Sep 15, 2011

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“LA BARRERA DE LA TRAICIÓN”, DR. JAMES DOBSON, PARTE 2


LA BARRRERA DE LA TRAICIÓN


Hace muchos años, escuché la historia de un hombre que iba manejando su camión por una angosta carretera que corría a lo largo de una región montañosa. A su derecha había un precipicio que descendía, de modo muy empinado, como unos 150 metros hasta el fondo de un cañón. Cuando el chofer doblaba siguiendo una curva, súbitamente perdió el control del vehículo, saliéndose de la carretera y cayendo por la ladera de la montaña, rebotando contra ésta, hasta llegar al fondo del precipicio donde estalló en llamas.

 

Aunque el aterrorizado hombre había sido lanzado fuera del camión, al éste caer por el borde de la carretera hacia abajo, se las había arreglado para agarrarse de un arbusto que estaba cerca de la parte de arriba. Y allí estaba él, aferrado desesperadamente a la pequeña rama, y colgando peligrosamente sobre el abismo. Después de tratar de tirar hacia arriba por sí mismo durante varios minutos, gritó con desesperación:

 

–¿Hay alguien allá arriba?

A los pocos segundos, la potente voz del Señor resonó en toda la montaña, diciendo:

–Sí, yo estoy aquí. ¿Qué quieres?

El hombre suplicó:

–¡Por favor, sálvame! No puedo seguir agarrado de esta rama por mucho más tiempo.

Después de otra angustiosa pausa, la voz dijo:

-Está bien. Voy a salvarte. Pero primero tienes que soltarte de la rama, y confiar en que yo te vaya agarrar. Sólo suéltate ahora. Mis manos estarán debajo de ti.

 

El hombre, que estaba balanceándose peligrosamente agarrado de la rama, miró por  encima de su hombro al camión en llamas que se encontraba en el fondo del precipicio, y luego gritó: “Hay alguien más, que me pueda ayudar”.

 

¿Se ha encontrado usted alguna vez en un aprieto parecido a éste? ¿Le ha suplicado alguna vez a Dios que le ayude en una situación angustiosa, y le ha contestado pidiéndole que usted confíe en él con su vida? ¿Ha considerado alguna vez la respuesta de Dios, y luego ha preguntado: “Hay alguien más que me pueda ayudar?”

 

Como hemos indicado, ésta no es una experiencia fuera de lo común en la vida cristiana. Nosotros creernos que sabemos qué es lo que necesitarnos en un momento de crisis, pero a menudo Dios tiene otras ideas.

 

Después de años de recibir continuamente respuestas a nuestras oraciones, puede ser que el Señor escoja no concedernos una petición que creemos que es de importancia vital. Y cuando eso ocurre, en cuestión de unos momentos, el mundo se nos cae encima. El pánico se apodera de nuestra alma, a medida que esa cuestión de vida o muerte nos mantiene pendientes de un hilo. Los violentos latidos del corazón revelan la ansiedad que sentimos en lo más profundo de nuestro ser, y nos preguntamos: “¿Dónde está Dios? ¿Sabe él lo que está ocurriendo? ¿Le importa? ¿Por qué se ha oscurecido el cielo y permanece silencioso? ¿Qué es lo que he hecho para merecer que Dios me abandoné de esta manera? ¿No le he servido con un corazón dispuesto a hacerlo? ¿Qué debo hacer para recobrar su favor?” Luego, a medida que la frustración y el temor se acumulan, nuestro espíritu retrocede lleno de desconfianza y confusión.

 

Quisiera tener las palabras necesarias para poder explicar la magnitud de esta experiencia. En realidad, durante mis veintiséis años como consejero profesional, he visto muy pocas circunstancias en la vida que igualen la angustia causada por una fe que ha sido hecha añicos. Esta es una crisis tramada en las profundidades del infierno. El doctor R. T. Kendall, el talentoso ministro principal de la Capilla de Westminster en Londres, dijo que dicha crisis conduce directamente a lo que él llama “la barrera de la traición”. El opina que tarde o temprano todos los cristianos atraviesan por un período en el cual parece que Dios les ha abandonado. Esto pudiera ocurrir poco después de haberse convertido a Cristo. Tal vez el nuevo convertido pierde su empleo, o su hijo se enferma, o suceden contratiempos en los negocios. O quizá después de servir fielmente a Dios por muchos años, de repente la vida comienza a desintegrarse. Lo que ocurre no tiene sentido, y parece muy injusto. La reacción natural es decir: “Señor, ¿es así como tratas a los que son tuyos? Yo creía que tú me cuidabas, pero estaba equivocado. No puedo amar a un Dios que es así”. Este es un trágico error.

