Aug 27, 2010

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LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO

Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere [1Corintios 12:7-11].

Los dones del Espíritu santo

La Biblia constantemente nos da testimonio de su inherente verdad. Lo mismo aplica con los dones del Espíritu Santo. Pareciera que existe una aparente discrepancia entre los dones manifestados por Jesús y aquellos manifestados por la Iglesia. Esta supuesta discrepancia, no obstante, da pie a un asombroso testimonio de la verdad de la palabra de Dios.

En su primera carta a los Corintios, Pablo enumera los dones del Espíritu Santo [1Corintios 12:7-11]. En la lista se incluyen los siguientes dones o manifestaciones del Espíritu: sabiduría, conocimiento, fe, sanidad, milagros, profecía, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación de lenguas. Según lo registran los evangelios, los primeros siete dones pueden observarse plenamente en el ministerio realizado por el Mesías Jesús. Los evangelios no muestran que Jesús alguna vez ejercitara el don de lenguas y, como resultado de esto, tampoco hubo cabida para la interpretación de lenguas. Ambos dones sin embargo, se manifestaron de manera inmediata a comienzos de la Iglesia el día de Pentecostés [Hechos 2:4]. ¿Por qué en la Iglesia se manifestaron dones sin antes ser manifestados por el Señor? La respuesta a esta pregunta resulta muy interesante y afianza una sólida confirmación de la verdad de las Escrituras.


Los dones del Espíritu Santo son simplemente la obra u operación de Dios. Los dones son la manifestación de un Dios omnipotente, soberano y omnisciente que rige sobre su universo. El Mesías Jesús fue y es la patente manifestación del Padre o “Palabra de Dios”. Él dijo, “En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera.” [Juan 5:19]. En consecuencia, las manifestaciones del Espíritu Santo en el Mesías Jesús fueron simplemente la obra de Dios, lo que Dios hace y ciertamente había hecho en previas generaciones a través de sus profetas. Como sabemos estas obras incluían sabiduría, entendimiento, fe, sanidad, milagros, profecía y discernimiento de espíritus.


Por ejemplo, analicemos el significado especial del número siete en la Escritura. Con el estudio de la Biblia, se hace evidente que este número representa una señal de la mano de Dios y de la totalidad de su obra. Los siete días de la creación son una muestra de esto. Dios santifica el séptimo día, el séptimo mes, el séptimo año y el siguiente año al año siete veces siete [49 años]. Adicionalmente, Juan nos habla de los “siete Espíritus de Dios” [Apocalipsis 5:6]. Podemos concluir entonces, que los siete diferentes dones del Espíritu Santo observados en el ministerio de Jesús siguen el mismo patrón y apuntan a la esencialísima totalidad de la manifestación misma de Dios por intermedio del Mesías Jesús.


Nuevamente, de la Escritura se desprende que es el plan divino hacer realidad estas mismas cosas actuando Jesús en medio de su cuerpo, la Iglesia de la misma manera que fueron manifestadas directamente en la persona de Jesús durante su ministerio terrenal. No es raro entonces y debemos esperar que en efecto suceda, que los siete dones del Espíritu Santo se desarrollen plenamente en la

Iglesia. Recordemos no obstante, que en el cuerpo, tenemos dos adicionales dones: el don de las lenguas y el don de interpretación de lenguas. En consecuencia, podemos preguntarnos, ¿recibió acaso la iglesia algo más de lo que recibió Jesús?


El propósito de las lenguas no es otro que servir de auxilio a los creyentes; a todos aquellos que como seres humanos redimidos y llenos del Espíritu Santo, aún seguimos viviendo en la carne. El don de lenguas se nos da para ayudarnos a interceder, adorar y comunicarnos con Dios. Pablo dice que el que habla en lenguas habla a Dios. El que habla en lenguas habla misterios a Dios y es edificado al hacerlo [1Corintios 14:2,4]. Pablo también escribió en referencia a la intercesión: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos [Romanos 8:26-27]. Sabemos que el don de lenguas puede manifestarse a través del individuo en intercesión y adoración privada ante Dios. En este caso, la interpretación no es necesaria. No obstante, si en un servicio de adoración del cuerpo de creyentes el don de lenguas se hace manifiesto, las lenguas deben recibir interpretación, a fin de edificar a la corporación entera de creyentes y permitir que el servicio proceda de manera ordenada siempre glorificando a Dios.


