información para que 10 comprenda. En cambio, se le pide que se suelte y deje que Dios sea Dios. Ahí es donde se encuentra el secreto de la paz “que sobrepasa todo entendimiento”. Es posible que ésta no sea la interpretación teológica que el lector quería oír, especialmente aquel que ha llorado hasta que no le han quedado más lágrimas para derramar. Si usted es esa persona, espero que comprenda que no ha sido mi intención el quitarle importancia a su pérdida. Se me parte el corazón al pensar en las personas que han experimentado un sufrimiento profundo.

 

La semana pasada recibí una carta escrita por un padre cuya hija murió en un accidente automovilístico que ocurrió hace aproximadamente dieciocho meses. Me escribió para decirme cuán profundamente él y su esposa sienten aún el dolor; dolor que muy pocos de sus hermanos en la fe parecen comprender. Mientras leía sus palabras, y pensé en mi hija, que solamente tiene unos pocos años más de edad, me sentí afligido junto con este padre angustiado. La vida puede ser increíblemente cruel con alguien que ha perdido a un ser querido. Tal persona necesita la amistad amorosa y las oraciones de un hermano o una hermana en Cristo, que sencillamente esté a su lado para decirle: “Me importa lo que te ha sucedido”. ¡Pero lo más importante de todo es que él necesita saber que también le importa a Dios!

 

Estoy convencido de que el corazón de Dios es atraído hacia aquellos que se agarran firmemente de su fe en los momentos de desesperación. Con cuánta ternura él debe mirar a los que han perdido a un querido hijo o hija. Cómo se compadece él de los que padecen de deformidades y enfermedades físicas permanentes. Esta identificación del Señor con las aflicciones de la humanidad es uno de los temas principales de la Biblia. A menudo, pienso en un joven que está en los primeros años de la adolescencia, al cual el doctor Tony Campolo describió en uno de sus mensajes. Este muchacho, se llama Jerry, y desde que nació ha padecido de parálisis cerebral. Jerry camina y habla con mucha dificultad, sin embargo, fue a un campamento cristiano de verano donde el doctor Campolo era el orador principal. Desde el primer día era evidente que Jerry sería rechazado por los otros jóvenes, quienes inmediatamente se prepararon para establecer una jerarquía de poder social. Surgió un “grupo de los populares”, como siempre ocurre, compuesto mayormente de los muchachos bien parecidos y de las muchachas lindas. Eran demasiado sofisticados y egoístas para perder el tiempo con un inválido, con un perdedor como]erry. También trataban mal a los demás marginados, los jóvenes cuyos sentimientos habían sido heridos por otros, y los que carecían de confianza en sí mismos. Esos muchachos no tenían ninguna oportunidad de ser parte del grupo. Toda la semana, el doctor Campolo observó cómo Jerry luchaba tratando de encontrar su lugar entre los demás. Presenció escenas que eran verdaderamente crueles. Los muchachos populares se burlaban de su manera de caminar y hablar. Imitaban su forma dificultosa de hablar, diciendo: “¿Aaaa… quééé… hoooraaa… esss … laaa… claaaseee…deee…traaabaaajooosss…maaanuuuaaaleeesss?”

 

Entonces, todos se reían histéricamente como si Jerry fuera sordo. En otras ocasiones, huían de él como de la peste. El doctor Campolo dijo que nunca ha