 

La Biblia está llena de ejemplos de esta experiencia inquietante. La vemos ilustrada en el capítulo 5 de Éxodo, cuando Dios le ordenó a Moisés que apelara a Faraón para que dejara ir a los hijos de Israel. Moisés hizo lo que le fue ordenado, y después de eso, el Faraón aumentó la opresión del pueblo, golpeándoles y obligándoles a trabajar aun mucho más. El pueblo. Envió una delegación a Faraón con la esperanza de obtener algún alivio. Pero Faraón no estaba de humor para negociar con ellos. Les llamó “perezosos”, y les ordenó que regresaran a trabajar, o si no ya verían lo que les iba a ocurrir. Los hombres se fueron del palacio, visiblemente perturbados, y se encontraron con Moisés y Aarón, a quienes les dijeron: “Mire el Señor sobre vosotros y os juzgue, pues nos habéis hecho odiosos ante los ojos de Faraón y ante los ojos de sus siervos, poniéndoles una espada en la mano para que nos maten” (Éxodo 5:21, LBLA).

 

Moisés tenía muy buenas razones para creer que Dios lo había empujado hasta hacerlo estar en una situación peligrosa, y después lo había abandonado. Reaccionó corno usted y yo lo habríamos hecho bajo las mismas circunstancias. En la Biblia vernos que él dijo: “Oh Señor, ¿por qué has hecho mal a este pueblo? ¿Por qué me enviaste? Pues desde que vine a Faraón a hablar en tu nombre, él ha hecho mal a este pueblo, y tú no has hecho nada por librar a tu pueblo” (Éxodo 5:22-23).

 

Hoy en día, nosotros podemos ver cómo Moisés interpretó mal lo que Dios estaba haciendo, pero ¿quién puede echarle la culpa? Parecía ser víctima de una broma cruel. Afortunadamente, Moisés se aferró a su fe hasta que comenzó a entender el plan de Dios. La mayoría de nosotros no lo hacernos tan bien. Nos darnos por vencidos antes que las piezas del rompecabezas empiecen a encajar en su lugar. Para siempre, después de eso, nos sentirnos desilusionados y heridos. El doctor Kendall dijo que más de noventa y nueve por ciento de nosotros no atravesamos esta barrera de la traición, después de sentirnos abandonados por Dios. Entonces nuestra fe es estorbada por una experiencia amarga que no podemos olvidar.

 

Estoy de acuerdo con el comentario del doctor Kendall. Muchas personas que quieren servir al Señor son víctimas de una terrible mentira que les aleja del Dador de Vida. Como sabemos, Satanás es el “padre de mentira” (Juan 8:44), y “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (2 Pedro 5:8). Su propósito específico es desanimarnos y torcer la verdad. Por lo general, se puede esperar que va a aparecer en el momento cuando el desaliento sea mayor, susurrando al oído sus malvados pensamientos y burlándose del creyente herido.

 

Para el bien de aquellos que están sufriendo ese terrible ataque a su fe, quiero compartir algunas experiencias parecidas en las vidas de otros cristianos. Corno dije anteriormente, es importante que usted sepa que no está solo. El dolor y el desaliento que siente, que podría guiarle a preguntar: “¿Por qué tiene que sucederme esto a mí?”, no es exclusivo de usted. Dios no le ha escogido para hacerle sentir afligido. La mayoría de nosotros estarnos destinados, según parece, a golpearnos la cabeza contra la misma antigua roca. Desde tiempos inmemoriales, los hombres y las mujeres se han angustiado por las mismas circunstancias llenas de tensiones que estaban fuera de toda explicación lógica. Tarde o temprano, esto nos sucede a todos. Millones han ido por ese camino. Y a pesar de lo que algunos cristianos le dirán a usted, el que seamos seguidores de Cristo no nos garantiza que nos veremos libres de estas tormentas de la vida.

 

Por ejemplo, piense en la vida y muerte del doctor Paul Carlson. En 1961, se unió a una agencia de auxilio a los necesitados, para servir como médico misionero en el Congo Belga. Se trataba de un compromiso de sólo seis meses, pero lo que vio allí cambió su vida. Cuando regresó a su próspero consultorio médico en Redondo Beach, California, no podía olvidar a las personas que no tenían ninguna esperanza, que había visto en aquel lugar. Le digo a un colega: “Si sólo pudieras ver [la necesidad] no podrías comerte ese sándwich”. Muy pronto, el doctor Carlson y su familia se mudaron a África, donde estableció una clínica improvisada, en la cual a veces hacia cirugías alumbrándose con nada más que una linterna, y hacía visitas a sus pacientes en sus hogares, yendo en su motocicleta. Su salario disminuyó a 3.230 dólares por año, pero no le importaba el dinero. El estaba marchando al compás de un tambor diferente.