¿Por qué el don de lenguas no se hizo manifiesto en el ministerio terrenal del Mesías? Nosotros creemos que la comunión de Jesús con el Eterno Dios fue única y completa porque Jesús era el Hijo unigénito del Padre sin mancha. Para su comunión y adoración a Dios, Jesús nunca requirió auxilio como nosotros lo necesitamos. En efecto, la Escritura afirma que Él recibió el Espíritu Santo sin medida [Juan 3:34].


Finalmente, el tema de los dones del Espíritu Santo ofrece un maravilloso testimonio de la verdad inherente de la Biblia. Vemos en el ministerio del Jesús la totalidad de Dios manifestada por medio de los “siete” dones del Espíritu Santo. Por otra parte, en la iglesia, compuesta de seres humanos regenerados aun con las marcas del pecado en la carne, un don adicional se nos ha otorgado, el de las lenguas, y su propósito es ayudarnos a funcionar a capacidad para el llamado que hemos recibido. Por otro lado, el don de interpretación de lenguas acompaña al uso del don adicional de las lenguas, cuando éstas se hacen presentes en la adoración colectiva de la congregación siempre para el buen orden, madurez y edificación general del cuerpo de creyentes del Mesías. Queda nuevamente confirmada en la Biblia la sabiduría y la gloria de nuestro Dios.




DONES Y PODER DEL ESPÍRITU SANTO


El avivamiento pentecostal de principios del siglo veinte y la renovación carismática que comenzó a fines de los años cincuenta, sin duda constituyen una de las más innovadoras e impactantes transformaciones espirituales en la historia. Pero cuando investigamos estos fenómenos debemos preguntar:


1]- ¿Por qué ha ocurrido esto?


2]- ¿Qué impacto ha tenido? y


3]- ¿Cómo puede mantenerse la integridad espiritual?


¿Por qué ha ocurrido esto?


Primero, porque era evidente la necesidad de renovación de la misión y el propósito cristianos en la iglesia y entre sus miembros.


Segundo, en vista de esta necesidad de renovación, ha habido un decisivo movimiento de parte de creyentes sinceros deseosos de recobrar el poder del Espíritu Santo que transformó y dinamizó la vida de los primeros cristianos. De este movimiento ha emergido una manifestación del Espíritu Santo, acompañada del hablar en lenguas, entre los creyentes de todas las grandes denominaciones, lo cual demuestra que el bautismo en el Espíritu Santo no es una denominación o un movimiento, sino una experiencia que trae consigo la plenitud del poder espiritual para un servicio más eficaz.


Tercero, esta manifestación del Espíritu Santo ha vinculado las corrientes principales del protestantismo y el movimiento pentecostal tradicional a las formas de culto del primer siglo de la Iglesia, por medio de lo que se ha llamado acertadamente el movimiento carismático (derivado del griego charismata, término utilizado, por ejemplo, en [1Corintios 12:4, 30] para referirse a los dones del Espíritu Santo).


¿Qué impacto ha tenido?


De esta renovación surge la pregunta: ¿Qué sucede realmente cuando la Iglesia recibe estos dones? Al intentar una respuesta, se deben tener en cuenta los fundamentos bíblicos, el contexto tradicional y los testigos contemporáneos.


Se cumplen las Escrituras


En primer lugar, la Biblia declara de forma inequívoca: Sed llenos del Espíritu [Efesios 5:18]. Un análisis del verbo griego traducido sed llenos nos revela que está en tiempo presente, lo cual indica que ésta es una bendición que debemos experimentar y gozar ahora. El hecho de que el verbo sea un imperativo [un mandato] no deja opciones al discípulo sensible. Sin embargo, como el verbo está en voz pasiva, no hay dudas de que ser llenos del Espíritu no es cosa que el cristiano obtiene por su propio esfuerzo, sino algo que se hace a su favor y a lo cual debe someterse. Por ello la Escritura ofrece una visión teocéntrica del ser llenos del Espíritu, experiencia en la que lo alto alcanza a lo bajo y se une con Él en íntima comunión. Esclarecer este punto sirve para contrarrestar la crítica o la incomprensión de algunos que ven en la experiencia pentecostal algo suscitado por sugestión, determinación o emoción humanas.


La Persona del Espíritu Santo obra


En segundo lugar, la Biblia revela que la Persona del Espíritu Santo ha sido el agente primario en lo referente al ministerio de la Palabra a través de los siglos. La Escritura declara claramente que la Deidad obra en coigualdad, coeternidad y coexistencia, como una unidad. Así que, las Escrituras nos muestran al Espíritu Santo asumiendo de forma única los siguientes papeles:


1]- Como autor del Antiguo Testamento [2Samuel 23:2] [Isaías 59:21] [Jeremías 1:9] [2Timoteo 3:15–17] [2Pedro 1:21]


Y el Nuevo Testamento [Juan 14:25, 26] [1Corintios 2:13] [1Tesalonicenses 4:15] [Apocalipsis 1:10, 11; 2.7].