odiado a nadie, pero que en esos momentos estuvo muy cerca de hacerlo, al ver lo que esos adolescentes insensibles y crueles estaban haciéndole al espíritu de alguien que ya había sufrido más de la cuenta. La última mañana de las reuniones en el campamento de verano, se llevó a cabo un servicio durante el cual se invito a los alumnos a que dieran su testimonio acerca de lo que Jesucristo había significado para ellos. Uno a uno, los más destacados fueron al micrófono: los atletas, las muchachas que dirigían los vítores en los juegos deportivos, y los muchachos populares. Todos dijeron sus pequeños discursos estereotipados, pero no hubo ningún poder en sus testimonios. Sus palabras eran vanas. Entonces, mientras el doctor Campolo estaba sentado en la plataforma, se quedó sorprendido al ver que Jerry venía caminando por el pasillo desde la parte de atrás del auditorio. Los otros alumnos lo vieron también, y comenzaron a murmurar y a señalar con el dedo. Entonces, se oyeron unas cuantas risitas a lo largo de toda la muchedumbre. Ierry se acercó a la plataforma, caminando muy lentamente, y después comenzó a subir los tres escalones que había en uno de los lados, con mucho cuidado y dificultad. Finalmente, llegó hasta el micrófono. Por un momento se quedó allí de pie, mirando a sus compañeros, y entonces dijo con mucho esfuerzo: “Yooo aaamooo… aaa … Jeeesuuusss… yyy… ééélll…meee aaamaaa… aaa … mííí”. Después se dio la vuelta, para comenzar su largo viaje de regreso a su asiento.

 

Campolo dijo que el sencillo testimonio de Jerry sacudió a aquella muchedumbre de adolescentes como una bomba. Su expresión de amor a Dios, a pesar de su incapacidad física y del ridículo de que había sido objeto, reveló el pecado y el egoísmo en las vidas de ellos. Todos empezaron a caminar por los pasillos, yendo hacia un lugar de oración en la parte del frente. El Señor había usado al vocero menos capacitado de entre todos aquellos adolescentes, para llevar a cabo sus propósitos. ¿Por qué? Porque Jerry era lo suficientemente firme como para ser su instrumento. ¿Cuán firme es la fe de usted, y la mía? ¿Le permitiremos al Señor que use nuestra debilidad, nuestra incapacidad, nuestra decepción, nuestra insuficiencia, para llevar a cabo sus propósitos? ¿Adoraremos y serviremos, usted y yo, como Jerry, a este Maestro, aun en medio del sufrimiento? ¿Hemos dejado lugar para la frustración y la imperfección, entre nuestras “expectativas” como seguidores de Jesús? ¿Tiene algo que decirnos la Palabra de Dios acerca de cómo llevamos nuestras vidas, y las cosas que nos hacen quejar? ¡Desde luego que sí!

 

Uno de mis pasajes favoritos de la Biblia, habla específicamente de este asunto de la firmeza, y concluiremos con esta poderosa idea. Los versículos se encuentran en una carta a los filipenses, que fue escrita por el apóstol Pablo desde Roma, donde se encontraba preso, y luego posiblemente fue ejecutado por hablar a otros de su fe en Jesucristo. Pablo tenía todo el derecho de sentirse muy angustiado en esos momentos. ¡Lo que le había ocurrido no era justo! En distintas ocasiones, recientemente: había sido azotado públicamente; se había visto careciendo de ropa y de alimento adecuado; y una vez lo apedrearon y lo dejaron como muerto. Podía haberse quejado amargamente de que el Señor lo había llamado a realizar una tarea difícil y luego prácticamente lo había abandonado. Ciertamente, el temible “¿por qué?” pudo haber estado en su boca, pero no era en eso en lo que Pablo estaba pensando. El escribió lo siguiente a los creyentes en Filipo:

 

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos! Vuestra bondad sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús (Filipenses4:4-7, LBLA).

 

Luego, el apóstol Pablo habló directamente del asunto de las expectativas:

 

Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:12-13, LBLA).

 

El secreto de Pablo, para estar contento, surge de un principio universal de la naturaleza humana. Consiste en confiar en Dios a pesar de las circunstancias, y no esperar demasiada perfección en esta vida. Viene un día mejor para aquellos cuya fuente de satisfacción es Jesucristo.

 

 

Dr. James Dobson.

Cap. 09

 

Link de otros capítulos:

http://elregresa.net/contenido/lectura-edificantehno-ilzar/

 

 

 

 

  1. Aleluya, me encanto este escrito
    Gracias, gracias.

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