 

Sin embargo, dos años después, el doctor Carlson se convirtió en un rehén en un sangriento conflicto entre facciones rivales en el Congo Belga. El se encontraba entre un pequeño grupo de norteamericanos que tenían en cautiverio cerca del campo de batalla. Se les presentó una momentánea oportunidad de escapar trepando por un muro y saltando al otro lado donde se habrían encontrado libres de peligro. El doctor Carlson logró subir hasta la parte superior de la barrera, y estaba a punto de verse libre, cuando una ráfaga de balas despedazó su cuerpo. Cayó de espaldas en el patio, y allí murió. Fue un asesinato sin sentido, cometido por los rebeldes, con el cual no tenían nada que ganar.

 

La revista Times, en su reportaje del asesinato, dijo lo siguiente acerca de este médico:

 

El asesinato del doctor Carlson, junto con la masacre de otro centenar de blancos y miles de negros, tuvo un significado especial y trágico.

[El] simbolizaba a todos los hombres blancos, y hay muchos otros como él, que lo único que quieren de África es que les permitan tener una oportunidad de ayudarle. El no era un santo, ni tampoco fue su intención convertirse en un mártir. Era un médico muy hábil quien, como resultado de su fervorosa fe cristiana y un sentido de sencillo humanitarismo, había ido al Congo a tratar a los enfermos.

 

Esa dedicación humanitaria le costó la vida al doctor Paul Earle Carlson.

Y esto nos deja preguntando: “¿Por qué, Señor? ¿Porqué no pudiste distraer al que hizo los disparos aunque hubiera sido por un instante?” Incluso una mariposa volando delante de su nariz, o un poco de sudor en sus ojos, hubiera podido cambiar ese trágico resultado. Pero no hubo ninguna distracción, y así llegó a su final la vida de un buen hombre, que dejó atrás a una amorosa esposa y a dos hijos.

 

¿Y qué le parece la experiencia de mis amigos Daryl y Clarita Gustafson? Hacía muchos años que no podían tener hijos, a pesar de exámenes médicos y tratamientos minuciosos. Continuamente oraban a Dios, pidiéndole que les concediera el privilegio de traer un niño al mundo, pero el cielo guardaba silencio, y seguían sin tenerlo. El tictac del reloj biológico de Clarita estaba apagándose a medida que los meses pasaban a ser parte de la historia. Entonces, sucedió un día. Clarita descubrió que estaba maravillosamente embarazada. Al fin, Dios había hablado. Siete meses después, nació un saludable varoncito, y le pusieron como nombre Aarón, por el hermano de Moisés. Este niño era su orgullo y gozo.

 

Sin embargo, cuando Aarón tenía tres años de edad, le diagnosticaron que tenía una forma muy virulenta de cáncer. Lo que ocurrió después, fueron diez meses de dolorosa quimioterapia y tratamientos de radiación. A pesar de todos los esfuerzos para detener la enfermedad, el pequeño cuerpo de Aarón continuó deteriorándose. Sus padres oscilaban entre la esperanza y la desesperación, como solamente los padres de niños que se están muriendo lo pueden comprender plenamente. No obstante las muchas oraciones y las innumerables lágrimas; Aarón partió de este mundo para ir con el Señor en 1992, a los cuatro años de edad. Así que, el bebé milagroso, al que Daryl y Clarita llamaban “angelito de Dios” y “nuestro caramelito”, les fue quitado. La fe de este extraordinario matrimonio se ha mantenido firme, aunque aún sus preguntas no han sido contestadas.

 

Se me parte el corazón al pensar en estos padres y en todos los que han perdido a un precioso hijo. En realidad, frecuentemente hay padres que me dicen que han experimentado una tragedia parecida a ésta. Recuerdo muy en particular, a una familia. Supe de su dolor por medio del padre, quien me envió un tributo al recuerdo de su pequeña hija, Bristol. Lo que sigue es lo que él escribió:

 

Mí querida Bristol:

 

Antes que nacieras, oré por ti. En mi corazón yo sabía que serías un pequeño ángel. Y lo fuiste.

 

Cuando naciste, en el mismo día de mi cumpleaños, el 7 de abril, fue evidente que eras un regalo especial enviado por Dios. Pero, ¡qué regalo más maravilloso llegaste a ser! Más que tus hermosos balbuceos y tus mejillas rosadas, más que el gozo indecible de que fueras nuestra primogénita, más que ninguna otra cosa en toda la creación, me mostraste el amor de Dios. Bristol, tú me enseñaste a amar.