2)- Como el que unge a los personajes del Antiguo Testamento.


Las Escrituras mencionan no menos de dieciséis líderes de Israel que fueron ungidos por el Espíritu: José [Génesis 41:38], Moisés [Números 11:17], Josué [Números 27:18], Otoniel [Jueces 3:10], Gedeón [Jueces 6:34], Jefté [Jueces 11:29], Sansón [Jueces 14:6, 19] [Jueces15:14, 15], Saúl [1 Samuel 10:10] [1Samuel 11:6], David [1Samuel 16:13], Elías [1Reyes 8:12] [2Reyes 2:16], Eliseo [2Reyes 2.15], Azarías [2Cronicas 15.1], Zacarías [2Cronicas 2.20], Ezequiel [Ezequiel 2.2], Daniel [Daniel 4.9] [Daniel 5.11] [Daniel 6.3], Miqueas [Miqueas 3.8].


De manera que el Espíritu Santo, como protagonista, ungió a los profetas del Antiguo Testamento, como Isaías y Joel, para que escribiesen sus profecías sobre el día cuando el Espíritu sería derramado, y sus dones esparcidos a lo largo de toda la era de la Iglesia [Joel 2.28–32] [Hechos 2.17–21]. En [Isaías 28.11, 12], Dios usó a Isaías para decirle a Judá que le daría una lección en una forma que no sería de su agrado, y que le daría conocimientos a través de idiomas extranjeros en vista de su incredulidad. Siglos más tarde, el apóstol Pablo hizo extensivo el sentido de este pasaje al don de hablar en lenguas dentro de la iglesia como manifestación o señal a los que no eran creyentes [1Corintios 14.21, 22]. Esta señal podía manifestarse en lenguas conocidas o no por los seres humanos; compárese [1Corintios 14] con [Hechos 2.1-11] [Hechos10.45, 46].




En todos estos aspectos, vemos al Espíritu Santo como alguien que obra en la Iglesia con una personalidad definida, como una persona dada a la Iglesia para garantizar que el ministerio del Cristo crucificado sea continuamente proclamado y verificado. El Espíritu Santo, pues, tiene todas las características de una persona:


1]- Tiene conocimiento [Romanos 8.27], voluntad [1Corintios 12.11] y sentimientos [Efesios 4.30].




2]- Participa en la revelación [2Pedro 1.21], la enseñanza [Juan 14.26], el testimonio [Hebreos 10.15], la intercesión [Romanos 8.26], la exhortación [Apocalipsis 2.7], la comisión [Hechos 16.6, 7] y la afirmación [Juan 15.26].


3]- Se relaciona con seres humanos. Lo pueden entristecer [Efesios 4.30], se le puede mentir [Hechos 5.3] y blasfemar [Mateo 12.31, 32].


4]- El Espíritu Santo posee los atributos de la divinidad: Es eterno [Hebreos 9.14], omnipresente [Sal 139.7–10], omnipotente [Lucas 1.35] y omnisciente [1Corintios 2.10, 11].


5]- Se habla de él como Espíritu de Dios, Espíritu de Cristo, Consolador, Espíritu Santo, Espíritu Santo de la promesa, Espíritu de verdad, Espíritu de gracia, Espíritu de vida, Espíritu de adopción, Espíritu de santidad.


6]- Se le simboliza con el fuego [Hechos 2.1, 2], el viento [Hechos 2.1, 2], el agua [Juan 7.37–39], un sello [Efesios 1.13], el aceite [Hechos 10.38] y una paloma [Juan 1.32]. Todo esto revela una parte del vasto ámbito o esfera de acción del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento y la iglesia contemporánea.


Los acontecimientos que narra Hechos están siendo redescubiertos y aplicados


En tercer lugar, el libro de Hechos narra cinco relatos de personas que reciben la plenitud, la llenura o el bautismo del Espíritu Santo [Hechos 2.4] [Hechos 8.14–25] [Hechos 9.17–20] [Hechos 10.44–48] [Hechos 19.1–7]. En estos relatos se manifiestan cinco factores:


1]- Los presentes experimentaron la irresistible presencia de Dios.


2]- Hubo una evidente transformación en la vida y testimonio de los discípulos que fueron llenos.


3]- Aquella experiencia dio un gran ímpetu al crecimiento de la Iglesia: Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo [Hechos 5.42].


