Aug 1, 2012

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Obama autoriza la asistencia de la CIA a los rebeldes sirios

Obama autoriza la asistencia de la CIA a los rebeldes sirios

La orden no conlleva el envío de ayuda armamentística a los grupos insurgentes

El decreto fue firmado hace meses por el presidente

Washington

El presidente Obama este miércoles en Ohio. / J. WATSON (AFP)
El presidente norteamericano, Barack Obama,
ha firmado una orden ejecutiva, que la Casa Blanca ha mantenido en
secreto, según la cual autoriza a la CIA y otras agencias de
inteligencia de Estados Unidos a asistir a los rebeldes de Siria en su
intento de derrocar al régimen del presidente Bachar el Asad.
Esa orden no conlleva, sin embargo, el envío de ayuda armamentística a
los grupos rebeldes, que esta semana han llevado su lucha armada hasta
las zonas cristianas de Damasco.
Obama firmó la orden ejecutiva [decreto] hace meses, según revelaron altos cargos de su Administración a la agencia Reuters y al canal de televisión CNN.
El año pasado, el presidente norteamericano firmó una orden similar
para autorizar la asistencia a los grupos opositores en Libia, que
finalmente lograron derrocar al dictador Muammar el Gadafi en octubre,
cuando trataba de huir a su zona natal, cerca de la localidad de Sirte.
En el caso de Siria, los servicios de inteligencia norteamericanos
están encontrando notables dificultades estos días para recabar
información sobre los grupos rebeldes que acosan al régimen desde hace ya 17 meses.
La labor de EE UU se ha visto notablemente entorpecida por el cierre de
la embajada de ese país en Damasco, en febrero. Entre los altos cargos
del Departamento de Estado y la Casa Blanca han despertado recelos
diversos informes de inteligencia que aseguran que diversas facciones
rebeldes sirias han sido infiltradas por operativos del grupo terrorista
Al Qaeda.
De momento, EE UU sólo ha entregado a los rebeldes, a través de la
CIA, modestas partidas de material de espionaje, y se ha comprometido a
ceder ayuda humanitaria a los civiles. El Gobierno norteamericano ha
ejercido presión sobre el Consejo de Seguridad de la ONU
para que apruebe una resolución de condena al régimen de El Asad, por
una campaña de represión que según los activistas se ha cobrado ya
19.000 vidas. Rusia y China, sin embargo, han vetado la aprobación de
una resolución en ese sentido en tres ocasiones.
Según reveló este miércoles Reuters, la orden secreta de Obama ha
permitido a agentes de inteligencia de EE UU cooperar con sus aliados en
la zona, desde un centro de control de operaciones establecido y
coordinado por Turquía. Este último país, junto con Arabia Saudí y
Catar, ha establecido una base secreta en su territorio nacional, cerca
de la frontera con Siria, desde el que ayuda a los rebeldes en asuntos
militares y de comunicación. El canal de televisión NBC informó este
miércoles de que el Ejército Libre Sirio ha recibido, a través de
Turquía, una veintena de misiles tierra-aire para responder a los
ataques aéreos de las fuerzas de El Asad.
Ese tipo de órdenes ejecutivas secretas las aprueba normalmente el
presidente para autorizar operaciones encubiertas en el extranjero, con
el fin de lograr un objetivo que se considera crucial para la seguridad
de EE UU o de sus aliados. Aparte de la de Libia, en 2009 Obama firmó un
decreto similar por el que permitía las operaciones de la CIA con
‘drones’ [lanzamisiles aéreos controlados de forma remota] en Yemen, una
técnica que se ha convertido en el principal medio de EE UU para
combatir a Al Qaeda en la Península Arábiga.
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La guerra llega a las zonas cristianas de Damasco

El miedo a las represalias obliga a los habitantes a representar una falsa normalidad