 

Por supuesto, te amé cuando eras muy delicada y linda, cuando te diste vuelta y te sentaste balbuceando tus primeras palabras. Te amé cuando sentimos el agudo dolor de saber que algo andaba mal, que tal vez no estabas desarrollándote tan rápido como los demás niños de tu edad, y también te amé cuando supimos que lo que te sucedía era más serio que eso. Te amé cuando fuimos de un médico a otro y de hospital en hospital, tratando de encontrar un diagnóstico que nos diera alguna esperanza. Y, desde luego, siempre oramos por ti incesantemente. Te amé cuando uno de los exámenes produjo que te extrajeran demasiado fluido espinal y te pusiste a gritar. Te amé cuando llorabas y gemías, cuando tu mamá, tus hermanas y yo íbamos por horas en el auto para ayudarte a que te pudieras dormir. Te amé, con mis ojos llenos de lágrimas, cuando, confusa, te mordías involuntariamente los dedos o el labio, y cuando te pusiste bizca y luego te quedaste ciega.

 

Naturalmente, te amé cuando ya no podías hablar, pero ¡cómo extrañé no oír más tu voz! Te amé cuando la escoliosis comenzó a torcer tu cuerpo como si fuera una “s”, cuando pusimos un tubo dentro de tu estómago para que pudieras comer porque te ahogabas con la comida, que te dábamos por cucharadas, tardándonos hasta dos horas en cada comida. Pude amarte cuando tus miembros retorcidos me impedían que fácilmente te cambiara los pañales sucios. ¡Cuántos pañales! Diez años cambiándote pañales. Bristol, incluso te amé cuando ya no podías decir las palabras que más anhelaba oír en esta vida: “Papi, te amo”. Bristol, te amé cuando me sentía cerca de Dios, y cuando él parecía estar muy lejos de mí, cuando estaba lleno de fe y también cuando estaba enojado con él.

 

Y la razón por la que te amé, mi Bristol, a pesar de todas estas dificultades, fue que Dios puso su amor en mi corazón. Esta es la maravillosa naturaleza del amor de Dios, que él nos ama aun cuando estamos ciegos, sordos, o torcidos, en nuestro cuerpo o en nuestro espíritu. Dios nos ama aun cuando no podemos decirle a él que también le amamos.

 

Mi querida Bristol, ¡ahora estás libre! Y espero ansiosamente ese día cuando, de acuerdo con las promesas de Dios, nos reuniremos contigo y con el Señor, completamente libres de imperfecciones y llenos de gozo. Estoy tan contento de que tú recibiste tu corona antes que nosotros. Un día te seguiremos, cuando él así lo quiera.

 

Antes que nacieras, oré por ti. En mi corazón sabía que serías un pequeño ángel. ¡Y lo fuiste!

Te ama, papá.

 

Aunque jamás he llegado a conocer a este padre amoroso, me identifico personalmente con la pasión de su corazón. Me he quedado corto al decir esto. Aun casi no puedo contener las lágrimas al leer sus palabras. He tenido un amor como el suyo hacia mi hijo y mi hija desde el día que nacieron. A pesar de identificarme con él de esta manera, sólo puedo comenzar a imaginarme la angustia producida por la terrible experiencia, que duró diez anos, descrita por este padre en su carta. No solamente esta clase de tragedia es una pesadilla emocional, sino que se puede convertir en el terreno explosivo que he descrito anteriormente.

 

Insisto en que estos ejemplos de aflicción ilustran el hecho de que las personas dedicadas a Dios, que oran, se enfrentan a veces a las mismas clases de dificultades que experimentan los incrédulos. Si negamos esta realidad, creamos un dolor y una desilusión aun mayores para las personas que no están preparadas para afrontar esos problemas. Por eso necesitamos superar nuestra renuencia a aceptar está desagradable realidad. Debemos ayudar a nuestros hermanos y hermanas a prepararse para que puedan hacerle frente a la barrera de la traición. Debemos enseñarles a no depender demasiado en su propia habilidad para comprender las inexplicables circunstancias en nuestras vidas.

 

Recordemos que la Biblia nos advierte: “… no te apoyes en tu propia prudencia” (vea Proverbios 3:5 y 1 Corintios 13:12). Note que no se nos prohíbe que tratemos de comprender. He pasado toda una vida tratando de entender algunos de los imponderables de esta vida, lo cual me ha guiado a escribir este libro. Pero se nos dice específicamente que no nos apoyemos en nuestra habilidad para hacer que las piezas del rompecabezas encajen en su lugar. “Apoyarse” tiene que ver con la exigencia, provocada por el pánico, de que se nos den respuestas. Y si no se nos da una respuesta satisfactoria, arrojamos nuestra fe por la borda. Esto es presionar a Dios para que justifique su conducta, ¡y si no lo hace, ya verá! Es en ese momento que todo comienza a desintegrarse.