4]- La evidencia inmediata en tres de los cinco relatos fue la glosolalia: Porque los oían que hablaban en lenguas [Hechos 10.46]. [Glosolalia es un término derivado del griego glossa [lengua] y laleo [hablar].


5]- El propósito esencial de aquella experiencia era ofrecer un testimonio poderoso [Hechos 1.8] y una más profunda dimensión del compromiso cristiano de dar frutos de bondad, justicia y verdad [Efesios 5.19], gratitud [Efesios 5.20], humildad [Efesios 5.21], amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza [Gálatas 5.22, 23].


Todas estas cosas juntas demuestran lo que debería ser la Iglesia actual, una renovación constante experimentada a través del Espíritu Santo que obra en los que creen. El problema es que con demasiada frecuencia se mal interpreta o aplica mal, por la falta de una comprensión del concepto bíblico de las lenguas y el papel de los dones del Espíritu. Aunque hay diversos puntos de vista teológicos, solo debemos tener la autoridad de la Palabra de Dios con respecto a esto y obedecerla. De manera que, para comprender completamente este fenómeno, es necesario tomar en cuenta el punto de vista carismático en lo que se refiere a la interpretación y aplicación de las poderosas manifestaciones del Espíritu Santo del libro de Hechos, aplicando los controles que se enseñan en [1Corintios 12–14].


¿Cómo puede mantenerse la integridad espiritual?

Establecer nuestra perspectiva


En primer lugar, la Iglesia debe considerar el bautismo del Espíritu Santo como una experiencia consecuente a la conversión cristiana: algo que ocurre a través de un proceso de entrega completa al Espíritu que nos llena y guía. Estamos de acuerdo con que el Espíritu Santo obra en cada creyente y en los varios ministerios de la Iglesia. Aun así cada creyente debe contestar la pregunta de [Hechos 19.2]: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?


Aquí deben examinarse dos expresiones:




1]- Se entiende que, al hablar del bautismo del Espíritu Santo, el movimiento pentecostal-carismático tradicional no se refiere a ese bautismo del Espíritu Santo que se produce en la conversión, mediante el cual el creyente es integrado al cuerpo de Cristo por medio de la fe en su obra redentora en la cruz [1Corintios 12:13]. Pero, ningún carismático bíblico ve al cristiano que no es carismático como menos salvo o menos espiritual que él. El bautismo con o en el Espíritu Santo [Juan 1:33] [Hechos 1:5] fue y está dirigido por el Señor Jesús para que sea recibido [Juan 20:22] [Hechos 1:8] como un don que había de otorgarse después de su ascensión [Juan 7:39] [Hechos 2:38, 39]. Sin embargo, si alguien prefiere desestimar esta terminología, sostenemos que experimentar la plenitud del Espíritu en espíritu de unidad es más importante

Segunda parte:

Las lenguas sirven para la exhortación pública



Volviendo a la segunda función de las lenguas, la exhortación pública, [1Corintios 14] funda los dones del Espíritu sobre los firmes cimientos del amor [1Corintios 14.1]. El uso público de las lenguas también exige observar una serie de normas como la clave para mantener el orden en nuestras comunidades y en los cultos de adoración. Tras aceptar que ha habido quienes han abusado de este don y se han vanagloriado abusivamente de él, debemos reconocer que éste puede convertirse en parte vital y valiosa del culto cuando se le emplea correctamente para la edificación del cuerpo de Cristo [1Corintios 14.12-13].


Sin embargo, el creyente sincero y lleno del Espíritu no se ocupará solamente de este don, porque ve en él sólo uno de los muchos dones dados para que la Iglesia alcance la plenitud; de ahí que no participe en el culto o se reúna con otros exclusivamente con el propósito de hablar en lenguas. Tal intención sería una señal de inmadurez, vanidad e idolatría. Por el contrario, los creyentes sinceros se reúnen para adorar a Dios y prepararse para toda buena obra por medio de la enseñanza de su Palabra [2Timoteo 3.16-17]. Consecuentemente, el creyente sensible a las enseñanzas de la Escritura reconoce las siguientes recomendaciones del Nuevo Testamento sobre los dones espirituales:


1]- Hablar en lenguas sólo edifica en las reuniones públicas cuando se interpretan; quien adora debe orar por la interpretación, y si ella no llega, guardar silencio, a menos que se sepa que está presente alguien en posesión del don de interpretación [1Corintios 14.5, 28].


2]- El Espíritu se manifiesta sólo para edificar; por lo tanto, dondequiera que está verdaderamente presente todo se halla en orden y nadie siente vergüenza o se perturba [1Corintios 14.26, 40].