Jerusalén

Una mujer cruza una calle de Damasco, el 31 de julio de 2012.  / REUTERS
Los combates entre rebeldes y soldados del Ejército sirio
han llegado por primera vez desde el inicio de la revuelta al corazón
cristiano de Damasco. El fuego cruzado entre oficialistas y opositores
se instaló en las inmediaciones de Bab Sharqui, una de las puertas de la
ciudad vieja, según ha confirmado este miércoles una vecina del barrio.
“En la madrugada hubo problemas por primera vez, pero ahora ya se ha
calmado”, confirma por teléfono bajo el anonimato. El Observatorio sirio de los derechos humanos
informó de que un soldado murió durante los primeros choques en el
pintoresco centro de Damasco, donde las manifestaciones de apoyo al
régimen han reemplazado a los turistas desde el inicio de la revolución.
La situación en Damasco es tremendamente volátil. Hay barrios en los
que los combates mantienen a los vecinos encerrados en casa. Hay otros,
en los que los que el fuego cruzado es intermitente y cambia según el
día, y por último los hay en los que la gente acude a su puesto de
trabajo, frecuenta cafés y habla del tiempo. Pero en todos el miedo que
se respira es atroz y la población siente que su vida corre peligro. La
diferencia la marcan los esfuerzos del régimen por ofrecer una imagen de
pseudonormalidad, que en ocasiones tiende más bien a la surrealidad.
Vecinos de Damasco y antiguos residentes ahora autoexiliados
describen en conversaciones telefónicas medio cifradas, cómo es la vida
en la capital del país que ya ha cumplido 16 meses de un conflicto que,
según los cálculos de la oposición, se ha llevado por delante la vida de
20.000 sirios.
Cuentan que hay zonas que parecen más bien un gran escenario lleno de
actores que hacen como que viven una vida normal. Que salen a trabajar,
que abren sus tiendas y que incluso ven a los amigos. Son la minoría y o
bien tienden a asociarse con el régimen o bien sus movimientos obedecen
a supuestas coacciones. La mayoría, sin embargo, sale lo justo de casa
para hacer acopio de alimentos y de combustible y poco más.
Los funcionarios y trabajadores de empresas públicas se sienten
obligados a salir a trabajar, aunque piensen que se la juegan a diario,
camino de la oficina. No sólo temen perder el salario si se quedan en
casa. Sobre todo, quieren evitar levantar sospechas ante el régimen, que
acusa a los absentistas de pertenecer a la oposición o de complicidad
con los rebeldes. Estas acusaciones constituyen como mínimo motivo de
despido, según la nueva legislación. Como máximo, las sospechas pueden
acabar en una detención y posterior desaparición.
Un habitante de Damasco, que tampoco quiere que aparezca su nombre,
tiene que atravesar hasta 16 controles militares cada mañana para ir a
trabajar. En los puestos, examinan su documentación. Ha nacido en
Damasco y eso le medio salva. Los que en el carné indica que han nacido
en alguna localidad en la que los rebeldes han avanzado posiciones, lo
tienen bastante más complicado. Su hijo pequeño, no ha cruzado la puerta
de su casa desde hace semanas, cuando empezaron las vacaciones
escolares. A sus padres les da pavor que salga a la calle.
Los tenderos sufren coacciones parecidas. Si cierran su establecimiento, los hombres del régimen –policía y shabiha
les rompen los candados y dejan vía libre a los saqueadores. Es una
manera de hacerles abrir a diario, de obligarles a desempeñar su papel
de figurantes en el gran teatro de Damasco y de paso de tratar de
impedir que secunden las sucesivas huelgas. Contra muchos pronósticos,
los paros han tenido cierto éxito en las últimas semanas.
Entre la población cunde el miedo a los bombardeos, los ataques con
coche bomba, las redadas masivas y al fuego cruzado entre rebeldes y
Ejército, como el que ayer llegó hasta la ciudad vieja de Damasco. Pero
también cunde el pavor a las delaciones y a los informantes del régimen,
que los damascenos sienten que están por todas partes. El miedo les
lleva a hablar en clave incluso con sus familiares, cuando se comunican
por Skype. Están convencidos de que el Gobierno es capaz de interceptar
todas las comunicaciones. “Uf, hace mucho calor”, es por ejemplo una
frase típica para referirse a que la cosa se complica en el barrio.
“Parece que por la tarde va a subir la temperatura”, pronostican. Ó “sí,
ayer vinieron los verduleros cargados y vendieron mucho”, para explicar
que llegaron los soldados y efectuaron detenciones en masa.
“Durante cuatro décadas, el régimen se ha construido sobre el miedo
al otro. Sobre la idea de que sólo el partido Baaz es capaz de evitar el
caos y proporcionar estabilidad”, explica desde Londres Nadim Shehadi,
experto de la Chatham House. Y añade: “La mujabarat ha trabajado duro
para implantar el miedo. Todo el mundo informa sobre todo el mundo. Hay
mucho miedo acumulado”.
Un activista que vive en Damasco y que se hace llamar Abu Ubada se
atreve a hablar porque dice que ha roto la barrera del miedo. Aun así,
toma precauciones. Funciona con numerosas identidades virtuales y se
comunica desde cibercafés; nunca desde su ordenador personal para no
dejar huella. Su barrio, en el sur de Damasco, es de los peligrosos.
Allí la gente sale a comprar de noche, camuflada entre la oscuridad de
las callejuelas. “El partido [gubernamental] Baaz, tiene ojos en todas
partes. Pagan a muchísima gente para que espíe y hagan listas negras. En
cada edificio hay dos o tres espías”, cuenta. Los hombres entre 18 y 40
años son los que más peligro corren; pueden ser detenidos en cualquier
momento.
Pero por mucho que el régimen se esfuerce por disfrazar la realidad y
ofrecer una imagen de normalidad, hay síntomas más allá de las balas,
que indican que el conflicto armado es una realidad innegable también en
la capital. Los precios de los alimentos se han disparado y algunos
productos ya escasean. El butano por ejemplo se ha convertido en un
preciado tesoro. Las grandes colas ante las gasolineras y los
prolongadísimos cortes de luz son también síntomas inequívocos de que
Siria y su capital están en guerra.
  1. Entonces independiente de la información pro-régimen o anti-régimen debemos orar por nuestros hermanos.
    Por sus familias y porque en el futuro inmediato Dios los guíe.

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