 

La verdad es que no tengo respuestas lógicas que puedan satisfacer a los padres de Aarón, a la señora Carlson, o a la doctora Karen Frye. No tengo explicaciones indiscutibles para el afligido padre de Bristol, o para los padres de Steve White. En realidad, me molesta cuando teólogos aficionados presentan ideas simplistas, tales como: “Dios debe de haber querido a la pequeña flor, llamada Bristol, en su jardín celestial”. ¡Eso es una tontería! ¡Un Padre amoroso no le arranca el corazón a una familia por motivos egoístas! No, es mejor reconocer que se nos ha dado muy poca información como para que podamos explicar las causas de todas las aflicciones que experimentamos en un mundo imperfecto y afectado por el pecado. Tendremos que esperar para poder tener esa comprensión hasta que venga nuestro Señor soberano, quien nos ha prometido dejar en claro todas las cosas y poner fin a toda injusticia.

 

Si usted ha comenzado a sentirse desalentado, es muy importante que preste atención de nuevo a lo que dice la Biblia, y reconozca que las pruebas y el sufrimiento con que se está enfrentando no son algo fuera de lo común. Todos los escritores de la Biblia, incluso los gigantes de la fe, experimentaron momentos difíciles parecidos. Mire la experiencia de José, uno de los patriarcas del Antiguo Testamento. Toda su vida estuvo llena de confusión hasta que años más tarde tuvo su triunfante reunión con su familia. Sus hermanos le odiaron hasta el punto de considerar matarle, y luego decidieron venderle como esclavo. Mientras estaba en Egipto, fue encarcelado al haber sido falsamente acusado por la mujer de Potifar de que había tratado de violarla, y se vio en peligro de que lo ejecutaran. No vemos ningún indicio de que Dios le explicara a José lo que Él estaba haciendo durante todos esos años de aflicción, o cómo habrían de encajar en su lugar finalmente las piezas del rompecabezas. Se esperaba de él, como se espera de usted y de mí, que viviera un día a la vez, sin llegar a comprender totalmente lo que le estaba ocurriendo. Lo que agradó a Dios fue la fidelidad de José cuando nada tenía sentido.

 

Reflexione en el relato acerca de Elías, en el capítulo 17 de 1 Reyes. En los versículos 3 y 4 Dios le dice: “Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer”. Esas fueron buenas noticias, teniendo en cuenta la gran sequía que había en el país durante ese tiempo. Por lo menos, no moriría de sed. Pero luego leemos en el versículo 7 las siguientes palabras: “Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra”. ¡Qué cosa más extraña la que ocurrió! ¿Se imagina usted que Elías pensó: “Tú me enviaste a este lugar, Señor, y me prometiste que tendría alimento y agua. Por qué permitiste que se secara el arroyo”? Esa es una pregunta muy buena. ¿Se ha secado alguna vez la fuente de las bendiciones de Dios en su vida?

 

Vayamos al Nuevo Testamento y observemos a los discípulos y a los demás líderes del comienzo del cristianismo. Juan el Bautista, de quien Jesús dijo que entre los nacidos de mujeres, no había mayor profeta que él, se encontró encadenado en el hediondo calabozo de Herodes. Allí, una malvada mujer, llamada Herodías, hizo que le cortaran la cabeza como venganza, debido a que él la había acusado de comportarse inmoralmente. No se nos dice en la Biblia que algún ángel visitó el calabozo de Juan para explicarle el significado de su persecución. Este gran hombre, consagrado a Dios, que había sido escogido como el precursor de Jesús, atravesó por experiencias que lo dejaron desconcertado, tal y como nos sucede a nosotros. Nos conforta el saber que cuando Juan estaba encarcelado, reaccionó de una manera muy humana. Desde su calabozo le envió un mensaje secreto a Jesús, en el que le preguntó: “¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?” ¿Ha sentido usted alguna vez el deseo de hacer esa pregunta?

 

Preste atención al martirio de Esteban, quien murió apedreado por proclamar el nombre de Cristo. Y al discípulo Jacobo, a quien se le dedica sólo un versículo en el capítulo 12 de Hechos, donde dice: “Y [el rey Herodes] mató a espada a Jacobo, hermano de Juan” (Hechos 12:2). La tradición dice que diez de los doce apóstoles fueron ejecutados (excluyendo a Judas, quien se suicidó, y a Juan quien estaba en el exilio). También creemos que Pablo, quien fue perseguido, apedreado y azotado, más tarde murió decapitado en una cárcel romana. En el capítulo 11 de Hebreos se relata acerca de algunos de los creyentes que sufrieron por el nombre de Cristo: “Otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido” (Hebreos 11:35-39).

 

Lea otra vez el último versículo. Fíjese en que estos santos vivieron con la esperanza de una promesa que no había sido cumplida cuando llegó el momento de sus muertes. Nunca recibieron ninguna explicación.