3]- Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas [1Corintios 14.32]. Toda persona que de verdad sea llena del Espíritu es capaz de ejercer el dominio propio; de ahí que la confusión pueda y deba ser evitada de manera que prevalezcan la decencia y la unidad [1Corintios 14.40].


4]- El fundamento de todos los dones es el amor. El amor, no la experiencia de un don, es lo que califica a aquellos que ejercitan los dones espirituales. De esa forma, en la administración de la autoridad espiritual en la congregación local, la Palabra exige que juzguemos [1Corintios 14.29] a fin de confirmar que aquellos en posesión de dones sigan el amor y procuren los dones espirituales [1Corintios 13.1–13] [1Corintios14.1].


5]- El autor y dispensador de los dones es el Espíritu Santo, que los reparte según su voluntad; por lo tanto, ningún don se convierte en posesión exclusiva de un creyente para su edificación personal y vanagloria. Al contrario, los dones son dispensados a la Iglesia para ser ejercitados por ella en la mutua edificación de los creyentes [1Corintios 12.1–11] y como un medio para extender su ministerio.


6]- La práctica del don de lenguas debe limitarse a una secuencia de dos o tres manifestaciones a lo sumo [1Corintios 14.27]. Aunque muchos sostienen que ésta es una norma muy rígida, otros la consideran una guía para mantener el equilibrio en el culto de adoración. En la práctica, el Espíritu Santo raramente se mueve más allá de estos límites; sin embargo, en ocasiones, por razones y necesidades especiales, puede que se produzca más de una secuencia de dos o tres manifestaciones apropiadamente espaciadas en un culto dado. La pauta principal es la siguiente: Pero hágase todo decentemente y con orden [1Corintios 14.40].


El testimonio contemporáneo


Moviéndonos más allá de la plenitud del Espíritu, es importante comprender el impacto de los dones en la vida y el testimonio de la Iglesia.


La experiencia de la plenitud del Espíritu representa algo más que hablar en lenguas. Es, en realidad, entrar en posesión de la plenitud de los dones y el fruto del Espíritu, como se describe en el Nuevo Testamento [1Corintios 12.7–11] [Gálatas 5.22, 23]. También abarca, en sentido amplio, el ejercicio de los dones de Dios para la edificación espiritual que se mencionan en [Romanos 12.3–8] [Efesios 4.7–12].


La palabra griega charisma [singular] o charismata [plural] se utiliza para designar los dones espirituales, y de acuerdo con una terminología más técnica, dones de la santa gracia. En [Efesios 4.11–13], las palabras dorea y doma también se usan para designar los dones, calificándolos como aptitudes que nos equipan para el servicio personal en el reino de Dios. Asimismo, la palabra pneumatika, empleada en [1Corintios 12.1], se utiliza para describir los dones como cosas del Espíritu. El asunto es que cada uno de estos términos revela el significado actual de la acción sobrenatural del Espíritu en nuestras vidas, en tanto nos prepara para crecer en gracia y en el servicio del reino. Con ese fin, se nos llama a procurar los dones mejores [1Corintios 12.31]. Así que superar la pasividad, y buscar ardientemente cómo obrar y qué actitud adoptar ante todos los dones espirituales es lo correcto desde el punto de vista bíblico.


Sin embargo, hablar de los dones nunca implica exclusivismo alguno. Los dones son dispensados a la Iglesia como recursos para ser utilizados donde sea necesario ministrar el cuerpo de Cristo. Ello quiere decir que no todos los creyentes poseerán los mismos dones. Por el contrario, el Espíritu Santo es el autor y dispensador de los dones para hacer que las expresiones del culto y el reino posean integridad.




Los dones de la Divinidad


Muchos consideran útil la clarificación de las funciones específicas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que desempeñan en la dispensación de los dones a la humanidad. En sus orígenes, como es natural, nuestra existencia, la vida humana, la debemos al Padre [Génesis 2.7] [Hebreos 12.9], quien también entregó a su Hijo Unigénito como redentor de la humanidad [Juan 3.16]. Desde el punto de vista de la redención, Jesús es el dador de la vida eterna [Juan 5.38–40] [Juan10.27- 28]. Dio su vida y derramó su sangre para ser acreedor de ese privilegio [Juan 10.17-18] [Efesios 5.25–27]. Aún más, el Padre y el Hijo enviaron juntos al Espíritu Santo [Hechos 2.17, 33] a fin de hacer avanzar la obra de la redención por medio del ministerio del culto, el magisterio de la Iglesia y la evangelización.