 

Sólo podían aferrarse de su fe para mantenerse firmes en el momento de su persecución. Un comentario en la Life Application Bible [Biblia de aplicación personal] dice lo siguiente, acerca de este capítulo: “Estos versículos son un resumen de las vidas de otros grandes hombres y mujeres de la fe. Algunos experimentaron victorias excepcionales, incluso por encima de amenazas de muerte. Pero otros fueron brutalmente maltratados, torturados y hasta asesinados. Tener una fe firme en Dios no garantiza una vida feliz y libre de problemas. Por el contrario, nuestra fe casi nos garantiza que habremos de sufrir alguna forma de abuso de parte del mundo. Mientras estemos en este mundo, tal vez jamás comprenderemos el propósito de nuestro sufrimiento. Pero sabemos que Dios cumplirá las promesas que nos ha hecho”. Esa es, precisamente, la verdad que debemos comprender.

 

Muy pocos de nosotros somos llamados a entregar nuestras vidas como los creyentes del comienzo de la iglesia, pero existen algunos ejemplos de ello en estos tiempos modernos. Trate de explicar el siguiente ejemplo. El reverendo Bill Hybels relató una experiencia en su libro: Too Busy Not To Pray (Demasiado ocupado para no orar), que nos habla dramáticamente de esta verdad:

 

Hace un par de años, un miembro del grupo musical de mi iglesia y yo, fuimos invitados por un líder cristiano, llamado Yesu, a ir a la parte sur de la India. Allí nos unimos a un equipo de personas procedentes de distintos lugares de los Estados Unidos. Nos dijeron que Dios nos usaría con el fin de alcanzar para Cristo a los musulmanes, a los hindúes y a otras personas que no tenían ninguna religión. Todos pensábamos que Dios nos había llamado con ese propósito, pero ninguno de nosotros sabía qué era lo que podíamos esperar que sucediera.

 

Cuando llegamos, Yesu se reunió con nosotros y nos invitó a ir a su casa. Durante algunos días, nos habló de su ministerio. El padre de Yesu, quien era un dinámico líder y orador, había comenzado la misión en un área cuya población era mayormente hindú. Un día, uno de los líderes hindúes vino a ver al padre de Yesu y le pidió que orara por él. Como tenía muchas ganas de orar con él, con la esperanza de que le guiaría a aceptar a Jesucristo, lo llevó con él a una habitación privada, se arrodilló junto con él, cerró los ojos y comenzó a orar. Mientras oraba, el hindú metió una mano debajo de su bata, sacó un cuchillo y le apuñaleó varias veces.

 

Al oír los gritos de su padre, Yesu corrió a ayudarle. Le sostuvo en sus brazos, mientras que la sangre que brotaba de las heridas caía sobre el piso. Tres días después, su padre murió. Cuando se encontraba en su lecho de muerte, le dijo a su hijo: “Por favor, dile a ese hombre que le he perdonado. Cuida de tu madre y sigue adelante con el ministerio. Haz todo lo que sea necesario con el fin de ganar a las personas para Cristo”.

 

¡Qué historia más alentadora y humillante! Me hace sentir avergonzado por haberme quejado de los problemas y las frustraciones insignificantes que he experimentado a través de los años. Un día, el Señor pudiera exigir de mí un sacrificio como ése por la causa de Cristo. Si fuera así, le pido a él que me dé el valor suficiente para aceptar cualquiera que sea su voluntad para mí. Incalculables multitudes han dedicado sus vidas de esta manera a su servicio.

 

Así que dígame, ¿de dónde hemos sacado la idea de que la vida cristiana es algo fácil? ¿Dónde está la evidencia de la teología de “decirlo y reclamarlo”, que promete que Dios irá delante de nosotros con su gran escoba cósmica barriendo a un lado todas las pruebas y las incertidumbres inquietantes que pudiera haber en nuestro camino? Por lo contrario, Jesús dijo a sus discípulos que deberían esperar tener sufrimientos. Les advirtió: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (luan 16:33). El apóstol Pablo escribió: “… sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones. Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (2 Corintios 7:4-5). Pedro no nos dejó ninguna posibilidad de duda acerca de las dificultades en la vida cristiana, cuando escribió: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (l Pedro 4:12-13). Preste atención, en cada uno de estos versículos, a la coexistencia tanto del gozo como del dolor.

 

Esto es lo que los escritores bíblicos nos han dicho de manera muy clara que podemos esperar, y sin embargo parece que estamos decididos a escribir nuevamente la Biblia. Esa clase de actitud nos hace presas fáciles de las trampas de Satanás.