[Romanos 12.3–8] describe una serie de dones dispensados por Dios como Padre, los cuales parecen identificarse con motivaciones básicas, esto es, inclinaciones inherentes a cada persona, según las cualidades que les concedió el Creador desde su nacimiento. Aunque sólo se mencionan siete categorías, al observarlas vemos que a pocos individuos se les puede describir con un solo don. Lo más común es encontrar una combinación de varios dones, con diferentes rasgos de cada don presentes hasta cierto grado, mientras que a la vez uno es el rasgo dominante en la persona. Sería un error pensar que uno cumple con el llamado bíblico a procurar los mejores dones [1Corintios 12.31] si se limita a desarrollar uno o más de los dones del Creador mencionados en estas categorías. Estos dones que Dios nos da para ocupar nuestro lugar en su creación son la base.


En segundo lugar, en [1Corintios 12.7–11] se relacionan los nueve dones del Espíritu Santo. Su propósito es específico: para provecho del cuerpo de la Iglesia. [Provecho, del griego sumphero, significa reunir, beneficiar, favorecer, lo cual ocurre mientras la vida colectiva del cuerpo se fortalece y se expande por medio de su ministerio evangelístico]. Estos nueve dones están a disposición de cada uno de los creyentes pues el Espíritu Santo es quien los reparte [1Corintios 12.11]. No se debe adoptar una actitud pasiva ante ellos, sino desearlos y buscarlos activamente [1 Corintios 13.1] [1Corintios14.1].


En tercer lugar, los dones dispensados por el Hijo de Dios constituyen el fundamento que garantiza que las primeras dos categorías de dones se apliquen al cuerpo de la Iglesia. [Efesios 4.7–16] no solamente indica que estos dones los ha dado Cristo a la Iglesia de acuerdo con su propósito. El ministerio de los líderes es equipar al cuerpo de Cristo ayudando a cada persona:

1]- A que perciban el lugar que el Creador les ha reservado, de acuerdo con las cualidades con que los ha dotado, y las posibilidades que la salvación les ofrece ahora para la realización del propósito divino en sus vidas.


2]- Para que reciban el poder del Espíritu Santo, y comiencen a responder a los dones que cada creyente recibe a fin de expandir sus capacidades innatas en aras de llevar a cabo su ministerio redentor, edificar la Iglesia y evangelizar al mundo.


A la luz de lo anterior, examinemos las siguientes categorías de dones claramente identificadas: los dispensados por el Padre [Romanos 12.6–8], el Hijo [Efesios 4.11] y el Espíritu Santo [1Corintios 12.8–10]. Si bien el análisis va más allá de los dones aquí mencionados, y de la estructura de los dones de la Divinidad a que antes nos hemos referido, el siguiente bosquejo general puede ayudarnos de dos maneras. En primer lugar, nos ayuda a identificar las diferentes funciones y la obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestro perfeccionamiento. En segundo lugar, contribuye a que no confundamos nuestras cualidades innatas en la vida y en el servicio a Dios con nuestra búsqueda consciente de la plenitud del poder y los recursos del Espíritu Santo para servir y ministrar en la Iglesia.


Los dones del Padre [Romanos 12:3-8] [Propósitos y motivaciones básicas de la vida]


1]- Don de profecía


Hablar con franqueza y visión, especialmente cuando lo hacemos bajo la inspiración del Espíritu de Dios [Joel 2.28].


Demostrar valor en lo moral y un inquebrantable compromiso con los valores dignos.


Influir sobre los que están en nuestra esfera de acción con un espíritu positivo de justicia social y espiritual.


NOTA: Como las tres categorías de dones los del Padre, los del Hijo y los del Espíritu Santo involucran aspectos proféticos, hace falta hacer algunas distinciones. En la primera categoría [Romanos 12] se destaca lo general; aquel nivel del don de profecía al alcance de cada creyente [toda carne]. El don de profecía dispensado por el Espíritu Santo [1Corintios 12] se refiere a la inspiración sobrenatural, hasta el punto que el hablar en lenguas y su interpretación se incluye en esta categoría [1Corintios 14.5]. El don de oficio de profeta, dado por Cristo a la Iglesia a través de los ministerios individuales, constituye otra expresión del don de profecía; aquellos que lo desempeñen deben llenar tanto los requisitos del Antiguo Testamento sobre la fidelidad del mensaje como las exigencias del Nuevo Testamento en torno a las normas de vida y carácter requeridas para ejercer el liderazgo espiritual.




2]- Don de servicio


Ministrar y servir amorosamente a todos los que están en necesidad. Ministrar tal como corresponde al trabajo y oficio del diácono [Mateo 20.26].