 

Mi preocupación es que parece que muchos creyentes piensan que Dios tiene la obligación de permitirles navegar en un mar calmado, o de por lo menos darles una explicación completa (y tal vez pedirles disculpas) por las dificultades que encuentran en su camino. Nunca debemos olvidar que él, después de todo, es Dios. El es majestuoso, santo y soberano. No tiene que rendirle cuentas a nadie. No es un recadero a nuestro servicio. No es un genio que sale de una botella para satisfacer nuestros caprichos. No es nuestro siervo. Nosotros lo somos de él. Y la razón de nuestra existencia es glorificarle y honrarle. Aun así, a veces él realiza poderosos milagros a nuestro favor. A veces el escoge explicarnos lo que ha hecho en nuestras vidas. A veces su presencia es tan real como si nos hubiésemos encontrado con él cara a cara. Pero en otras ocasiones, cuando nada de lo que nos sucede tiene sentido, cuando pensamos que las experiencias que estamos teniendo “no son justas”, cuando nos sentimos totalmente solos en la Sala de Espera de Dios, él simplemente nos dice: “¡Confía en mí!”

 

¿Quiere decir esto que estamos destinados a sentimos deprimidos y tomados como víctimas por las circunstancias en nuestras vidas? Desde luego que no. Pablo dijo que “somos más que vencedores” (Romanos 8:27). El escribió en Filipenses 4:4-7: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

 

Sin lugar a dudas, lo que tenemos en la Biblia es una paradoja. Por una parte, se nos advierte que esperemos sufrimientos y dificultades, que pudieran llegar a costarnos incluso nuestras propias vidas. Por otra parte, se nos alienta a que nos regocijemos, seamos agradecidos y tengamos buen ánimo. ¿Cómo podemos unir estas dos ideas contradictorias? ¿Cómo podemos ser victoriosos y estar bajo intensa presión al mismo tiempo?

 

¿Cómo podemos sentimos seguros cuando estamos rodeados por la inseguridad? Este es un misterio que, según el apóstol Pablo, “sobrepasa todo entendimiento”.

 

En el siguiente capítulo, hablaremos de los principios que nos guían a esta extraordinaria tranquilidad de espíritu en medio de la tormenta, la cual también está a la disposición de usted.

 

Dr. James Dobson

Cap. 03


  1. La respuesta es con FE, ESPERANZA Y AMOR podremos vencer y estar con Jesus. El miedo es nuestro peor enemigo aqui ya que nos hace perder las tres herramientas que San Pablo dijo en Corintios 13..es uno de los mas preciosos que yo he leido de la Biblia y cuando estoy necesitando de fuerzas ya que la batalla es dura, este capitulo me da fuerzas al igual que el salmo 23 y el salmo 91….es asi de simple pero dificil a la vez, pero solo les puedo decir que Es.

  2. Es muy cierto lo que se dice, pero somos mas que vencedores en Cristo Jesus! yo, mi familia, estamos atravezando por un momento dificil en lo cual solo me sostengo en Cristo ,su amor, sus promesas, pero si comparo las pruebas, el sufrimiento de otros hnos. en la fe, me siento miserable de sentirme debilitada alguna ves ante mis problemas, solo Dios sabe nuestras fuerzas y sus propositos oro porque seamos fieles mientras somos atribulados y por encima de todo confiemos en nuestro Dios siempre y aun asi nos gozemos, porque si recibimos el bien de la mano de nuestro Señor, porque no recibiremos tambien el mal, ya que todas las cosas de los que somos en Cristo son para bien.
    Bendiciones y animo en nuestro Señor Jesucristo quien vencio la angustia, la tribulacion el desespero la soledad, la traicion, todos los dolores pero por amor y cumpliendo la voluntad de nuestro Dios lo entrego todo en esa cruz. Oro por esperanza en Cristo a los que estan viviendo momentos dificiles en su vida.
    en Cristo
    luisa

  3. yo tb estoy pasando una prueba deificíl pero nada que no pueda salir vistoriosa en cristo pq mi tribulación ya se le he dejado hace mucho rato en las manos de mi cristo….pq él venció al mundo y con él somos más que vencedores…amén..aleluya…gloria al señor jesús…mi féno va mermar pq solo el señor sabe el pq de las cosas…bendiciones a todos mis amados hermanos en cristo…

  4. jorge(Aaron) says:

    GRACIAS HERMANOS, AUNQUE NO LOS CONOSCO EN PERSONA EN ESPIRITU SEMOS UNO, ME ALEGRO MUCHO ENCONTRARME CON USTEDES EN ESTE FORO, DE MUCHO BIEN Y PRODUCTIVO PARA NUESTRO ALMA Y NUESTRA VIDA TERRENAL.GRACIAS DE NUEVO QUE POR MEDIO DE LO INMORTAL QUE ESTA EN USTEDES NUESTRO ESPIRITU NOS ENTENDEMOS Y DE QUIEN NOS DA TODO ENTENDIMIENTO NUESTRO PADRE Y SU HIJO NUESTRO SALVADOR QUIEN NOS GUIA A NUESTRA VERDADERA EXISTENCIA QUE NOS HABLA A NUESTRO CORAZON Y NO A LOS PENSAMIENTOS CONFUSOS,Y QUE EL ENEMIGO TRATA DE TURBARNOS Y DESVIARNOS DE LA VERDA. AGAMOLE CASO AL LENGUAJE DEL CORAZON QUE ES SENCILLO EN UNAS PALABRAS NO NOS CANSEMOS DE ASER EL BIEN, YO ESTOY EN ESTOS MOMENTOS PASANDO PROBLEMAS TERRENALES Y HABESES SIENTO QUE CAIGO Y ME ACUERDO DE LA PALABRA DE DIOS QUE ES NUESTRA HERENCIA A NUESTRA GENERACION PARA LEVANTARNOS COMPRENDER QUE ESTAMOS HACIENDO AQUI, Y PODER RESISTIRLE A MAL CON VALENTIA Y LEVANTAR NUESTRAS FRENTES AUN SEA CON LAGRIMAS, QUE PARA ESO FUIMOS LLAMADOS Y ELEGIDOS, ES DURO VIVIRLO A CARNE PROPIA CADA UNO DE NOSOTROS, PERO NO HAY OTRO CAMINO Y TAMBIEN ESA FUERZA SUPERIOR QUE NOS DELEITA A PESAR DE LAS PRUEBAS,Y QUE DIOS PADRE Y SU HIJO JESUCRISTO NUESTRO SALVADOR NOS MANTEGA FIRMES HASTA EL DIA DE SU REGRESO O EL DIA QUE SALGANOS DE LO CORRUPTIBLE. DIOS LOS VENDIGA Y ANIMO.. CAMINO ANGOSTO EL AMOR HERMANOS..

  5. Hna Ada (Caracas) says:

    YO MISMA HE CONSTRUIDO UNA CARROZA ESPIRITUAL POR revelacion DEL PROPIO ESPIRITU SANTO, Y ESTOY ECHANDO DENTRO DE ELLA A TODA CARGA O AFLICCION. Y SE LA HE COLOCADO DELANTE DE LOS OJOS DE MI SEÑOR. Y MIENTRAS TANTO EL ME HACE DESCANSAR en lugares de delicados pastos, MOMENTOS QUE APROVECHO PARA ALABARLO Y GLORIFICARLO.

    MI CARROZA se la presenté REPLETA DE PEDIDOS y CONFIADA ESPERO EN SUS PRONTAS RESPUESTAS, mientras siendo esforzada y diligente hago mi otro tanto que me corresponde.

    TE INVITO A QUE TOMES LA TUYA Y HAGAS LO MISMO. Apartados de Él nada podemos hacer.

    ¡Feliz día con bendiciones hacia todos!

  6. fabiana alejandra says:

    hola soy nueva en este foro y queria comentarles de lo mucho que estoy aprendiendo aqui,y este articulo me encanto por que me demostro que a pesar de las cosas que yo este pasando ahora no se compara a nada con lo que paso el misionero elliot o el padre que escrivio la carta… e aprendido que a pesar de que ahora me encuentre sola a miles de millas de mi familia o amigos Jesus siempre estuvo a mi lado y si no fue el entonces el angel que envio a cuidarme toda mi vida, yo soy unas de las tantas cristianas alejadas que ahora quiere volver a su camino y a pesar de que no tengo las herramientas adecuadas ni una iglesia ni amigos cristianos ni siquiera una biblia estoy haciendo lo posible por encaminarme de nuevo…
    Y leyendo sus artculos me ciento mas cerca de el aunque aveces quiero decaer pero no pierdo mi fe en que un dia sere recibida en el cielo; Yo nose si sola sin ayuda de nadie que me pudiera aconcejar me este encaminando bien esa es una de las grandes dudas que tengo, por que una vez lei en la biblia que “nadie se salva solo” y eso me confunde y claro me llena de temor xq nose si estare haciendo lo correcto o pienso que es lo correcto. pero como dice ahy “La Fe es la certeza de lo que se espera y la conviccion de lo que no se ve” y yo tengo mucha fe en que un dia mi situacion cambiara y podre por fin entender la verdad.
    Aunque ya eh olvidado muchos de los pasajes biblicos y si se me precenta la oportunidad de defender mi fe, quizas no podre hablar por que en realidad nose demaciado como deveria saber para defenderme. Pero eso no importa por que lo unico que se es que debo confiar en mi y en El que no me ah abandonado nunca, aunque no lo escuche, no lo vea o no lo cienta comigo se que esta alli escuchando mis suplicas de cambio y tiempo en mi familia…
    Bueno esto lo queria compartir con ustedes les agradesco mucho el gran calor y sabiduria que me transmitieron desde que me cruze con ustedes un saludo y abrazo enorme a cada uno de los leyentes y seguidores de esta grandiosa pagina Dios los bendiga =)

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