3]- Don de enseñanza


Habilidad sobrenatural para explicar y aplicar las verdades recibidas de Dios para la Iglesia. Presupone el estudio y la inspiración del Espíritu que permite presentar con claridad la verdad divina al pueblo de Dios. Considerada diferente a la actividad del profeta, quien habla directamente en nombre de Dios.


4] Don de exhortación


Significa literalmente llamar a alguien para animarlo a algo. En sentido amplio, equivale a suplicar, consolar o instruir [Hechos 4.36] [Hebreos 10.25].


5]- Don de repartir


Su significado esencial es dar en un espíritu de generosidad. Desde un punto vista técnico se refiere a aquellos que proveen recursos a quienes no los tienen. Este don debe ser ejercido con liberalidad, sin ostentación ni vanagloria [2Corintios 1.12] [1Corintios 8.2] [1Corintios 9.11-13].


6]- Don de presidir


Alude a alguien que se pone al frente en alguna actividad. Abarca la acción modeladora, supervisora y directriz del Espíritu Santo sobre el cuerpo de Cristo. El liderazgo debe ser ejercido con diligencia.


7]- Don de hacer misericordia


Identificarse con el sufrimiento de otros. Establecer relaciones de comprensión, respeto y sinceridad con otros. Para que sea efectivo, este don debe ser ejercido con amabilidad y alegría, no como una obligación.




Los dones del Espíritu Santo [1Corintios 12:8-10,28]




1]- Palabra de sabiduría




Perspectiva sobrenatural para determinar los medios de cumplir con la voluntad de Dios en situaciones dadas. Poder recibido de lo alto para resolver un problema valiéndose de la intuición espiritual. Sentido de dirección divina. Ser guiado por el Espíritu Santo a fin de actuar apropiadamente en determinadas circunstancias. Conocimientos correctamente aplicados; la sabiduría interactúa con el conocimiento y el discernimiento.


2]- Palabra de ciencia


Revelación sobrenatural del plan y voluntad divinos. Visión sobrenatural o comprensión de las circunstancias o de un conjunto de evidencias por medio de revelaciones; es decir, sin ayuda humana alguna, gracias solamente al auxilio divino. Implica una comprensión más profunda y amplia de la revelación de Dios. Supone sabiduría moral para vivir y relacionarse correctamente con otros. Requiere comprensión objetiva sobre las cosas divinas en los asuntos humanos. Puede aludir también al conocimiento de Dios o de las cosas que pertenecen a Dios, como se relatan en el Nuevo Testamento.


3]- Fe


Habilidad sobrenatural para creer en Dios sin reserva alguna. Habilidad sobrenatural para combatir la incredulidad. Habilidad sobrenatural para enfrentar circunstancias adversas, confiando en el mensaje de Dios y su Palabra. Convicción interna que obedece a un llamado urgente de lo alto.


4]- Dones de sanidad


Alude a la sanidad obtenida por medios sobrenaturales, sin ayuda humana. Puede incluir la aplicación de terapias y medios de cura humanos bajo la dirección divina. No excluye el uso de los dones innatos que recibimos de Dios.


5]- Don de hacer milagros


Poder sobrenatural para contrarrestar fuerzas humanas o diabólicas malignas. Significa literalmente un despliegue de poder que va más allá de lo natural. Opera junto con los dones de fe y sanidad para ejercer autoridad sobre el pecado, Satanás, la enfermedad y las fuerzas que causan ataduras en este mundo.


6]- Don de profecía


Predicción divinamente inspirada y declaración ungida. Proclamación sobrenatural en un lenguaje conocido. Manifestación del Espíritu de Dios, no del intelecto [1Corintios 12.7]. Puede ser poseída y practicada por todos los que están llenos del Espíritu Santo [1Corintios 14.31]. Este don pone en acción el intelecto, la fe y la voluntad, pero su ejercicio no está basado en el intelecto. Constituye la proclamación de un mensaje del Espíritu de Dios.


7]- Discernimientos de espíritus


Poder sobrenatural para detectar el mundo de los espíritus y conocer su actividad. Implica la posesión de visión espiritual para revelar sobrenaturalmente los planes y propósitos del enemigo y sus fuerzas.


8]- Diferentes tipos de lenguas


Expresiones sobrenaturales no conocidas por quien habla: estos lenguajes puede que existan en la tierra, procedentes de antiguas culturas, o desconocidos en el sentido que son medios de comunicación inspirados por el Espíritu Santo [Isaías 28.11] [Marcos 16.17] [Hechos 2.4] [Hechos 10.44–48] [Hechos 19.1–7] [1Corintios 12.10, 28–31] [1Corintios 13.1] [1Corintios 14.2, 4–22, 26–32].


Sirve de evidencia y señal de la plenitud y la acción del Espíritu Santo.


9]- Interpretación de lenguas


Poder sobrenatural que permite revelar el significado de las lenguas. Funciona no como una operación de la mente humana, sino de la mente del Espíritu. No constituye una traducción [el intérprete nunca comprende la lengua que interpreta], sino una declaración de su significado. Su ejercicio es un fenómeno milagroso y sobrenatural, como ocurre con los dones de hablar en lenguas y el don de la profecía.


Los Dones del Hijo [para equipar el cuerpo de la Iglesia y facilitar su misión]


[Efesios 4.11] Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas, a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.


[1Corintios 12.27-28] Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.

1]- Apóstol


En los días apostólicos se trataba de un selecto grupo escogido para llevar a cabo el ministerio de Cristo; incluía la tarea encomendada a unos pocos de completar el canon de las Sagradas Escrituras.


Implica el desempeño de un papel especial de liderazgo asignado por Cristo. Funciona como mensajero o enviado de Dios. En nuestra época se refiere a quienes poseen un destacado espíritu apostólico, hacen una contribución destacada a la ampliación de la obra de la Iglesia, abren nuevos campos misioneros y supervisan los principales órganos del cuerpo de Jesucristo.


2]- Profeta


Un vocero espiritualmente maduro, portador de un mensaje divino especial dirigido a la Iglesia o el mundo. Una persona que en ciertas ocasiones recibe el don de prever los acontecimientos futuros.


3]- Evangelista


Se refiere fundamentalmente a un don especial de predicación o testimonio que atrae a los incrédulos a la experiencia de la salvación. Desde el punto de vista funcional, el don de evangelista contribuye al establecimiento de obras nuevas, mientras que los pastores y maestros se ocupan entonces de organizar y sostener. Esencialmente, el don de evangelista contribuye a hacer conversos y a reunirlos física y espiritualmente en el cuerpo de Cristo.


4]- Pastor/Maestro


La palabra pastor deriva de una raíz que significa proteger. Implica la función de nutrir, enseñar y cuidar de las necesidades espirituales del cuerpo, que ejerce un pastor/líder.


5]- Misionero [algunos incluyen al apóstol y al evangelista en esta categoría].


Implica desarrollar un plan para dar a conocer el evangelio a todo el mundo [Romanos 1.16]. Da ejemplo de la humildad necesaria para seguir el llamado de acudir a regiones remotas y enfrentar situaciones desconocidas. Connota una compulsión interna para guiar a todo el mundo a una comprensión del mensaje de Jesucristo [2Corintios 5.14–20].


Gracias especiales


1]- Hospitalidad


Significa literalmente, amar, hacer el bien o auxiliar a otros con alegría. Ilustra la noción de Pedro sobre una de las dos categorías de dones: enseñar y ministrar [1Pedro 4:10-11]


Se manifestaba en el cuidado prodigado a creyentes y obreros que llegaban de visita para adorar, trabajar y formar parte del cuerpo de Cristo. Se ejemplifica en las enseñanzas de Cristo sobre el juicio de Dios [Mateo 25.35, 40].


2]- Celibato [Mateo 19.10] [1Corintios 7.7–9, 27] [1Timoteo 4.3] [Apocalipsis 14.4].


La Biblia considera el matrimonio como algo honorable, ordenado por Dios, y una necesidad de cada individuo. Implica un don especial, que libera al individuo de los deberes, presiones y preocupaciones de la vida familiar, permitiéndole dedicar toda su atención a la obra del Señor.


3]- Martirio [1Pedro 4.12, 13].


Se ejemplifica en el espíritu de Esteban (Hechos 7.59, 60). Se cumplió en la actitud de Pablo [2Timoteo 4.6–8).

El propósito principal de todos los dones espirituales es fortalecer a la iglesia y al creyente, podemos notar en [1Co 14:26] que son para edificación, que significa estimular la vida espiritual, la madurez y el carácter piadoso en los creyentes. Es una obra del Espíritu Santo mediante los dones espirituales por la cual a los creyentes se les transforma espiritualmente cada vez más a fin de que no se adapten al mundo actual [Ro 12:2-8], sino que se edifiquen en santificación, amor a Dios, interés por los demás, pureza de corazón, buena conciencia y fe sincera.


¡Paz a vosotros, que la Gracia abunde en vuestros corazones!

 Walter Gelabert

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